Se va el 'pintor' de imágenes; muere Guillermo López Infante

10 noviembre 2015

"El fotógrafo Guillermo López Infante, quien retrató a la sociedad sinaloense, murió ayer, víctima de un infarto"

CULIACÁN._En Primavera de 2010 Guillermo López Infante se reencontró con su cámara Graflex, su compañera de historias.
"Ella me conoce casi igual que mi esposa", bromeó en ese entonces.
Con dificultad se había levantado de su cama, la osteomielitis, una infección en los huesos, lo mantenía inactivo desde hacía ya algunos años. Las visitas lo ameritaron. El pintor Carlos Maciel Kijano lo animó: "Muéstrenos su tesoro", le sugirió.
Y así lo hizo. Se paró de nuevo frente a su bien cuidada Graflex, una hermosa cámara en la que todavía se leía Rochester, Nueva York. La cuidaba con mucho recelo. Era la testigo más fiel de su vida con las imágenes, de su trayectoria como artista, el fotógrafo que pintó a la sociedad sinaloense con con pinceles y con luz.
Esa fue la vida que eligió. Había nacido en 1929 con el olor del revelador, mirando cómo se coloreaban y ampliaban retratos, en el que fue el primer estudio con luz eléctrica en la ciudad. Caminó entre lámparas y la gente más distinguida de los años 30 y 40, que podían pagar 5 pesos por una fotografía enmarcada.
Tenía 7 años cuando su padre también de nombre Guillermo, lo sentaba a un lado de la cubeta. Sus ojos se agrandaban frente a un reloj fosforescente con el que se contaban los minutos del revelado y un termómetro para medir la temperatura a la que debía estar el agua. El cuarto era oscuro y eso le gustaba.
En Primavera
En Culiacán todavía no hacía calor. Su hogar ubicado en el Centro Histórico de la ciudad, era fresco, tan fresco como sus recuerdos impresos en recortes de periódico, en donde había encontrado fotografías que le parecían "buenas" y muchas que le tomó a su tío Pedro Infante.
López Infante era pulcro en su habla y ordenado en su hacer. Conservaba, incluso el cheque que recibió por su último trabajo fotográfico.
"En realidad recuerdo que fue en marzo de 2001 cuando tomé mi última fotografía, bueno no la tomé pero sí la sentí. Yo tenía unos negativos guardados que me pidieron. Fueron de unas fotografías de Daniel Cárdenas Izábal y de Daniel Cárdenas Mora, sólo las imprimí en una medida de 16 por 20, pero hasta para eso uno necesita conocimiento", recordó.
Aún así, en ese entonces confesó que seguía vigente su gusto por las imágenes. La necesidad de dibujar y pintar lo emocionaba, de vez en cuando hacía algunos dibujos. Las fotografías que no podía tomar, trataba de encontrarlas en los diarios locales y en revistas.
¿Qué tanto extraña la fotografía?
"Pues extraño tantas cosas, no sólo la fotografía. Ese mes en el que hice mi último trabajo, marzo, para mí es muy especial, porque fue en marzo 1928 cuando me gestaron mi padre y mi madre; en ese mismo mes nos venimos a vivir de Guamúchil a Culiacán, ese mismo mes me fui a la Ciudad de México a poner un estudio fotográfico", señaló.
"En marzo mi esposa y yo nos fuimos a vivir a Mazatlán con dos hijo y en marzo también nos venimos a vivir a Culiacán porque murió mi padre".
Testigo de una época
En Mazatlán, Culiacán y la Ciudad de México, López Infante logró hacerse de un prestigio. Su trabajo no terminaba al escucharse el click. Siempre planeaba todo perfectamente, revelaba y pintaba las imágenes.
La pintura y la fotografía para él no podían estar separadas. Era amante de los cuadros impresionistas, sobre todo de los que tenían que ver con los toros.
"Yo me volvía loco con las pinturas de los toros, y me hice aficionado, siempre iba a la Plaza México, entonces combiné siempre la pintura y la fotografía, para mi no tenía sentido de otra manera mi trabajo", apuntó.
López Infante logró captar a la sociedad de toda una época en Sinaloa. A él acudían las mejores familias a fotografiarse.
"Yo siempre soñé con ser el mejor fotógrafo como mi padre, para mí tomar fotos era todo y sé que puede sonar medio frívolo, pero cuando viví en Mazatlán llegué a ser el mejor fotógrafo de todos", recordó.
'Las fotos se me aparecen'
López Infante pensaba que las fotografías se le aperecían.
Esa tarde de Primavera contó que a su hija, la poeta Ana Belén, le decía que si iba en carro, en burro, caminando las escenas fotografíables se le ponían de frente. Ella me decía 'no papá, las fotos bonitas no están ahí, lo que pasa es que tu las miras'.
Y a él le gustaba que sentir que era un artista sensible, que primero optó por el paisaje, pero que se quedó con el retrato. Por su lente pasaron gobernadores, reinas del carnaval de Mazatlán.
Para él una buena imagen se determina por varios factores. Lo que siempre buscó fue la mayor riqueza de nitidez, sobre todo que estuviera bien enfocada. Quería que sus fotos parecieran pinturas.
Y lo logró, las imágenes de López Infante ahora son esos colores, esas luces que siempre le gustaron. Ayer murió en la ciudad.
Trayectoria
Guillermo López Infante nació en 1929.
Aprendió el oficio de su padre Guillermo López Castro, quien abrió el primer estudio en Culiacán con luz eléctrica.
En 1990 exposo en el Museo de Arte de Sinaloa Fotografías y recuerdos de Pedro Infante, que itineraron a Morelia y San Antonio, Texas.
A inicios del año en Mazatlán se le realizó un homenaje con una exposición retrospectiva. 

"Yo siempre soñé con ser el mejor fotografo como mi padre, para mi tomar fotos era todo y sé que puede sonar medio frívolo, pero cuando viví en Mazatlán llegué a ser el mejor fotografo de todos", recordó.