Tablas y Trazos
"Un festival para la danza folclórica"
Benigno Aispuro
La verdad, nunca fui muy afecto a la danza folclórica. Desde mis lejanos días de primaria cuando mi profesor me obligaba a bailar El bolonchónchiapaneco a golpes de manguera en las piernas, aborrecí todo lo relacionado con danzas. De hecho, de joven no fui nada dado a frecuentar los bailes en que se solazaban mis amigos en busca de novia.
Sin embargo, el tiempo no pasa en vano y es de sabios cambiar de opinión. Y yo, es este aspecto por lo menos, soy muy sabio.
La semana pasada me aventé las cinco noches de danza folclórica del Festifolkcon el que la Compañía Folclórica Sinaloense del ISIC celebró sus 30 años.
Mucho ha cambiado en la danza folclórica desde que la veía pasar como quien ve llover y no se entusiasma. Yo vi a la compañía nacional de Amalia Hernández, en uno de los últimos Festivales Culturales Sinaloa, en 1991 ó 1992. Me entusiasmó porque fue la primera vez que la vi con música viva con mariachi, que me encanta más que la tambora- y la presentación de cuadros de cada estado o de ciertos temas, compuestos por varias piezas bailables.
Pero no todos los días viene por acá la compañía de Amalia Hernández, así que lo único que tenía para ver era a Macuilxóchitl, Mukila Mazo y al Grupo Folclórico Sinaloense de DIFOCUR, cuando lo dirigía el maestro Santiago Ibarra, y que ya para entonces usaba acompañamiento del Mariachi Juvenil Culiacán.
"Esto vale solo por el mariachi", pensaba injustamente cuando me quedaba a ver todo el espectáculo, que luego este grupo llevaría a sus giras por países de Europa y Asia, en son de triunfo, en una de sus mejores épocas.
De hecho siempre me ha atraído la danza folclórica, sobre todo la de otros países, porque me da la oportunidad de conocer no solo atavíos vistosos y raros, sino además música popular diferente que, de otro modo, no escucharía nunca.
Creo que con Festifolk me reconcilié plenamente con la danza folclórica nacional. Esa semana vi como tres veces la Fiesta de la Taspana, primera coreografía unitemática y con una narrativa de principio a fin, que conocí.
Macuilxóchitl, que sigue dirigiendo Alfredo Cuadras en Guamúchil, sigue presentando una vistosa coreografía con el tema del Carnaval de esa ciudad, y el Folclórico Sinaloense recreó al de Mazatlán, y ha recreado también festividades como bodas y bautizos a la sinaloense, presentadas como estampas de vida cotidiana.
Incluso Yahir Padilla estrenó la semana pasada, con el Taller de Danza Folclórica de la Escuela José Limón que nutre de cuadros a la Compañía del ISIC- la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Quilá, que incluyó el aspecto religioso y la feria y verbena que la rodea.
La noche del jueves se presentó en el Teatro Pablo de Villavicencio, la Compañía Folclórica Sinaloense del ISIC, y aquello fue una larga fiesta de luces, sonidos, color, música al por mayor, con mariachi, tambora y un grupo de percusiones en vivo. Allí vimos una alegoría sobre la mexicanidad con música del Huapango de Moncayo, y llegué a pensar que la danza folclórica es el arte del nacionalismo por excelencia. En cada danza, en cada región que evocan, en sus vestuarios, en sus pasos de baile, están evocando un rinconcito amado de la Patria e incitándonos a conocerla y amarla.
Por otro lado, viendo a los grupos de Festifolk me doy cuenta que aquella antigua discusión (de los años 50 o 60) sobre la validez del traje de flor de amapa para las danzantes sinaloenses ya no suscita interés y que simplemente esa vestimenta llegó para quedarse. El que ya no he vuelto a ver es el de las cortadoras de legumbres, que se llegó a sugerir como típico en los 80 y que miré alguna vez en una coreografía.
También noté que las danzas yoremes son más recurrentes, en sus diversas variantes, y que un grupo de danza sinaloense no está completo si no las incluye.
En ese Festifok se hizo un reconocimiento al maestro Santiago Ibarra, con quien el entonces Grupo Folclórico Sinaloense (hoy Compañía) logró su internacionalización. El reconocimiento lo entregó la actual directora, Olimpia Chávez Arce. El que honra se honra, y no se puede negar la influencia del profe Santiago en este devenir iniciado en 1983 por Rubén Azcárraga (depd)
Por último, el Festifolk cerró con la presencia del grupo de danza de la Universidad de Guanajuato, que dirige Roberto Martínez, el cual presentó danzas propias de ese bello estado. Sin duda otro modo de ver la danza, con su propio estilo y trajes y atuendos de lo más vistosos, sobre todo los de tipo prehispánico. Lo dicho, nunca es bueno perder la capacidad de asombro.
Y para terminar, ¿qué le parece asistir a ver danzas verdaderamente autóctonas y no recreaciones o alegorías? Hasta el domingo, en el Parque Las Riberas, se desarrolla el Festival Yoreme con representantes yoremes, coras, yaquis, navajos y pimas.
Por ahí nos vemos.
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