Vértigo

Ernesto Diezmartínez Guzmán
16 noviembre 2015

"El cine que no hemos visto: 'Viento aparte' 'Seguir viviendo'"

El año pasado, en el Festival de Guadalajara 2014, se presentaron en competencia dos road-movies con protagonistas infantiles, cinta que, para variar, han permanecido inéditas en Culiacán. Por fortuna, las dos películas pueden revisarse en streaming en el sitio de Filmin Latino (www.filminlatino.mx). Las dos road-movies a las que me refiero son Viento aparte (México, 2013) y Seguir viviendo (México, 2014).
En la primera, segundo largometraje de Alejandro Gerber Bicecci, dos adolescentes, Omar y Karina (Sebastián Cobos y Valentina Buzzurro), de vacaciones con sus papás en alguna playa de Oaxaca, tiene que tomar la carretera ellos solos después de que su madre (Úrsula Pruneda) es llevada de emergencia a un hospital debido a una fulminante embolia. Así pues, con unos cuantos pesos en la bolsa, los muchachos atraviesan el país rumbo a Paquimé, Chihuahua, donde vive su abuela. En el camino, previsiblemente, se encontrarán con el México dividido y violento -pero también generoso y solidario- que este tipo de cintas obliga.
Mutatis mutandi, este tipo de narración fílmica ya se ha visto antes en el cine mexicano reciente y de mejor manera (Un mundo secreto/Mariño/2012), pero no hay duda que la película de Gerber se deja ver sin problema alguno. 
Un poco mejor resulta ser Seguir siviendo, tercer largometraje -pero primero de ficción- de la documentalista Alejandra Sánchez (Bajo Juárez: la ciudad devorando a sus hijas/2006, y la poderosa Agnus Dei: Cordero de Dios/2011, de la cual ya escribí en este espacio hace poco tiempo).
Otros dos adolescentes, Jade y Kaleb García Andrade (ellos mismos) tienen que salir huyendo de Ciudad Juárez, acompañados/cuidados por la reluctante periodista Martha (Nora Huerta), después de que la mamá de ambos -en realidad, la abuela: su mamá fue asesinada cuando los dos eran muy niños- es baleada por unos sicarios y dejada en estado de coma. 
La cinta tiene elementos documentales muy claros: la abuela de los chamacos, Norma Andrade, sí sufrió de verdad un atentado, y los dos adolescentes interpretan versiones de ellos mismos e, incluso, aparecen en pantalla dando testimonios al estilo del cine documental clásico. Este impulso semi-neorrealista se combina con elementos mucho más melodramáticos y convencionales -la historia de la periodista Martha, que aún no puede aceptar la muerte accidental de su hijito-, con todo y la aparición de Tito Vasconcelos reventándose "Silencio" en algún cabaret tropical playero y cinematográfico. 
En todo caso, la posición de la película es la que me resultó atrayente: más que refocilarse en el dolor o la justa indignación, Sánchez opta por construir un relato en el que "la vida se abre paso" a pesar de todo. No es una mirada idílica a esa tragedia que es la violencia inabarcable en este país, sino una simple y necesaria afirmación de que la vida tiene que seguir, por más que no olvidemos nunca a nuestros muertos que pueden estar, por ejemplo, "en el aire".

Comentarios: en el blog cinevertigo.blogspot.mx, con actualizaciones diarias, en la cuenta de twitter @Diezmartinez y en el correo electrónico ernesto.diezmartinez@gmail.com.