Vértigo

Ernesto Diezmartínez Guzmán
09 noviembre 2015

"DVD verse: 'Mi vecino Totoro'"

La cartelera comercial ya volvió a apestar y nosotros volvemos a los DVDs, faltaba más.
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Yo llegué al cine de Hayao Miyazaki tarde, a partir del estreno nacional, hace casi una década, de El viaje de Chihiro (2001). Impresionado por la trama y la ejecución de esa cinta y venciendo mi desconocimiento casi por completo del anime nipón, me di a la tarea de revisar la obra completa de Miyazaki, el mal llamado "Disney" japonés. De todo esto escribí hace ya varios años y aquí mismo. Sin embargo, si bien he hecho mi tarea y he visto ya toda la obra fílmica de Miyazaki, también es cierto que no toda la he reseñado. Así que, amparado en el hecho de que el cine de Miyazaki ya está en disponible en DVDs de Región 4, hay que volver a él para revisarlo de nuevo.
Y qué mejor que iniciar esta re-visión de Miyazaki con Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, Japón, 1988), filme recientemente homenajeado por Pixar, pues hay que recordar que hay el cameo de un "totoro" en la reciente obra maestra Toy Story 3 (Unkrich, 2010).
Nunca estrenado comercialmente en México, Mi vecino Totoro, cuarto largometraje animado del cineasta japonés, es la primera de las películas con las que Miyazaki empezó a ser reconocido internacionalmente. No sé si se trata de su mejor cinta -yo me quedaría con Nausicaa (1984) o con Princesa Mononoke (1997)- pero sí creo que es su más encantadora y su más infantil, en el mejor sentido del término.
El legendario cinecrítico gringo Roger Ebert ha señalado con perspicacia las notables diferencias de Mi Vecino Totoro (pronunciése "Tótoro") con el cine animado hollywoodense tradicional, diferencias que provocaron, por cierto, que un sector de la crítica americana señalara, en su momento, a la primera obra mayor de Miyazaki como una película "sin chiste" y hasta "sacarinosa". Esta reacción ante el filme es fácilmente explicable, pues Mi Vecino Totoro no cumple con las convenciones del cine animado occidental infantil: aunque tenemos dos pequeñas heroínas, no hay un solo villano que derrotar; aunque abundan los espíritus en el bosque en el que está ambientada la historia, ninguno de ellos es amenazante.
Las dificultades que enfrentan las dos niñas protagonistas, Satsuki y Mei (Noriko Hidaka y Chika Sakamoto, respectivamente), son enteramente naturales: su forzada soledad debido a que su papá profesor trabaja en la ciudad y su mamá, enferma de tuberculosis, permanece hospitalizada; las fuerzas de la naturaleza (el viento, la lluvia) que las rodea; la posibilidad de la muerte de la mamá, de quien no saben sino a través de breves cartas o de su benévolo papá arqueólogo... En ese mundo idílico infantil -estamos en el Japón rural de los años 50- Satsuki y Mei entrarán en contacto con los espíritus del bosque cercano, especialmente con el Totoro del título, una especie de oso-gato enorme pero nunca peligroso, nunca amenazante.
Es obvio que Totoro -y los "totoritos" que lo acompañan, además de un "Gatobús"- sólo puede ser visto por las mocosas, aunque los adultos que las rodean aceptan su existencia y hasta una anciana vecina tiene recuerdos infantiles de esas criaturas.
Si Mi vecino Totoro tiene un pecado, éste es que se niega a confrontación alguna: no entre los personajes humanos, no entre los espíritus y las niñas... Pero, ¿es esto un pecado? Por supuesto que no: el tema de esta cinta de Miyazaki es mostrar -para que lo compartamos y para que lo recordemos- ese inagotable asombro infantil de Satsuki y Mei por el mundo que las rodea. No se trata de una visión ñoña de la realidad, sino una genuinamente infantil, en el mejor sentido de un adjetivo que muchas veces se usa de manera despectiva. Y, en todo caso, el cine de Miyazaki se haría, sí, un poco más complejo, con más confrontaciones entre personajes y formas de vida. Pero ese es el territorio de Princesa Mononoke.
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