Vértigo
08 noviembre 2015
"DVD Verse: 'El joven Frankestein'"
Para Gerardo AscencioTal vez no la mejor comedia del guionista/productor/cineasta/actor/dramaturgo y stand-up comedian judío-neoyorkino Mel Brooks, El joven Frankenstein (The young Frankenstein, EU, 1974) es, de todas formas, la más controlada y redonda de todas sus películas. Realizada a partir de una idea original de Gene Wilder, de cuyo argumento partió después Brooks para re-escribir el guión, se trata, sin duda, de la mejor parodia fílmica dirigida por el autor de Los productores (1968) y una de los homenajes paródicos más logrados en la historia del cine, comparable, por ejemplo, al contemporáneo Monty Python y el Santo Grial (Gilliam y Jones, 1975) y muy por encima de la plaga de Scary Movies y demás fauna nociva y de acompañamiento.
El éxito del cuarto largometraje de Brooks se debe, creo yo, al profundo respeto que tiene el guión de Wilder y Brooks por la fuente original -el extraordinario díptico de la Universal Frankenstein (Whale, 1931) y La novia de Frankenstein (Whale, 1935)-, lo que hace posible que la cinta tenga un sólido y coherente empuje narrativo, algo que siempre fue la gran debilidad de Brooks, incluso en sus comedias más logradas.
Ese conocimiento del tema, la historia y los personajes parodiados llevó a Brooks a duplicar con una precisión visual impresionante no sólo el diseño de producción de su película -de hecho, se rentaron varios aparatos de la cinta original de 1931- sino hasta la elegante fotografía en blanco y negro -cámara de Gerald Hirschfeld-, que nos remite no sólo a los clásicos del horror de la Universal de los años 30, sino a escenas específicas de otros filmes de la época, como queda claro en la hilarante puesta en imágenes de la despedida del Dr. Frankenstein (Gene Wilder) y su novia (Madeline Khan) en la estación de ferrocarril.
A partir, entonces, de esta devoción a la historia y a las infinitas secuelas que dio vida, el filme de Brooks ofrece sus mejores gags en la re-imaginación de algunos momentos bien conocidos de la trama original -el encuentro del Monstruo (genial Peter Boyle) con un bondadoso pero despistado ciego (inolvidable cameo de Gene Hackman)-, en la puesta en ridículo de algún insumergible cliché -los caballos relichantes cada vez que alguien dice el nombre de la temible ama de llave Frau Blücher (Cloris Leachman perfecta)- o en la personalidad irrefrenablemente anárquica de Igor (Marty Feldman), el deforme asistente de joroba movible, que se equivoca en la tarea de robarse el cerebro de un genio y que, en su lugar, toma la masa encefálica de un tal A. B. Normal -o, mejor dicho, abnormal.
Otros gags son menos sofisticados, pero igual de efectivos: la creciente histeria del Dr. Frankenstein cuando se da cuenta que ha usado el cerebro equivocado para crear a su Monstruo, la reacción infantil del mismo doctor ante el comentario que le hace su sexy asistente Inga (Teri Garr) de que no ha tocado su comida, y hasta el juego de "caras y gestos" que inicia cuando Frankenstein trata de decirles a Igor e Inga que seden al Monstruo que lo está estrangulando... En lo personal, creo que el gag más arbitrario y más absurdo es, también, el mejor de todos: la interpretación de Frankenstein y el Monstruo de "Putting on the Ritz", de Irving Berlin, con el Monstruo interpretando el papel de Fred Astaire con todo y zapatos de tap frente a un teatro repleto de personas, show que termina en desastre cuando el desafortunado Monstruo se asusta con una luz que estalla, por lo que exigente público lo ataca con varios kilos de lechuga orejona.
Finalmente, para todos aquellos que siempre nos preguntamos qué pasa en las películas de horror cuando hay trasplantes de cerebro o de otro tipo entre un personaje y otro, queda claro, al final, que el Dr. Frankenstein le ha dado algo de su intelecto a su domesticada criatura -la última imagen que vemos de ella es que lee, aburrido, el Wall Stree Journal mientras la jariosa Madeline Khan, con todo y apostura de Elsa Lanchester, está a punto de caerle encima- mientras que el Monstruo le pasó a su creador algo más que su cabeza... O, mejor dicho, le pasó precisamente su... Eeeh... En fin.
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