VÉRTIGO: 'París puede esperar'
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Francis Ford Coppola solía hacer cine con toda su familia alrededor (su papá Carmine, su hermana Talia Shire, su sobrino Nicolas Cage, su hija recién nacida y luego crecidita Sofía Coppola), mientras que su hija, la ya mencionada Sofia, ha echado mano de experiencias familiares y hasta matrimoniales para escribir sus filmes e, incluso, dirigir la que sigue siendo su mejor película hasta el momento, Perdidos en Tokio (2003) que está inspirada, supuestamente, en algunos problemas que tuvo en su fallido matrimonio con el también cineasta Spike Jonze.
Por todo lo anterior, no es de extrañar que París puede esperar (Paris Can Wait, EU-Japón, 2016), ópera prima de ficción de Eleanor Coppola -esposa de Francis, mamá de Sofia- esté basada en una anécdota personal y que puedan hacerse algunas inevitables conexiones con la vida de Eleanor al lado de su famoso marido. Es decir, para los Coppola (marido, mujer, hija) lo privado es público y todo queda en familia.
Anne (Diane Lane, tan atractiva como siempre) es la mujer de Michael (perfecto Alec Baldwin), un poderoso productor hollywoodense quien, de viaje de trabajo en Cannes, deja a su esposa al cuidado de su amable socio francés Jacques (Arnaud Viard), para que él la lleve a París mientras Michael vuela a Budapest.
Sin embargo, lo que podía haber sido un viaje en auto de unas 8 horas se convierte en un par de días, pues Jacques maneja sin prisas su viejo Peugot descapotable, le gusta escuchar buena música (que si Mozart, que si Satie) y se para en cada lugar en donde haya una buena comida, un buen queso o un buen vino. Y como estamos en Francia, ya se imaginará usted que se paran en cada pueblito, en cada barrio, en cada restaurante…
La anécdota contenida en el guión escrito por la propia señora Coppola es casi inexistente. Jacques está tratando, por supuesto, de seducir a la encantadora mujer descuidada por el marido, pero de pasada, funge como simpático guía de turistas de nosotros, que nos saboreamos con todo lo que tragan y toman.
Y a todo esto, ¿conquistará Jacques a Anne al final de cuentas? Honestamente, ¿a quién le importa? Lo único que puede mantener interesado al respetable no es en qué terminará la película, sino los paisajes, la comida y los vinos que vemos en la ruta. Cine turístico, si lo hay.
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Foto: Tomada de filmaffinity.com