VÉRTIGO: 'Trainspotting 2: La vida en el abismo'
"Tardía secuela de la emblemática cinta noventera La vida en el abismo (Boyle, 1996)"
En una escena clave, acaso la mejor, de Trainspotting 2: La vida en el abismo (T2: Trainspotting, GB, 2017), tardía secuela de la emblemática cinta noventera La vida en el abismo (Boyle, 1996), el ex junkie regenerado Mark Renton (Ewan McGregor) se suelta con una nueva versión, corregida, aumentada y modernizada, del célebre monólogo con el que iniciara la película de 1996: “Choose life...”.
En efecto, casi sin parar, ni siquiera para tomar aliento, Renton le suelta a Veronika (Anjela Nedyalkova), la novia prostituida de su mejor amigo/rival Simon, antes Sick Boy (Johnny Lee Miller), la nueva versión de Choose life, a saber: “Elige lencería de marca para revivir una relación muerta. Elige bolsas, zapatos de tacos, cachemira y seda para hacerte sentir algo parecido a la felicidad. Elige un iPhone hecho en China por una mujer que saltó por una ventana... Elige Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram y miles de otras formas para echarle la bilis a gente que ni conoces.. Elige que el 9/11 nunca sucedió y si pasó, la culpa es de los judíos... Elige…”.
En dos o tres minutos, Renton es capaz de resumir el estado actual de las cosas ya no entre un pequeño grupo de heroinómanos escoceses en los años 90, como sucedía en el monólogo original, pues en esta ocasión el nihilismo existencial en el que vivían esos adictos se ha vuelto global. Estamos en tiempos de consumismo y teorías de conspiración, comunicación constante y dominio de las “fake news”, toda interacción humana convertida en cifras y la triste convicción de que el fracaso de nuestra generación –y las que le siguen- es inevitable.
La misantropía de este monólogo es igual de desafiante que el original, acaso más porque mucho ha pasado en nuestras sociedades en los últimos 20 años y no todo para bien. Sin embargo, este buen momento termina diluyéndose en un guión muy flojo -escrito por John Hodge y basada muy vagamente en Porno, la novela/secuela de Trainspotting, de Irving Welsh-, perdido entre referencias y homenajes a la cinta original, redundancias y repeticiones que estancan la historia, e innumerables oportunidades perdidas, en especial durante la primera hora.
La premisa es simple: Renton vuelve 20 años después a Edimburgo a encontrarse con sus viejos camaradas traicionados: el proxeneta y vividor Sick Boy -que vive ahora de extorsionar gente (no tan) decente con ayuda de su novia búlgara Veronika- y el heroinómano fracasado Spud (Ewen Bremner), que acaba de ser echado definitivamente de su casa por su mujer e hijo. El cuarteto de personajes se completa cuando el psicopático Francis Begbie (Robert Carlyle) se escapa de la prisión buscando venganza.
Hacia la mitad de la película, Simon le reprocha a Renton que se ha convertido en “un turista de su propia juventud”. Ante confesión de parte, relevo de pruebas: el director Danny Boyle ha vuelto al mayor éxito cultural de su apreciable carrera -Quisiera ser millonario (2008) le podrá haber dado el Óscar, pero La vida en el abismo lo convirtió en el director de una cinta de culto- en calidad de un viejo turista revisitando territorios bien conocidos. Y como sabe muy bien su negocio, nos va dejando a lo largo del filme una serie de anzuelos que es difícil no morder: alguna canción pegajosa similar a las de 1996, una escena idéntica a la película anterior, unos cuantos cameos claves para que sepamos qué pasó con una -Diane (Kelly MacDonald)- u otro -Mikey Forrester (Irving Welsh, nada menos).
El resultado es entretenido, sin duda, pero solo porque uno mismo como espectador termina turisteando en su propia juventud, en los recuerdos de cuando vio por vez primera la película, cuando conoció esos personajes, cuando empezó a seguir a ese director y a esos actores. El problema es que, al final de cuentas, el recuerdo termina siendo mucho mejor que el presente. No es un mal sitio el revisitado, solo que ya está muy conocido. No había necesidad de regresar a verlo.
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