VÉRTIGO: 'Yo soy la felicidad de este mundo'

Ernesto Diezmartínez Guzmán
11 agosto 2017

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Exhibiéndose en una sola sala de Citicinemas y a las 22:30 horas, pero “haiga sido como haiga sido” ha llegado a la ciudad Yo soy la felicidad de este mundo (México, 2014), cuarto largometraje del irrebatible autor fílmico nacional Julián Hernández.

La cinta, vista en Morelia 2014, se estrenó en mayo pasado en la Ciudad de México en dos versiones: la que se presentó en competencia en Morelia y que se exhibió en la Cineteca Nacional y otra, un poco más breve, que se estrenó en el circuito cultural/comercial chilango y que es la que ha llegado este fin de semana a Culiacán.

Hernández sigue haciendo lo que le interesa y lo que sabe hacer mejor. A saber, una hipnótica coreografía de bellos cuerpos masculinos/femeninos entrelazados y entrecruzándose, con el telón de fondo musical -o de plano, con la franca inspiración- de una añeja canción romántica de José José (en este caso, "Dos").

Como de costumbre en el cine de Hernández -la cámara es del infalible Alejandro Cantú-, no hay imagen desperdiciada en cuanto a la belleza y al equilibrio estético se refiere. Sin embargo, como en cierto guiño humorístico (¿o autocrítico?) que un personaje suelta en algún momento del filme, el "cine de arte" de Hernández ya es identificable porque la gente habla poco, se mueve lentamente y no pasan muchas cosas.

Por supuesto esto que acabo de escribir es un abuso: en Yo Soy la Felicidad de este Mundo sí pasan muchas cosas. Estamos ante una historia de amor entre el cineasta Emiliano Arenales (Hugo Catalán) y un jovencito bailarín, Octavio (Alan Ramírez), a quien el director ve cuando está realizando un documental sobre la coreógrafa Gloria Contreras. Durante el resto del filme Emiliano se dedica a acercarse a Octavio, al mismo tiempo que se encarga de sabotear su relación.

En la cinta presentada en Morelia aparecía, hacia la mitad, una larga escena sexual con Gabino Rodríguez, una bella dama y un atractivo caballero, escena que probablemente provenía de un guión que estaba trabajando Emiliano para su próxima película.

Esta calistenia sexual -impecablemente filmada, por supuesto- duraba unos 30 minutos, pero como ya comenté arriba, fue eliminada por Hernández en esta versión alternativa, con el fin de entregar una cinta más compacta y más concreta, sin perder en el camino un ápice de su belleza visual. Pero, bueno, Hernández no podría hacer una película fea, aunque quisiera.

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