Evangelización, Educación y Cultura: La santidad, vocación de los cristianos
"Una vida, una relación con Dios y con el hombre, una entrega de fe, es lo que define el término"
Padre Amador Campos Serrano
Una vida, una relación con Dios y con el hombre, una entrega de fe, es lo que define el término santidad, aunque el mercantilismo continuamente lo ha distorsionado, desviándolo a otras acepciones en un sentido diferente sacándolo de continuo de la misma realidad, lejos de la vida ordinaria.
El término, usado en el original hebreo para expresar la forma de vida, cuyo significado es el de sagrado, es decir, algo perteneciente al ser divino, era kados, que puede referirse a un tiempo, un lugar, un objeto o una persona.
En la ley divina, plasmada en la Tora, en el contexto de la cultura oriental, se daba énfasis a la de forma de vida, en cuanto a la relación de los hombres con Dios y con los otros hombres, pero al pasar de su contexto cultural oriental al occidental, el término santo o de santidad sufre una evolución, dándole una nueva dirección.
Este término, al pasar a la lengua griega con el término hagios, busca una interpretación similar y se refiere a lo que ha sido separado o escogido, pero según esto se nota una evolución semántica, pues llega a tener una interpretación diferente, en la cual santo se refiere a un ser con una personalidad extraña.
Al pasar al latín ,su significado se convierte en sanctus, derivado de una raíz indoeuropea qua, usa el termino sak procedente del verbo sanchire, equivalente a sancionar, con esto el concepto de la palabra santo es el de algo que fue reglamentado, legalizado o definitivamente canonizado, es decir, una persona ya en concreto para ser declarada santo, necesita ser declarada legalmente como tal, después de un prolongado minucioso y engorroso proceso.
Independientemente de este proceso legal, necesario para presentar con seguridad y oficialmente la santidad, esta es algo que se vive y no se empieza a ser santo en el momento de la canonización, pues es esta es tan solo una declaratoria oficial avalada por la autoridad de la Iglesia, la santidad existe por el testimonio de vida, sea o no declarada oficialmente.
En sí, la declaración de santidad en una canonización tiene como finalidad presentar un auténtico modelo de vida a seguir, no tanto de imitar, pues todos somos diferentes, además de un intercesor calificado en nuestra vocación para vivir la fe.
El Papa Bonifacio IV, a principios del Siglo 7, cuando ya el Imperio Romano se había cristianizado, dedicó el Panteón Romano al culto a la Santísima Virgen María, quedando este hecho marcado el 13 de mayo del año 610.
En el Siglo 9, el Papa Gregorio IV trasladó a este monumento convertido en Templo cristiano, los cuerpos de los mártires, junto con los de quienes habían dado testimonio de vida como confesores de la fe y volvió a consagrar esta Iglesia, el 1 de noviembre de 835, con el título de Santa María de los Santos Mártires.
Los santos en el cristianismo deben de ser todos quienes ostentan este nombre y evidentemente hay un gran número de ellos, porque en el bautizado ha sido llamado a hacer vida la fe, en el ámbito en donde se mueva y más que un estilo de vida, es una vocación al cual el cristiano ha sido llamado.