Evangelización, Educación y Cultura: Vivir siendo imagen

18 noviembre 2019

"Columna religiosa"

Padre Amador Campos Serrano

Impresa en imágenes se revela el velado misterio, una oculta realidad a los ojos de una naturaleza con limitaciones, que no permite ver sino hasta cierto margen a pesar de ello y por esas imágenes se muestra una distinta realidad de la observada y hecha experiencia común y tangible.

Descubriendo en sí mismo el superior don del raciocinio, el cual otorga el dominio para un uso conveniente de toda la creación, el ser humano siente la necesidad de transmitir las ideas surgidas en el etéreo mundo de las mismas, siendo impelido a materializarlas por medio de signos y símbolos, ya sean con fonemas u objetos visibles.

Surge el lenguaje, ordenación de sonidos para expresar las ideas, seguido esto por la utilización de un incipiente arte pictórico, conocido como rupestre, con lo cual el hombre se adentra en el elaborado mundo de la comunicación; las ideas empiezan a plasmarse en la naturalidad.

La utilización de variados signos se ha convertido en un hecho común en el mundo de la comunicación, verdades abstractas o simplemente inalcanzables por la natural percepción, ya sea por su pequeñez microscópica o por su inalcanzable lejanía, con ellos, el hombre elabora las hipótesis y las teorías sobre el microcosmos y el macrocosmos.

Fuera del mundo de la materia, se intuye la existencia del etéreo mundo espiritual, un mundo de donde surgen las ideas, cercano y lejano a la vez, pero habitando en un mismo ser, en una existencia que toma consistencia en el ser humano como ente de razón, pero estableciéndose en un nivel oculto e imperceptible a la visión natural y al cual solo se tiene acceso con la utilización de los signos y los símbolos, con los cuales se logra una ruptura para penetrar en este otro nivel.

El mundo de Dios o para algunos de los dioses, solo puede ser alcanzado realizando la ruptura de nivel y así ese mundo, que es otro mundo, podrá ser alcanzado por el hombre. Son los signos y los símbolos que hablan mostrando las realidades ocultas, pero existentes en la creación: el hombre se descubre a sí mismo como ente material y espiritual a la vez.

Así como el macrocosmos nos ilustra la imagen del macrocosmos y viceversa, estando las explicaciones de uno inmersas en las explicaciones del otro, así el ser humano encuentra en sí mismo el origen de la explicación de su historia y su destino trascendente al contemplar las imágenes de su ser y del mundo que le rodea.

El mismo ser humano se convierte en imagen, su ser y su actuar son parlantes imágenes de un Creador y de un Reino Eterno entre nosotros. Cuando el hombre vive el amor, él mismo es imagen del amor de Dios; cuando practica la justicia, se convierte en imagen de la justicia divina. De este modo, el hombre llega a ser viviente imagen de Dios.

Hombre y mujer, la humanidad viviente, unidos en la sacralidad con marcadas diferencias, pero complementarias, ofrecen la imagen de la trascendente dualidad, operante entre el mundo de la materia y el mundo del espíritu, unidos para dar vida a un nuevo ser y convirtiéndose en creadores y dueños de la creación.

Creado a imagen de Dios, el ser humano tiene la tarea de vivir esa imagen, la cual da sentido a su existencia; cuando esa imagen se deteriora, el mismo ser humano sufre las consecuencias, pero al vivirla en plenitud, entra en la felicidad preparada para él desde la creación del mundo.