Intimidad en la familia

Yolanda Waldegg de Orrantia
21 julio 2022

La familia es un ser vivo, no un agregado de individuos con relaciones externas, ni una máquina que funcione más o menos bien, sino algo que tiene una unidad fundamental en la diversidad, ninguno somos igual a otro miembro de la familia, a lo mejor nos parecemos en lo físico o en el modo de ser, pero cada quien es cada quien y eso es lo que da riqueza y permite que sea un organismo vivo.

Pero cada parte debe estar integrada de una manera funcional, no es fácil, hoy hay más familias disfuncionales que funcionales por la simple y sencilla razón de no tener idea ni ponerle ganas. Con todo hasta las que sí pueden presumir de ser funcionales, tienen sus momentos críticos pero los solucionan porque les interesa.

Si no hay una unidad de esa diversidad funcional no hay vida familiar, no viven como familia, será un hotel, o cualquier otra cosa. Se llama alma al principio de vida y cuerpo a las múltiples partes organizadas, entonces la familia ha de tener alma y cuerpo.

El alma es el amor entre sus miembros, el amor es el principio radical de unidad entre los humanos, y el cuerpo la economía porque es disposición –eso de lo que primariamente se dispone- y condición de vida, hablamos de vida digna, hay muchos que no tienen familia y sobreviven como pueden aunque hay quienes deciden vivir solos lo harán ya adultos, ningún niño o anciano vive solo por decisión propia.

Los elementos en los que se despliega el amor son la intimidad y la educación a las que tienen derecho todos los miembros de la familia. La intimidad cada vez se nos complica más y es absolutamente necesaria, las cajitas de zapatos en las que se supone debe vivir una familia complica la intimidad. Solo en un lugar y ante las personas que sé, me quieren, me arriesgo a exteriorizarme plenamente, a ser como soy sin máscaras, de esa manera nos encontramos a nosotros mismos y descubrimos nuestro mundo interior. De ahí la importancia de mostrar nuestro amor a los de nuestra familia, si reciben con burla o enojo lo que pensamos o sentimos ya no hay otro lugar donde poder expresarlo y se perderá la oportunidad de más o menos conocernos a nosotros mismos.

Entre paréntesis: si no aprendemos a amar y no somos amados quedamos completamente incapacitados para ser felices. Al no tener amor ya no es una persona en el sentido estricto de la palabra sino alguien que no se posee tampoco a sí mismo sino que está dominado por su propio carácter y no puede darse porque no se posee y amar es darse. La familia es donde aprendemos a querer a los otros y esto tiene que ser más importante para los padres que darles todo lo que se les antoje o todo lo que ellos mismos no tuvieron, mejor frijoles con padres presentes y amorosos que ropa, juguetes y aparatitos sin padres presentes y amorosos.

En la familia se supone que somos queridos y no simplemente le gustamos o caemos bien a alguien, ser queridos significa que somos admitidos incondicionalmente, en principio los padres deben amar a sus hijos por encima de todo, en la familia todo está junto y a todas horas, la intimidad y la educación al mismo tiempo y todo el tiempo, en lo que decimos con la boca, con el cuerpo y las formas, porque puedes decirle a tu hijo “tontuelo” mientras lo abrazas y besas para que no se preocupe o tenga miedo, o puedes decírselo de modo que lo lastime, puedes decirle mil veces que lo amas si no atiendes lo que te dice o no te importa lo que hace o le gusta, no siente que le amas. Si los padres no muestran amor entre ellos los hijos no se sienten seguros y si no te sientes seguro no funcionas bien, es la incertidumbre lo que nos desacomoda tanto a adultos como a niños.

Cuidar que se aprenda a amar, que se note que nos amamos, pero no solo a la familia, a todos los demás, son los pequeños detalles los que hacen la diferencia y hacen sentirse por lo menos apreciados, notados, tenidos en cuenta, prueben hacerlo con el “viene viene”, con el marchante del mercado, con los albañiles de enfrente, verán cómo cambia su actitud inmediatamente, y aparecen ayudas inesperadas. Que los hijos vean que tratamos a los demás no solo con respeto aunque sea el barrendero también con amabilidad y cariño.

En cuanto a la intimidad cuesta en casas tan pequeñas hay que tratar de conseguir la más posible, tiene que ver la funcionalidad de la casa y cómo se conducen las personas, cómo hablan y de qué hablan, no pueden los cónyuges hablar de sus cosas íntimas problemas o no delante de todos, no pueden andar medio desnudos por toda la casa frente al resto de la familia, no pueden entrar al baño si está ocupado por otro, ni entrar a una recamara sin tocar y pedir permiso, ni abrir cajones que no son propios, ni cualquier otra cosa no propia.

Ayuda deshacerse de todo lo innecesario, muebles chicos, lugares donde guardar y tener ordenado, el punto es que la casa la ocupen las personas no las cosas y todas tengan su cachito propio tanto las cosas como las personas y nadie sienta que no tiene donde ponerse a hacer tareas, platicar, soñar o vestirse sin estar a la vista de todos.