La participación en la Iglesia

Presbítero Amador Campos Serrano
26 octubre 2021

Uno de los ejes centrales en el desarrollo del sínodo convocado por el Papa Francisco I es la participación, un elemento recalcado por el Pontífice, señalándolo como esencial en el desarrollo de la comunión y de la misión.

Tener conciencia de ser parte de un todo es la base del concepto de participación, para ello es necesario estar presente en las decisiones adoptadas por el grupo comunitario, con el interés protagónico de estar presente en ellas, aun cuando la decisión final resultara de la suma del total de los miembros.

La participación en esta toma de decisiones supone tener en cuenta las necesidades personales, pero sin olvidar la afectación que tendrán estas decisiones en la vida de los demás, con el inherente compromiso de respetar y hacer respetar todas las decisiones resultantes.

Los aspectos de la participación, según Mario Robirosa, pionero de la planificación participativa, parten de la toma de conciencia del desarrollo de un nivel de responsabilidad, conciencia y libertad, es decir de ser un miembro activo en una vida comunitaria.

Para lograr esto son necesarios tres aspectos integrantes en la participación: el primero es tener el sentido de formar parte, es decir, de ser un integrante; el segundo es tener parte, asumiendo y desempeñando la función, por más pequeña que esta pueda parecer y la tercera es tomar parte en el ejercicio e influencia de las decisiones adoptadas.

No se debe de confundir la participación con la sola ejecución de una propuesta en la cual las decisiones han sido tomadas por un grupo aparte, quienes han decidido lo que debe de hacerse. Aunque esto de alguna manera se le puede considerar participación, no es el concepto de la participación plena.

Podemos medir el grado de participación a partir del grado de decisión para actuar dentro de una comunidad, en la perspectiva de lograr el funcionamiento comunitario en una sociedad.

La iglesia, por definición es una comunidad, así es concebido desde la etimología del termino y así fue percibido desde sus orígenes, expresándolo en la vivencia de la comunión, como una parte esencial en el anuncio de su mensaje llamado la Buena Nueva.

Sin dejar de tener una estructura, desde donde se organiza y se ejerce el principio de autoridad, esta es delegada como un ejercicio del servicio y no con el concepto del poder autoritario, presente en la historia de la humanidad, aunque en muchas ocasiones este ha permeado la vida de la iglesia.

Jesús vino a implantar su reino en este mundo, pero ha sido muy claro en la expresión de la concepción de ese reino, diciendo; “Mi Reino no es de este mundo”, aunque estando en este mundo opera en él, pero basándose en el ejercicio del poder bajo el mandamiento del amor.

Ser miembro de la iglesia implica el derecho y el deber de participar en ella, así lo ha indicado el Papa, invitando a participar en la elaboración del sínodo, por él convocado, dejando muy claro que la participación es algo irrenunciable para quien se considere un miembro de ella.

Participar, en la iglesia, es tener la conciencia de pertenecer a ella, tomando parte en sus decisiones, cuestionando, tal vez, alguna de ellas, pero con el debido respeto cuando se tenga una visión diferente y finalmente uniéndose a ella bajo el mandamiento de la vivencia del amor