¿Acoso o ‘charlas de vestidor’?

Newsweek en Español
20 marzo 2017

"Universidades de élite de Estados Unidos suspenden a atletas masculinos tras enviar mensajes privados con lenguaje sexualmente ofensivo, homofóbico y racista. Un debate en torno a la libertad de expresión ahora tiene lugar"

Max Kutner

@maxkutner

 

En la Universidad de Amherst, un miembro del equipo varonil de carrera a campo traviesa se refirió en línea a una mujer como “una ETS ambulante”. En Columbia, un estudiante del equipo varonil de lucha escribió a sus compañeros de equipo: “Espero que alguien realmente reciba un ataque sexual”, después de que la universidad canceló un evento debido a preocupaciones de mala conducta sexual. Mientras tanto, en Harvard, jugadores de balompié varonil hicieron circular una lista de nuevos miembros del equipo femenil, clasificándolas con base en su apariencia, entre otras cosas.

Desde noviembre pasado, estas instituciones de alto nivel y una más han suspendido a atletas masculinos o a equipos enteros de las competencias debido a comentarios subidos de tono enviados a través de aplicaciones de mensajería privada. En la mayoría de los casos, publicaciones estudiantiles revelaron los detalles de los mensajes o documentos privados, instando a los funcionarios escolares a realizar investigaciones y suspender a los atletas de las competencias.

En años recientes, colegios y universidades se han centrado en gran medida en las quejas de ataque sexual, pero los más recientes castigos a los atletas indican que las escuelas también están tomando más en serio el lenguaje sexualmente ofensivo. Esto se produce en un momento en el que el Departamento de Educación de Estados Unidos podría cambiar sus prioridades durante el régimen del Presidente Donald Trump, quien ha desestimado sus propios comentarios subidos de tono, calificándolos como “charla de vestidor”.

En 2011, el Departamento de Educación emitió una guía sobre la forma en que las escuelas deberían manejar la mala conducta sexual, la cual “debía detenerse” según la plataforma del Partido Republicano, debido a que interfiere con la aplicación de la ley y pone en riesgo los derechos al debido proceso de los acusados. En su audiencia de confirmación para el Senado, Betsy DeVos, elegida por Trump para dirigir el Departamento de Educación, condenó los ataques sexuales, pero se rehusó a decir que mantendría esa guía.

Algunas personas han aplaudido la manera en que las cinco escuelas han manejado los incidentes y afirman que los castigos incluso podrían ir más allá.

Sally Jenkins, columnista deportiva del diario The Washington Post, describió a los luchadores de Columbia como “jóvenes cerdos que presumen sus sentimientos violatorios y racistas en chats grupales” y dijo que “ellos habían renunciado a su derecho a la privacidad en el momento en que se quitaron sus atuendos deportivos [estampados] con la palabra ‘Columbia’”. Kevin Paul Dupont de The Boston Globe escribió que los administradores deberían revelar públicamente los nombres de los varones involucrados y “echarlos de la escuela”.

Sin embargo, los defensores de la libre expresión sostienen que las escuelas no deberían vigilar los mensajes privados, incluso si los códigos de conducta para los atletas exigen mayores estándares a los miembros de los equipos en comparación con los códigos que rigen a los estudiantes en general.

“Las universidades, incluidas las públicas, tienen una mayor libertad para regular la conducta de sus atletas”, afirma Samantha Harris, vicepresidente de investigación sobre políticas de la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación (FIRE, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro que defiende los derechos en los campus universitarios.

“Pero pienso que cuando comienzan a hurgar en las comunicaciones que los estudiantes sostienen de manera privada o en grupos pequeños, en realidad están traicionando su misión como instituciones libres y, como he dicho, actúan casi como un estado totalitario”.

 

 

‘Que se jodan esas perras feministas’

 

Todo comenzó en Harvard. En octubre, la publicación The Harvard Crimson filtró detalles de un documento en línea que un miembro del equipo masculino de futbol soccer escribió e hizo circular entre sus compañeros en julio de 2012.

El “informe de exploración” de nueve páginas contenía fotografías de nuevos miembros del equipo femenino de futbol soccer y las evaluaba con base en su apariencia, dándoles apodos y especulando sobre su postura sexual preferida. “Ella parece muy fuerte, alta y masculina, por lo que le doy un tres”, escribió el autor acerca de una de las chicas. Se refirió a otra como “Encías” debido a “su proporción de encías con respecto a sus dientes”.

Los miembros del equipo femenil de fútbol soccer de Harvard de 2012 respondieron con un artículo de opinión publicado en el Crimson, diciendo que la lista y el furor que le siguió las hicieron sentir “vergüenza, asco y dolor”. Cuando la escuela se enteró de que el equipo masculino había escrito documentos similares en fechas tan recientes como 2016, canceló el resto de la temporada. El equipo varonil presentó una disculpa a principios de noviembre, escribiendo en una declaración que “ninguna mujer merece ser tratada de esta forma”.

Varios días después de la disculpa, el Crimson informó que el equipo varonil de carrera a campo traviesa había escrito comentarios similares en hojas de cálculo publicadas en línea acerca de sus homólogas femeninas, y que algunos de ellos eran “sexualmente explícitos”. Dichos comentarios se remontaban hasta 2012.

Tras realizar una investigación, la escuela puso al equipo en un periodo de prueba, pero no canceló su temporada.

Drew Faust, presidente de la Universidad, declaró al Crimson que era posible que ese tipo de documentos fuera una tradición para muchos de los equipos del campus.

Sucesos similares comenzaron a desarrollarse en Columbia ese mismo mes, cuando en Bwog, una publicación estudiantil en línea, se publicaron capturas de pantalla de mensajes que varios miembros del equipo varonil de lucha habían intercambiado mediante una aplicación de mensajería en grupo. En uno de ellos se menciona a una chica que “se la chupa a todo el mundo”, lo que hizo que otra persona le respondiera, “¿Quién me pasa su número de teléfono?”

Y cuando alguien escribió que todas ellas probablemente asistieron a escuelas públicas, otros respondieron, “Viejo, en serio, nosotros dirigiríamos la ciudad de cualquier escuela pública que se jodan esas perras feministas” y “las perras de Columbia sienten que merecen algo cuando en realidad todas son unas putas socialmente torpes”. Otros diálogos incluían comentarios homofóbicos y racistas.

En una declaración hecha a Bwog, la Universidad dijo que los comentarios eran “atroces”. Varios estudiantes protestaron afuera de la casa de la fraternidad donde vivían algunos de los miembros del equipo de lucha, sosteniendo un letrero que decía, “La supremacía blanca habita aquí”. Una petición en la que se solicitaba a la escuela que expulsara a los estudiantes logró reunir mil 100 firmas. El equipo se disculpó posteriormente en una carta abierta en la que escribió, “Este ha sido un llamado de alerta”.

Tras investigar, Columbia suspendió a algunos de los luchadores del equipo por el resto del año académico, y a otros hasta el semestre de primavera. “Reconocemos que la libertad de expresión es un valor fundamental para la comunidad universitaria y para nuestra nación”, declaró la escuela. “Sin embargo, los mensajes de texto grupales que han salido a la luz no satisfacen los estándares de conducta que esperamos de nuestros atletas estudiantes”.

Un mes más tarde, más escuelas ejercieron castigos por ofensas similares. El 11 de diciembre, Amherst suspendió a su equipo de carrera a campo traviesa después de que The Indicator, que es un medio estudiantil, publicó un informe sobre un intercambio de correos electrónicos ofensivos ocurrido entre 2013 y 2015. Uno de ellos contenía fotografías de ocho mujeres, así como comentarios sexuales y sexistas. Tras realizar una investigación, los funcionarios escolares pusieron al equipo en un periodo de prueba hasta el otoño de 2018. A varios miembros se les prohibió competir y deberán “analizar opciones para resarcir el daño ocasionado a las personas y a los grupos afectados”.

Luego, el 15 de diciembre, Princeton declaró que había suspendido a su equipo varonil de natación y clavados debido a una queja sobre contenido escrito “vulgar y ofensivo, así como misógino y racista”. Una semana después, canceló el resto de la temporada del equipo. El 16 de diciembre, la Universidad de Washington en San Luis dijo que había suspendido a su equipo varonil de futbol soccer después de que el equipo femenil acusó a los varones de escribir “comentarios degradantes y sexualmente explícitos” acerca de ellas en un documento en línea, de acuerdo con una declaración de la escuela. La investigación ha concluido, y está pendiente una resolución.

El momento fue pésimo para las tres escuelas. Esa semana, habían enviado sus primeras rondas de cartas de aceptación.

 

 

Los chicos serán violadores

 

Una cultura de misoginia en el atletismo universitario ha prevalecido durante mucho tiempo sin ser puesta en tela de juicio, de acuerdo con varios críticos.

“Ciertamente, en el mundo deportivo, a las mujeres se les considera como ciudadanas de segunda clase”, afirma B. David Ridpath, profesor asociado de administración deportiva de la Universidad de Ohio. “También concedemos a nuestros atletas varones una tremenda sensación de poder, una tremenda sensación de control y probablemente una sensación aún mayor de merecimiento”.

Anteriormente, cuando se investigaba a los atletas universitarios varones acerca de una mala conducta, afirma Ridpath, “era casi como la omertà”, el código de silencio de la Mafia.

“Si un atleta era acusado de hacer cualquier cosa”, añade, “se ponía en marcha un enorme mecanismo para proteger a dicho atleta”.

Por ejemplo, en Baylor, en una investigación que concluyó en 2016, se encontró que el departamento de atletismo y el programa de fútbol americano “no identificaron ni respondieron a un patrón de violencia sexual ejercida por un jugador de fútbol, así como a un informe de violencia en una cita amorosa”. Sin embargo, los comentarios por escrito son más difíciles de pasar por alto o de negar, y las redes sociales han dirigido la atención nacional hacia incidentes que, hasta hace pocos años, difícilmente habrían llegado siquiera al periódico de la universidad.

El hecho de evaluar a las mujeres de acuerdo con su apariencia o llamar a una de ellas “Encías” no es lo mismo que ejercer violencia sexual, pero esas actitudes pueden conducir a ella, de acuerdo con un estudio publicado en mayo pasado en la revista Violence Against Women.

Los investigadores descubrieron que los atletas varones universitarios suelen ser más proclives a desestimar las situaciones que podrían considerarse violación o ataque sexual que aquellos que no son atletas, y que esos mismos atletas admitieron haber presionado o forzado a otras personas a ejercer una actividad sexual no deseada más que aquellos que no eran atletas, lo que sugiere que las actitudes son un factor de riesgo para cometer violencia sexual.

“A los atletas se les separa en sus propios dormitorios, comen juntos, practican juntos, viajan juntos, reciben clases juntos”, afirma Belinda-Rose Young, autora principal del estudio, quien lo llevó a cabo como investigadora de la Universidad del Sur de Florida. “Cuando una persona está inmersa en esa cultura, en ese ambiente, con el paso del tiempo, esto tiene un efecto en sus actitudes y en sus creencias”.

Katherine Redmond Brown dice que ha experimentado de primera mano los peligros de las charlas de vestidor. En la década de 1990, presentó una demanda judicial basada en el Título IX de las Enmiendas a la Ley de Educación de Estados Unidos contra la Universidad de Nebraska debido al manejo que hizo esa institución de su queja de ataque sexual contra un jugador de futbol en la escuela. (El Título IX es la ley federal que prohíbe la discriminación sexual en programas educativos que reciben financiamiento federal).

“Cuando estudiaba en Nebraska, me enteré de las charlas de vestidor acerca de mí”, dice. “[Eso] me llevó a tener que eludir conductas más agresivas ejercidas por las mismas personas en ese vestidor”.

Brown y la Universidad llegaron a un acuerdo en la demanda, y ella siguió adelante para fundar la Coalición Nacional contra Atletas Violentos, una organización de defensa y prevención para las víctimas. Cerca de dos décadas después, espera que las sanciones recientes signifiquen que las escuelas comienzan a tomar más en serio ese tipo de conductas.

“Anteriormente, esto era visto como ‘Ah, es parte de nuestra cultura. Los chicos siempre serán chicos”, dice. “Lo que esas escuelas están haciendo [ahora] es indicar que ese lenguaje y esas sanciones son precursores de algo más grande”.

Sin embargo, los defensores de la libertad de expresión no están muy convencidos de que el lenguaje ofensivo conduzca a ejercer la violencia física, y les preocupa que sanciones como esas establezcan un peligroso precedente.

“Cada vez que una universidad toma medidas enérgicas contra la expresión estudiantil”, señala Harris de FIRE, “prepara el camino para que otras escuelas lo hagan”.

Aunque la Primera Enmienda, que protege la libertad de expresión, no se aplica necesariamente a las instituciones privadas, Harris señala que los códigos estudiantiles de esas escuelas afirman proteger dicha libertad. Por ejemplo, las reglas de Columbia, indican que la escuela “no limita la discusión debido a que las ideas expresadas podrían considerarse ofensivas, inmorales, irrespetuosas o incluso peligrosas”. (La familia de DeVos, la nominada para dirigir el Departamento de Educación, posee una fundación que ha donado al menos 25 mil dólares a FIRE. La organización patrocina una demanda pendiente contra dicho departamento debido a sus guías sobre ataques sexuales).

Es probable que los mensajes privados que no se envían con la intención de que sean vistos por las personas de las que tratan no constituyan acoso o incitación, de acuerdo con Harris, y las escuelas pueden educar a los atletas acerca del tema sin censurarlos o castigarlos.

Aun así, “una gran cantidad del discurso no protegido es poco comprensivo”, afirma, “No pienso que las instituciones que afirman valorar la libertad de expresión tengan carta blanca para emprender acciones contra atletas estudiantes por lo que dichos estudiantes consideraban como comunicaciones privadas”.

De otra manera, añade, “tendremos una pendiente resbalosa y sin esperanzas”.

 

 

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek

 

 

 

 

“Las universidades, incluidas las públicas, tienen una mayor libertad para regular la conducta de sus atletas… Pero pienso que cuando comienzan a hurgar en las comunicaciones que los estudiantes sostienen de manera privada o en grupos pequeños, en realidad están traicionando su misión como instituciones libres y, como he dicho, actúan casi como un estado totalitario”.

Samantha Harris

Vicepresidente de investigación sobre políticas de la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación

 

“Reconocemos que la libertad de expresión es un valor fundamental para la comunidad universitaria y para nuestra nación… Sin embargo, los mensajes de texto grupales que han salido a la luz no satisfacen los estándares de conducta que esperamos de nuestros atletas estudiantes”.

Universidad de Columbia

Comunicado

 

“Ciertamente, en el mundo deportivo, a las mujeres se les considera como ciudadanas de segunda clase… También concedemos a nuestros atletas varones una tremenda sensación de poder, una tremenda sensación de control y probablemente una sensación aún mayor de merecimiento”.

B. David Ridpath

Profesor asociado de administración deportiva de la Universidad de Ohio