DÍA DEL NIÑO / Un 30 de abril, el festejo desde casa

Alma Soto
30 abril 2020

"Para algunos menores será divertido experimentar algo diferente. Para los más grandes será doloroso no poder festejar con sus amigos, de quienes pronto se separarán para tomar caminos diferentes"

MAZATLÁN._ Al otro lado de las puertas y las ventanas de las casas, están los seres humanos más pequeños, aquellos para quienes hasta asomarse a la calle está prohibido desde que el 23 de marzo se decretó la suspensión de clases ante la Emergencia Sanitaria por SARS-CoV2. Son los niños.

Ellos vivirán el 30 de abril en el encierro. Para algunos será divertido experimentar algo diferente. Para los más grandes será doloroso no poder festejar con sus amigos, de quienes pronto se separarán para tomar caminos diferentes.

TRISTEZA Y DESESPERANZA

Kamila no puede ocultar su tristeza. Este sería su último festejo del Día del Niño, el próximo año ya estará en Secundaria y por tanto será oficialmente adolescente.

Su mamá le pasa un vaso con agua para que pase las lágrimas que no alcanzan a salir de sus ojos, pero le ahogan la voz.

Entiende que debe estar confinada en su casa para evitar contagiarse de Covid-19. Ansía el día que deba salir a la calle, pero también lo teme.

Sus papás, José Evaristo y Karla Elizabeth, pidieron una alberca inflable que esperan llegue a tiempo para realizar un festejo íntimo, de tres hermanos en el patio de su casa para que el día no pase desapercibido.

“Pero no es lo mismo, no estarán mis amigos, no iré a disfrutar la kermés de la escuela, tendré una fiesta con mis hermanos, pero no estarán mis primos, mis amigos a los que tanto quiero, ni siquiera mi vecina, que es mi mejor amiga”, señala Kamila.

Son los niños del encierro. Son los niños que están padeciendo, paradójicamente, que se les proteja de una pandemia que marcará para siempre el 2020: el Covid-19.

Kamila Elizabeth y sus hermanos, Gabriel y José Carlos Corrales Osuna, son parte de los 101 mil 142 niños de 0 a 14 años que registra en Mazatlán el Censo Intermedio de 2015, y que, desde el 23 de marzo pasado están confinados en sus casas como una medida para disminuir el contagio de coronavirus.

Y cuando ellos esperaban regresar a clases después de la Semana de Pascua, el 20 de abril, el plazo se alargó hasta el 1 de junio.

“¡ABURRIDO!”

Gabriel tiene seis años de edad, toma clases de primer grado y cuando se le pregunta cómo se siente, inmediatamente grita la respuesta.

“¡Aburridooooooo!”, expresa.

Lo único que le quita la sensación de encierro y aburrimiento es jugar con su perrita, Kira, pero después, vuelve a la ansiedad.

“Juego con mis hermanos, aunque Kamila no quiere jugar a las escondidas, mi papá me está enseñando a jugar dominó”, comenta mientras nos muestra su última creación: el Gusanito Pérez, un gusano que realizó de tarea para la clase de Educación Artística.

Explica que lo pintó primero con los colores primarios: rojo, azul y amarillo. Después mezcló amarillo con rojo para hacer el naranja, el azul con amarillo para crear el verde y el rojo con el azul para hacer el morado, le puso antenitas con un limpiapipas y ojos.

Es muy creativo. Hace cara de pez cuando explica que en el parque de su fraccionamiento hay un estanque con peces. Y ladra. Y asegura que es un velociraptor, su dinosaurio preferido. Ama las plantas y muestra una semilla de aguacate que germinó en algodones.

“Me los tumbó la cuarentena”, dice de los dos dientes que le faltan. Sus amigos no lo han visto molacho y cree que no lo harán porque ya le están creciendo de nuevo.

Gabriel extraña a sus amigos y a su maestra. Reconoce que no se portaba muy bien en la escuela, bueno, en ocasiones sí, pero se divertía mucho.

Con el regreso virtual a las clases, se agobia con las tareas. Le falta hacer la de inglés.

Su hermano José Carlos llega como bólido y salta sobre él. Inician una lucha que termina entre risas.

José Carlos tiene 4 años de edad y es pura risa. Él no parece aburrirse.

Gabriel todavía está enojado con su hermano porque pintó a Kira, de rojo y azul. Y cuando intentaron quitarle la pintura se le cayó el pelo y le dolió.

Entre los tres han hecho tantas travesuras que Kamila reconoce que casi terminan con los adornos de la decoración de la casa.

--¿Y los han castigado por eso?

--No, no nos han castigado ningún día desde que estamos encerrados--, señala.

El castigo es, para ella, no poder abrazar a sus abuelos, a su familia, a sus primos.

Señala que en ocasiones hace videollamadas con sus amigas, pero no hay mucho que contar porque ya no hacen cosas juntas, no se pueden reír de sus aventuras compartidas.

“Cuando me digan que ya pasó todo, que podemos salir a la calle sin temor a contagiarnos, voy a correr a casa de mi mejor amiga, que es mi vecina, y la voy a abrazar, la extraño mucho, hasta voy a llorar”, expresa con voz temblorosa.

Y es que ya va en Sexto Grado de primaria y con sus compañeros ha compartido de todo a lo largo de estos años, desde que la apoyaron como porra cuando participó en el concurso de Reina del Día del Niño y desfilaron con ella por el Malecón.

“Con todo esto de la pandemia he aprendido a valorar más a las personas. Ya quiero correr y abrazar a todos”, comenta.

En estas fechas, dijo, además de la fiesta del Día del Niño, en su escuela estarían preparando la obra de fin de cursos, en la que ella siempre participa como bailarina. Este año no será así.

Kamila ansía regresar a la vida normal. Pero lo teme. Teme que el virus no se vaya del todo y se pueda contagiar. Teme enfermar o que alguien de su familia lo haga porque ni siquiera habrá despedida.

IVANNA, LA CONSEJERA

Apenas tiene 7 años de edad y ya es la consejera de la familia. Tiene frases para todo y reglas para hacer la vida más llevadera. Ya quiere que termine la contingencia sanitaria, pero si se tarda un poco más no le importa permanecer varios meses en casa.

Ivanna Marín Sánchez reconoce que le fascinan las Matemáticas, pero no el español, a pesar de ello su lenguaje es fluido y sus expresiones la hacer parecer una niña mayor.

Su mamá le pide que se pare para que veamos su estatura. Es pequeñita.

“Soy la más bajita de mis amigas, pero todos dicen que cuando hablo parezco una persona mayor”, ríe Ivanna.

Y es que es amante de dar consejos. Su hermano, Fernando, es su objetivo principal.

“Él es deportista, todos los días iba a entrenar en el equipo de futbol y los sábados y domingos nos las pasábamos en sus torneos y campeonatos, por eso, ahora que no puede salir, grita y se desespera, entonces yo le digo: todo es paso a paso, cálmate, porque si no lo haces nada va a salir bien”, expresa.

Y entre risas, comenta que sus abuelos, Titos, como les dice, también están entre sus clientes.

Dice que su Tita siempre está hostigando a su Tito para que no olvide tomarse sus pastillas.

“¿Ya te tomaste las pastillas? ¿Ya te tomaste tus pastillas? ¿Ya te tomaste tus pastillas? Todo el día le está preguntando, hasta que enfada a mi abuelo, entonces le digo, Tita, mi Tito no es un niño, es un adulto y es su responsabilidad tomarse sus pastillas. Y a mí Tito, al revés, le digo que no debe depender de mi Tita para recordar tomarse sus pastillas”, señala.

Y las máximas las aplica para ella misma, cuando una situación, como el encierro, la agobia: respira, se calma, toma agua.

“A todos les digo que debemos seguir tres reglas de oro en nuestro actuar: no lastimar a nadie, no romper cosas, no lastimarse a sí mismo. Si lo hacemos, todo nos va a salir mejor”, declara.

Ivanna está consciente de que se vive un problema de salud, por eso se cuida y prefiere estar en casa, aunque extraña a sus amigos, a sus abuelos, a su familia.

“Estamos encerrados por esa enfermedad que es muy contagiosa y en algún momento les va a dar, algún día, para que no nos dé tan fuerte nos tenemos que cuidar, la maestra no nos ha platicado mucho del tema, ella trata de calmarnos, pero mi mamá sí me dice que debemos cuidarnos mucho, por eso, cuando nos traen algo de la calle, o cuando ella sale, yo corro a mi habitación hasta que todo esté desinfectado”, dice.

Ha aprovechado el tiempo de encierro para pintarse las uñas, ahora que su maestra no la puede regañar, para dibujar.

Hoy hizo una tarjeta para su mamá. Le incluyó un corazón, porque la ama, un panda y un perro, porque son los animales preferidos de su mamá, un gran árbol y pasto de colores.

Pero también, junto a su hermano y su mamá vio un tutorial para pintar monstruos de un solo ojo.

Ha leído mucho, y le ayuda a su mamá en la cocina. Ella es la encargada de preparar el agua de frutas para la comida, ya sabe hacer galletas y empanadas.

Reconoce que antes no pasaban tanto tiempo juntos, ahora hasta juega videojuegos con su hermano, quien nunca quería estar con ella.

Se imagina que cuando salga de nuevo la Ciudad será más bonita, con calles limpias y playas hermosas.

Quiere ir a jugar en la arena porque no le gusta meterse al mar. Y bañarse en la alberca de su amiga. Quiere salir a abrazar a sus amigas, pasear en bicicleta por el parque y recorrer la zona de columpios y juegos, aunque ya estén rotos.

“Sinceramente extraño a dos amigas más, Lilian y Jimena, también una que se llama Lía vamos al parque y jugamos a los congelados, o así, a los quemados”, dice.

No recuerda muy bien su última fiesta del Día del Niño, solo que los dejaron jugar en la escuela todo el día, sin ponerles trabajo. Estaba en Preescolar, hoy en Primer Grado de Primaria.

Señala que hace mucho tiempo que entró a la Primaria, pero no le ha tocado festejar un Día del Niño, por lo que va a ser una experiencia nueva, aunque igual de divertida.

Explica que la maestra les pidió que para la clase, que es por videollamada, se pongan disfraces, sin máscara para saber quiénes son, o peinados locos, o las dos cosas.

Pero ella decidió ponerse una ropa muy bonita que le compraron para la ocasión y quizá se haga una trenza. Será una fiesta virtual con sus compañeros de casa.

No sabe cómo lo festejará su familia. Aunque hace unos días tuvieron una celebración muy bonita por el cumpleaños de su hermano.

Le organizaron un desfile de pancartas. Los papás de sus primos y amigos los pasearon frente a su casa con carteles de felicitación, nadie se bajó del carro, pero todos lo felicitaron a distancia.

“Se divirtió mucho, yo también pues pude ver a mi familia, las vi y nos gritamos y así”, expresa.

Ivanna es feliz en los cuatro muros de su casa. Ya quiere volver a su vida normal.

“Pero no me importaría quedarme un poco más, ¡Ay, no manches, yo me puedo esperar!”, manifiesta.

“Rezo en la noche y le pido al Niñito Jesús que todo termine”, remata.

LA ORGANIZADORA DE ACTIVIDADES

Ivanna Eilyn planea la fiesta del Día del Niño. Será toda una aventura, un día sin tecnología, lo llama ella. Y le emociona porque podrá salir de una casa, aunque tenga que meterse a otra.

“Es que desde que empezó la pandemia mi mamá no nos deja salir ¡ni a la banqueta!”, se queja.

Tiene organizada paso a paso de la fiesta, en la que no solamente están incluidas ella y su hermana Renata, de 7 años de edad, ella tiene 8, sino a sus hermanas mayores Karla Marlene y Lilian Vanessa, de 22 y 24 años de edad, y a sus papás.

“Tengo una tía que no vive en Mazatlán, pero tiene una casa en El Cid, nos la prestó para que celebremos la fiesta. Va a ser una acampada, pero en el jardín, va a estar prohibido entrar a la casa, bueno nada más para usar el baño”, comenta.

Su hermana mayor les horneará cup cakes para que entre todos los decoren durante la acampada, los van a colocar en una mesa que ella tiene en el jardín y se van a llevar. Van a colocar colchones inflables y quizá a construir casas de campaña para ella y sus hermanas y para sus papás.

“Va a ser una aventura, porque hay una cascada con rocas, las vamos a escalar, pero, sobre todo, se trata de convivir, de no usar ni celulares, ni tablets, ni nada de tecnología. Va a ser un amanecer muy bonito, con olor a plantas, será la primera vez que hagamos una acampada”, expresa.

Y de última hora se le ocurre que quizá puedan hacer slime, tienen material suficiente para fabricarlos, aunque también tienen muchos que compraron en oferta antes de la contingencia para regalarlo a sus amigos cuando van a fiestas, pero como se vino la contingencia y ya no hubo fiestas.

Su mamá, Marlene Osuna, asegura que en su casa están prohibidos los slimes porque los dejan pegados por todos lados, pero en la contingencia ha sido un poco más flexible.

A Ivanna le emociona planear la fiesta, le da algo en qué pensar ahora que debe estar enclaustrada.

Reconoce que ha salido con sus papás cuando van a surtir la despensa, pero como no las dejan entrar a las tiendas, ella se queda en el carro junto a su hermana.

Y como buena creativa que es, le encontró un uso diferente al gel antibacterial.

“Como nos quedamos solas mi hermana y yo en el carro, si veo que se acerca un ladrón, le tiro el gel a los ojos para que no pueda ver”, explica.

Ivanna y Renata toman clases de 8:00 a 14:00 horas a través de una videoconferencia. Pero asegura que no es lo mismo, extraña el contacto con sus amigos, salir a corretear en el recreo, jugar a las escondidas o las atrapadas, abrazar a sus amigas.

Sobre todo extraña a Sara, con quien ha compartido sus juegos desde el jardín de niños.

Extraña salir a los centros comerciales y a los restaurantes de niños donde puede subirse a los juegos.

No se aburre en casa, hace tic toks con sus personajes favoritos, juega con sus barbies, hace mucha tarea y comparte muchos momentos con sus hermanas, sobre todo con Renata, que es la menor de todas.

Pero quiere columpiarse con Sara en el parque. Quiere salir otra vez.

“Me va a dar gusto cuando salga, pero también miedo, mi mamá nos dice que respiremos profundo y que nos abracemos, que todo va a salir bien”, expresa.

ESTABLECER RUTINAS, LA CLAVE

El psicólogo David Covarrubias señala que todos los niños, aunque no lo digan verbalmente, están padeciendo la ansiedad del encierro.

Por ello, dice, están más inquietos, más traviesos, todo eso tiene que ver con la ansiedad.

Comenta que uno niño le dijo, ¿para qué nací si no puedo jugar?, lo que puede hablar de una frase hecha o bien de una ansiedad profunda de ese niño a la que los padres deben estar atentos.

Para el especialista de la salud mental, lo fundamental es hablar con los niños, que ya tienen más de un mes en confinamiento, y les expliquen que esta situación no quedará así para siempre.

“Deben decírselo de acuerdo a como ellos lo entienda, con situaciones que han vivido, por ejemplo, cuando llueve y hay truenos, todos nos resguardamos para que no nos vaya a caer un rayo y cuando pasa la lluvia y los truenos, podemos salir de casa sin temor; así va a pasar con el virus, se va a ir y podremos salir sin temor”, comenta.

Porque, dice, hay muchos niños que quieren salir de casa, pero al mismo tiempo experimentan miedo a hacerlo, creen que el peligro seguirá acechando.

Señala que los pequeños deben seguir rutinas que los alienten a seguir. Dormir bien, tener hábitos de higiene, tomar clases por la mañana y por la tarde permitirles jugar, no agobiarlos con tantas tareas, tener cierta flexibilidad.

El otro lado de la pandemia, dice, es el aumento de la violencia intrafamiliar.

“El encierro también obliga a los padres adictos a abstenerse de usar sus sustancias tóxicas, y descargan su frustración sobre sus hijos”, dice.

En Centros de Integración Juvenil, donde presta sus servicios, se habilitaron cuatro líneas de atención sicológica, que están disponibles de 8:00 a 22:00 horas en los teléfonos con Whats App 551 856 2724, 553 069 0030, 551 856 5224 y 554 555 1212.

Pidió a los padres de familia que tengan más paciencia con los niños, que pueden hablen con ellos de sus emociones, que les pidan dibujar pues a partir de ello se descubren muchas cosas.