Don Samuel, un papá forjado en el campo

Carolina Tiznado
19 junio 2022

Samuel Prado Espinoza forjó el carácter en sus hijas e hijo, y a pesar de la tragedia de perder a su único hijo varón, hoy apoyado por sus dos hijas saca adelante su rancho

ESCUINAPA._ El campo y el sol forjaron su cuerpo, pero su carácter se ha mantenido apacible para sus hijas, así que don Samuel Prado Espinoza solo pide tiempo para ver crecer a sus nietas y nietos.

No esconde su amor por sus hijos Lidia, Patricia y Samuel Francisco.

Saber que sería papá le generó una gran ilusión, pero años después el corazón se le destrozó cuando su hijo Samuel Francisco falleció en un accidente, su orgullo y compañero de trabajo.

“Ser papá es un orgullo, una ilusión, uno los quiere desde que sabe que están en el vientre, mi primer hijo fue niña, fue complicado cuando nació, no me daban esperanzas, pero miré, ahí está”, dice.

Cada que nacía uno de sus hijos se preparaba para estar al pendiente de su esposa, de quedarse en las noches en la clínica y en su recuperación como apoyo.

Relata con orgullo cómo vivió esa primera experiencia al ver nacer a Lidia.

Asegura que tuvo miedo por lo complicado del parto, y al año siguiente llegó Patricia.

Al tiempo llegaría Samuel Francisco, quien se convirtió en su compañero, al que llevaba a arrear vacas, sembrar y estar pendiente de lo que se tuviera en el campo.

Aunque sus hijos son profesionistas en docencia, enfermería y criminalística, Samuel Francisco gustaba del campo, por lo que no ejerció, así que se convirtieron en compañeros inseparables.

“Cuando iba a ser papá, siempre decía que quería ‘lo que Dios me mandara era bueno’, me mandó dos niñas y un niño, pero al niño me lo quitó (después), así es la vida, la vida te da golpes duros, ese ha sido el golpe más duro, pero hay que sobrevivir”, expresa y se quiebra.

Samuel Francisco murió en un accidente hace cuatro años. Ese día la felicidad se acabó en su casa, tuvo qué cambiar sus actividades, su día a día, pues ya no estaba él, señala.

Y así sus hijas, a las que no podía mandar a arrear vacas porque es difícil o temía que les pasara algo, empezaron a ser sus compañeras, con quienes ahora siembra y va al rancho.

Los dos tuvieron que darse un espacio de su vida profesional y como madres para irse con él al campo, a poner el cerco, a supervisar la tierra.

“Una mujer no es para estos trabajos porque no pueden andar solas, tengo que estar al pendiente, pero a los hijos e hijas se les quiere igual, a mi hijo le gustaba de corazón el campo, pero así son las cosas, ahora solo quiero vida para ver crecer a mis nietos, a mi nieta, que fue lo que él me dejó”, expresa.

Sus hijas cabalgan con él montando al “Matacuás” y “El Plátano”, son su orgullo, presume, pues han llegado más allá de lo que lo hicieron él y su esposa.

Los tres aprendieron a manejar, aunque nadie en casa supiera, los tres le han dado grandes satisfacciones, a los tres los esperó con ansias e ilusión, y ese amor lo tiene presente siempre.

Don Samuel es para sus hijos un ejemplo de fortaleza, incluso en el momento más difícil de sus vidas, como fue la pérdida de Samuel Francisco.

“Mi papá, a pesar de las circunstancias, siempre nos ha sacado adelante, ha sido fuerte. Cuando mi hermano murió me dijo ‘te quiero fuerte porque vamos a sacar adelante esto’, con esa fortaleza lo despidió a él, que fueron sus ojos, su vida, su todo”, expresa Lidia.

Como hijas solo intentan verlo bien, acomodar sus tiempos y acompañarlo como lo hacía su hermano al campo.

“Ya andamos detrás de las vacas, sembrando, poniendo postes, tuvimos qué aprender, sí nos cargaba, pero mi hermano era quien estaba en eso, nosotros en nuestras carreras, pero mi papá ha sido el mejor papá del mundo”, señala Patricia.