El Clavadista, 20 metros de altura en Mazatlán que generan expectación y hasta nerviosismo

Antonio Olazábal
23 agosto 2021

Se necesita ultimar cada detalle, el viento, la marea, todo es esencial, dado que un mal cálculo pudiera significar la muerte, y es algo que ya ha pasado al menos dos veces, recuerda Jesús, líder del equipo

Francisco Maldonado mide el aire, está a punto de lanzarse desde el ‘Clavadista’, en la Glorieta Rodolfo Sánchez Taboada. Unos 20 metros lo separan del agua, decenas de turistas esperan impacientes a que se lance, algunos, incluso, lo arengan, lo retan.

Le dicen que no lo hará, o que para qué la hace tanto de emoción, pero ellos no saben que hasta la más mínima corriente de aire es crucial a la hora de lanzarse a las olas, donde a unos pocos centímetros se encuentran piedras que están a la vista de todos.

Luego de casi cinco minutos, Jesús se avienta, hay quienes gritan, “no mames, cayó bien cerca de la piedra”, dice un joven que nunca dejó de grabar con su celular, uno al ver el clavado en vivo piensa algo similar, pero al ver la repetición del video se ve que realmente no cayó tan cerca de las rocas, y que de principio a fin, el clavado estuvo totalmente calculado.

Jesús Ernesto Mejía García, es el líder de los clavadistas que a diario se lanzan en la Glorieta Rodolfo Sánchez Taboada, accede a dar una entrevista, y de hecho, parece que le gusta hablar ante los micrófonos, dice que ya lo han entrevistado de la radio, televisión y muchas páginas, pero al ponerle la grabadora, se ve que le gusta que le preguntan de lo que hace, y él sin más, contesta cada una de las preguntas.

“Nosotros somos los clavadistas de aquí de Mazatlán, a eso nos dedicamos nosotros, yo ya tengo 26 años haciendo este espectáculo, es de lo que vivimos nosotros, de lo que vive mi equipo, yo también, de los clavados”, comparte.

A Jesús se le pregunta sobre los riesgos, él los conoce, sus compañeros lo conocen, un mal cálculo y alguien podría perder la vida, de hecho comparte que han muerto dos compañeros ahí en el Clavadista, uno hace 16 años, y otro más cuando él aún no formaba parte del equipo, pero son tragedias que nunca se olvidan, y que siempre están en su mente a la hora de aventarse desde las alturas.

“Si te das cuenta, son 60 pies, 20 metros de altura, y de profundidad son tres metros, a veces son dos metros y medio, a veces son un metro y medio cuando es el invierno, que son las mareas más bajas, pero todo el año lo hacemos, en marea baja, marea alta, marejadas, aires fuertes del sur, del norte”, subraya.

“Fíjate que sí es peligroso, cada clavado arriesgamos la vida, hemos perdido dos compañeros, dos amigos han perdido la vida haciendo esto, y nosotros el día de hoy nos cuidamos mucho, entre nosotros nos cuidamos”, añade.

Del equipo, él es quien tiene más experiencia en esta ocupación, pero aún así, reconoce que cada salto se hace pensando en que pudiera ser el último, y el tener eso siempre en mente, hace que a la fecha, tomen sus precauciones, pero también se encomiendan en sus creencias, la espiritualidad es importante en este trabajo.

“Todos los días tenemos la costumbre de orar y tomarnos de las manos todos, darle gracias a Dios, por la vida, por la salud, ahí le pedimos que nos cuide, que nos ayude en cada clavado”, señala.

El líder de los muchachos, detalla que es peligroso lanzarse, pero también, el no estar seguro de hacerlo, recuerda que hace más de un mes se hizo viral un video en redes sociales de un joven que cayó de mala manera al querer aventarse, aunque afortunadamente no pasó a mayores, es un recordatorio de lo peligroso de este oficio.

“Ese muchacho a la hora de aventarse se quiso arrepentir, pero el peso de su cuerpo ya le había ganado, estaba un poco pasado de peso”.

-- ¿Trabajaba con ustedes?

“Aquí en Mazatlán somos una sola unión, pero estamos divididos en dos equipos, y ese muchacho, Juan, trabaja en el otro equipo, aquel es un equipo, este es el más viejo, y yo soy el líder, y en el otro equipo el líder se llama ‘Chon’ y ese día estaba un poco fuerte el aire”.

Es por eso que Francisco, el joven que fue el que se tardó en aventarse minutos antes, se toma su tiempo en cada clavado, aunque la gente lo entusiasme a que se lance rápido, él tiene que esperar, esperar a que el viento sea el más adecuado, que las olas sean las más adecuadas, todo tiene que ser perfecto, a la hora del salto.

Es inevitable que no haya aire, lo ideal para nosotros es que no hubiera aire, pero nosotros hemos aprendido a trabajar con el aire del norte, del sur, y también hemos aprendido a tirarnos con fuertes aires, pero lo más complicado es cuando lo tenemos de frente”, explica Jesús.

“Este acto peligroso que hacemos, este espectáculo tan bonito y peligroso a la vez, requiere de muchísimos años de práctica, están los factores que ya hablamos, el comportamiento de las olas, las mareas, la salida de las piedras, abajo son puras piedras”, añade.

De momento en el equipo son seis los clavadistas, Sergio Estrada, Ernesto Mejía, Jorge López Díaz, Francisco Maldonado, Juan Ramón Espinoza, Enrique Espinoza; Jesús es el líder de ellos.

Él agradece todos los días el llegar a casa al final de la jornada, pero reconoce que a diario pasan accidentes, afortunadamente no de gravedad, pero es algo habitual, aunque no tienen de otra, es lo que paga las cuentas, dado que es lo único que aman hacer, y de lo que quieren vivir toda la vida.

Han habido descalabradas, erizadas, golpes con las piedras, precisamente ayer las olas aventaron a las piedras y quedó con una herida de casi cinco puntos, es como cualquier rasponcito para nosotros”.

-- ¿Ustedes solo se dedican a esto?

“Este es el único ingreso que tenemos para la familia, pero gracias a Dios aquí estamos desde las ocho de la mañana hasta las diez u once de la noche”, dice.