Helena Solveig Larsen Ayala, una mujer con propósito

Alma Soto
08 marzo 2021

La actual líder de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación dirige una empresa de comunicaciones que va en ascenso, lleva su casa y cría un hijo pequeño

Ella no para. Cada minuto de su día tiene un propósito y lo aprovecha y lo disfruta. Su tiempo lo dedica a su familia, a su empresa, al organismo camaral que dirige y a sí misma.

Porque, asegura, nadie puede tener equilibrio si no se dedica tiempo a sí mismo.

Es Helena Solveig Larsen Ayala, una mujer de retos, una mujer de resultados.

“Cuando llegó el tiempo de estudiar una carrera, yo quería Ingeniería Industrial, me gustaba ver las fotos de la gente con los cascos, las botas y dije: yo quiero, y en Mazatlán no había una carretera de ese tipo, mi mamá me sugirió conocer universidades fuera, pero me asusté un poco por el tamaño de la Ciudad de México y Guadalajara, dije no, me da miedo”, comenta.

Regresó a Mazatlán y buscó una carrera que podía ser como tronco común y fue al Instituto Tecnológico de Mazatlán, donde estaba la carrera de Ingeniería en Electrónica, su papá había sido maestro de los maestros que en esos momentos estaban ahí, y le fue fácil entrar.

“Cuando llegué al cuarto, quinto año de la carrera ya no me quería salir, ya no quería tomar una ingeniería industrial”, dice.

No fue fácil obtener el éxito, pero el primer fracaso no la derrumbó, al contrario, la hizo más fuerte.

Helena Larsen recuerda que regresó de Querétaro, luego de dejar una empresa dedicada a la maquila de pantalones, donde tenía un puesto de jefatura, con 30 personas a su cargo.

Pero no le gustaban las condiciones laborales. Había discriminación laboral, no contra ella, sino con los empleados sindicalizados, cosa que, por congruencia con sus principios, no soportó.

Por ello decidió regresar a Mazatlán y se incorporó a la empresa de su papá, de la que no conocía mucho, y empezó a trabajar ahí.

En ese tiempo, comparte, atendían barcos en el área de radiocomunicación y empezaban a incursionar en las redes inalámbricas, de la que fueron pioneros.

“Esta parte me gustó mucho y empecé a implementar otras cosas para que se vendieran, empecé a tomar cursos y diplomados... y llegó un día en que mi papá me dijo que ya se quería retirar y me entregó las llaves del negocio, ‘es tuyo’, y yo le respondí que no estaba lista, pero se fue porque quería dedicarse a los rotarios, a ayudar gente, y mi mamá dijo que ella le ayudaría a él”, comenta.

Un año después, el negocio casi lo llevó a pique.

Reconoce que no fue nada sencillo, y llorando le comentó a un amigo que cerraría el negocio que por muchos años fue de sus padres.

EL EMPUJÓN QUE NECESITABA

Hablar de la situación le sirvió para liberarse de la tensión.

“¿Estás segura que no puedes?”, fue la pregunta de su amigo que le abrió los ojos, le dio el empujón que necesitaba para animarse a seguir adelante.

“Es cierto, sí puedo”, se dijo a sí misma, y seis meses después había saldado cuentas y dos años más tarde ya. Había logrado el punto de equilibrio para empezar a salir adelante.

Reconoce que le avergonzaba a sus padres lo mal que estaba la situación y no les comentó nada en ese momento, sino hasta que logró el rescate.

Consiguió contratos con toda la ciudad de Mazatlán y Durango, con proyectos que salvaron el negocio.

“Logramos llevarles hasta El Palmito, donde está el Puente Baluarte, Internet, tenían cámaras para ver el proceso del puente ellos mismos, y Presidencia (de la República), la SCT, Cemex, nosotros nos encargamos de instalar absolutamente todo, para ello hacíamos un viaje diario porque no había hospedaje, eran entre 2 y 3 horas de ida e igual de regreso, pero eso hizo que se levantara la empresa”, dice con orgullo.

Los proyectos, comparte, incluyeron desde la obtención de energía a través de páneles solares, se toparon con deslaves, animales, bichos, víboras, pero la experiencia fue muy satisfactoria, sobre todo saber que gran parte de la tecnología de la Súper Carretera Mazatlán-Durango, sobre todo en los centros de control, la instaló su empresa.

Luego se promovió entre las empresas del Aeropuerto Internacional Rafael Buelna, primero entraron con Aeroméxico, luego OMA, que administra todo el aeropuerto, y les fueron llamando.

“Actualmente estamos trabajando en varios aeropuertos y le trabajamos a Aeroméxico a nivel nacional, hemos hecho un gran trabajo porque no tenemos publicidad, todos los clientes son de boca en boca, nos recomiendan, me ha tocado diseñar los centros de operación y emergencia de tres aeropuertos distintos”, dice.

Helena Larsen Ayala señala que el trabajar por recomendación de otros clientes genera un mayor compromiso, porque se tienen que cubrir las expectativas que se generaron.

Hablar con la verdad y enmendar los errores, aunque ello implique que la empresa no gane con un contrato, es lo que le ha permitido cumplir con lo que los clientes esperan de ella y de su empresa, considera.

CANACINTRA ES CASI SU SEGUNDA CASA

Para Helena Larsen Ayala estar al frente de Canacintra es una consecuencia de haber estado siempre ahí. Su papá, Brad Larsen, siempre fue parte del Consejo Directivo, en tiempos cuando la convivencia de los socios incluía a toda la familia, por lo que prácticamente creció entre ellos.

Fue parte del Equipo Juvenil de Canacintra, integrado por hijos de socios, y les ofreció clases de dicción, teatro, modelaje, para que desarrollaran Nuestros Talentos Canacintra.

Y es parte de la directiva desde que Carmen Osuna la invitó a ser vocal, luego fue vicepresidenta con Rodolfo Madero, secretaria con Mario Uribe, Francisco Villa y Emilio Noé Hernández, y es presidenta por segundo periodo.

“Ahorita por el giro de la empresa que yo traigo, hemos estado dándole un giro a la cámara para irla tecnificando, apoyando a las empresas en la digitalización y eso ayuda al empoderamiento de cada una de ellas, pues como vimos ahora en este 2020 que nos dio un trancazo y una ubicada en la realidad, si no nos digitalizamos ya no estamos presentes en el mundo”, expresa.

Considera que es indispensable, en todas las actividades que se realizan, confiar en los colaboradores y delegar.

Le costó trabajo soltar, pero lo ha logrado, de vez en cuando hace supervisiones sorpresa, y si se equivocaron, les explica para que de ese momento en adelante no se cometa el mismo error.

UNA MUJER CON MUCHAS PASIONES

Helena Larsen Ayala asegura que la pasión no es una sola cosa, en su caso, a ella le fascina cocinar, le encanta ser mamá, le gusta la fotografía, lee poemas, de vez en cuanto se pone a pintar, ver películas.

Y eso lo logró por el apoyo de sus padres, que, por un lado, la encaminaron a la ciencia y la tecnología y por el otro a las artes y la cultura.

Considera que las mujeres tienen la capacidad de ser multitareas, por ello pueden combinar la vida laboral con la vida de hogar y el tiempo para sí mismas.

“Es complicado, no digo que de repente quisiera salir corriendo y dejar todo, pero hay ciertas cosas que al ser humano le pueden ayudar: tener seguridad en uno mismo, tener tiempo para ti porque primero deben de cuidar de ti para cuidar de los demás”.

Ella se dedica tiempo desde las primeras horas del día. Se levanta a las 5:30 horas y practica Zhinen Chi Kung.

La de llevar una dieta balanceada y organiza su día desde temprano.

Dice que practica una filosofía en la que se dice: la vida es como un árbol de Navidad en el que no se pueden colocar todas las esferas al mismo tiempo, cada cosa requiere que se le dedique tiempo.

Hoy, tiene un hijo de tres años de edad y disfruta cocinar con él, hacer huevos, brawnies, cosas así para divertirnos y para enseñarle, porque los niños necesitan conocer de diferentes actividades.

A los 7 años de edad, Helena Larsen Ayala construyó su primer radio. Lo hizo con ayuda de su papá, usaron una bobina, unos cables y una bocina con la que lograron sintonizar estaciones AM y FM. Luego aprendió a hacer sus propios videojuegos porque su papá le compró una computadora, a los 9 años de edad, y la metió a clases de programación, en lugar de comprarle el juego que ella quería.

Ese empujón de sus padres, dice, la volvió una mujer independiente, que pudo elegir lo que quería de entre toda una gama de actividades que desarrolló.

“Yo agradezco a mis papás porque me permitieron hacer de todo, tuve hasta un criadero de renacuajos, cultivos raros de nopales, hice de todo, me subía a los techos, jugué beisbol, basquetbol, atletismo, intenté surfear, andar en bicicleta, no me funcionó, puedo decir que en esta vida he hecho de todo, me falta tirarme de un paracaídas y rapelear, he escalado montañas, me he subido en barcos”, puntializa.

LAS CLAVES DEL ÉXITO

Para Helena Larsen Ayala, las claves del éxito no vienen de una sola fuente.

El apoyo que los padres brindan desde la niñez, guiando a sus hijos por toda una gama de actividades, les permitirá, al momento de tener que elegir, qué es lo mejor para ellos, no lo que sus padres les impusieron, sino las ventanas que les abrieron al mundo.

La organización es imprescindible para lograr los objetivos diarios.

Priorizar las actividades, hacer primero las que requieren menos tiempo permitirá que se tenga tiempo suficiente para las que son importantes y requieren mayor atención.

Dedicarse tiempo a uno mismo, pues nadie puede cuidar de los demás si no se cuida a sí mismo.