Joel Díaz Fonseca, una vida de periodismo
"Tras 36 años de ininterrumpida labor periodística en Grupo Noroeste, Joel Díaz Fonseca se retira de su cargo, tras su jubilación de la casa editorial que lo vio nacer y a la que seguirá perteneciendo siempre"
Ariel Noriega
Joel Díaz Fonseca llegó a este mundo en la ciudad verde de Colima, cobijado por siete hermanos. Una familia enorme que lo acompañaría en cada uno de los pasos de su vida.
Colima no fue mucho tiempo su casa, cuando apenas contaba con tres años de edad, sus padres decidieron mudarse al puerto de Manzanillo; como si su vida estuviera ligada al mar, los puertos siempre le darían un hogar.
Callado, aquel niño largo y serio podría dar una imagen equivocada, porque a la menor provocación soltaba una andanada de bromas blancas, el humor que conformaría parte de una personalidad transparente.
Habitó un Manzanillo que se podía recorrer a pie, siempre viendo el mar, tiempo de un México tranquilo donde se bajaba a unas playas todavía limpias de grandes hoteles y donde bastaba una pequeña pandilla para armar una fiesta en la arena.
Una época llena de necesidades le brindaba pocas oportunidades, pero las que se cruzaron por su camino le permitieron construir una vida marcada por la honestidad y el buen juicio.
A los 12 años tuvo el valor de dejar a su familia y su primer puerto para regresar a su ciudad natal, para formarse en el Seminario Diocesano de Colima, ahí estudió la secundaria y la preparatoria, y se preparó para lo que podría ser una vida dedicada al sacerdocio.
Amante de la música, Joel se enroló en una estudiantina que lo llevaría incluso a grabar un disco, pero su recuerdo más extraordinario de esa época es un viaje con el grupo desde Colima a la Ciudad de México, donde la estudiantina se presentó en un concurso nacional, transmitido por televisión.
El programa "Estudiantinas que estudian", muy popular en la época, medía los conocimientos de los jóvenes y los hacía competir cantando melodías que se practicaban durante meses.
Su familia lo vio cantando por televisión, pero él recordaría con mayor entusiasmo aquel viaje en grupo a la capital, la aventura, el sabor de la libertad, compartir la comida, dormir a un lado de la carretera, la camaradería, la amistad. En el seminario estudió tres años de filosofía y uno de teología antes de llegar a su año de "magisterio", un tiempo destinado para que los jóvenes que aspiran a convertirse en sacerdotes evalúen la intensidad de su vocación para servir a Dios.
Ese tiempo de reflexión ocurrió en Tonaya, Jalisco, un pueblo construido alrededor de una iglesia blanca de un solo campanario, y frente a una plaza con un quiosco, orgullo de sus habitantes.
El año de servicio en la iglesia no lo convenció del todo y pidió un año más de permiso para tomar una decisión, así llegó a Guasave, a servir en un templo donde oficiaba Antonio, su hermano ya Sacerdote.
En Sinaloa decidió que su camino no era el sacerdocio y aceptó la invitación para convertirse en redactor del Periódico Noroeste en Culiacán. Eran los años 70 cuando Joel llegó a la casa editorial donde lo esperaba una nueva vida.
En Culiacán, además de corregir errores en las planas, dejó alguna caricatura y fue ahí donde decidió convertirse en reportero.
Cuando se abrió la posibilidad de la corresponsalía en Mazatlán, Joel se trasladó al puerto, donde comenzó su carrera como reportero; en aquellos años, cuando todavía no se fundaba Noroeste Mazatlán, comenzó a desarrollar el oficio para el que estaría destinado, también aquí conocería a la mujer que amaría para siempre.
Con Noroeste Mazatlán ya fundado, Joel se convirtió en jefe de información, su extraordinaria calidad humana y su honestidad a prueba de fuego lo distinguen en una época donde lo que más abundaba eran las plumas baratas.
Joel recorrió los hogares provisionales de Noroeste, del pequeño edificio en el Centro de la ciudad en el que nacieron hasta el sótano de una plaza semiabandonada frente a los campos de la SAHOP.
Finalmente llegaron juntos, Noroeste y Joel, a su nueva casa, ahí se convirtió en director editorial, alejado de las luces y los reflectores, siempre convencido de que su lugar era la Redacción del periódico y no los pasillos del poder.
Creyente, educado y humanista, Joel ha sido y será una de esas raras personas que logran permear a una empresa con su forma de ser, con sus principios.
Después de una vida de trabajo, Joel se convirtió en una columna de un periódico que lo recordará siempre y al que pertenecerá toda la vida.