Renace La Noria

Alma Soto
16 febrero 2021

"Historia, artesanía, gastronomía y una comunidad decidida a mejorar sus condiciones de vida sacan al pueblo de su letargo"

Dicen que la primera impresión es la que cuenta. Y desde el camino sembrado de bugambilias y agaves, los letreros que invitan a visitar tal o cual restaurante, las casas bien pintadas y los espacios públicos cuidados, todo causa una magnífica impresión.

Es La Noria, un pueblo cuyo nombre se pronunciaba en susurros y ahora surge como un importante atractivo para el turismo rural. Es sindicatura de Mazatlán y está ubicada al noreste del puerto.

El renacer de La Noria empezó con la apertura de los restaurantes, mismos que invitaban a ir a comer en familia.

Luego surgió el Tianguis Artesanal y Gastronómico, hace dos años y medio, al que se unieron los artesanos, pero también las amas de casa con habilidades para la cocina que sólo compartían con sus familias. Se convirtió en una tradición ir cada domingo a visitar, comer o desayunar y visitar el tianguis, comprar un dulce, unos huaraches, un recuerdito.

Y, finalmente, hace un año, se abrió El Aureliano de La Noria, que no solo ofrece comida, sino también hospedaje. Los visitantes ya pueden quedarse a dormir en el pueblo.

Marisol Lizárraga Lizárraga, presidenta del Comité Ciudadanos de La Noria, habla con pasión de su pueblo. Hace muchos años que ella impulsa actividades culturales en su pueblo, incluso cuando muchos de los habitantes emigraron, ella se mantuvo firme, transmitiendo conocimiento a los más pequeños.

Hoy, junto a un grupo de ciudadanos comprometidos del Comité, trabajan para reactivar al pueblo, no solo como un atractivo turístico parte del circuito El Habal-La Noria, sino para que todos se beneficien de esa actividad.

Por ello organizaron el Tianguis Artesanal y Gastronómico, en el que participan 18 artesanos, los cinco restaurantes del lugar e infinidad de puntos de venta de comida.

“Muchas de las señoras que participan en el tianguis no hacían nada los domingos, ahora ofrecen sus creaciones, ganan dinero y se motivan”, expresa Aureliano Reátiga Aispuro, tesorero del Comité.

Los artesanos

Viejas casonas albergan los talleres de artesanías. Los hombres que trabajan en el oficio de la talabartería empezaron desde la niñez y nunca dejaron de hacerlo.

Roberto Morán se siente orgulloso de ser talabartero, porque con ello continúa con la tradición de su padre.

Tiene un negocio en pleno Centro de La Noria, donde exhibe y vende sus productos, y elabora una parte de ellos para que los clientes conozcan su trabajo. La mayor parte la hace en su casa.

“Es un trabajo muy bonito, ve uno cuando los clientes observan lo que hacemos y es bonito cuando se van satisfechos, valoran lo que hacemos”, expresa.

En los últimos años, dice, hay más trabajo, quizá con mejor ingreso porque ahora los clientes son locales, regionales, nacionales y no extranjeros, a los que se les vendía más caro, están saliendo adelante.

En el taller elaboran huaraches, cinturones, bolsas y sillas de montar, en total da trabajo a seis personas.

Raúl Beltrán tiene 37 años y lleva ya 20 haciendo huaraches de correas.

Y no solo la casona en la que trabajan es vieja, lo son también las máquinas cortadoras, las de coser, las que graban los diseños. Son casi indestructibles, pesadas y fuertes.

Raúl explica el proceso para hacer un huarache: corta las suelas, los moldes para la numeración del calzado están fundidos en hierro, y son tan viejos como la maquinaria, las cose, corta las correas y luego la teje según el modelo: abanico, tapadera, ida y vuelta y arpón.

Rafael Espinoza Loaiza asegura que antes no había más trabajo que hacer huaraches en La Noria, pero no lo lamenta porque ahorita el trabajo artesanal es el que rifa.

En la misma casona hay otro taller: el de las sillas de montar.

Víctor Espinoza Loaiza comenta que el cuero para hacerlas ya no se consigue en la región, pues casi todas las tenerías cerraron, hay una en El Recodo, pero no se da abasto, por eso las traen desde Guadalajara, pero de ahí en fuera, todo el trabajo se hace aquí.

Para hacer una silla de montar se requieren muchas piezas, que se elaboran por separado: bastos, cantinas, estribos, reatas, contrareatas, látigos, argollas, todas se hacen en el taller, excepto el fuste.

Desde hace 40 años Víctor empezó a hacer sillas, y lamenta que ya los jóvenes no quieren aprender el oficio.

Le lleva dos días hacer una silla completa, y dependiendo de para qué animal sea, burro, mula o caballo, es el tamaño y la calidad con la que se realiza.

Las que son para animales de carga o de trabajo son más sencillas; las de caballo son más grandes y son más elaboradas.

“Ahorita hay mucha demanda de sillas de montar para caballo, hay muchos jinetes en la región”, expresó.

Una silla puede costar entre 2 mil 500 y 5 mil pesos. El material para todas es de buena calidad, pero el tamaño y los accesorios que lleva cada una es lo que hace la diferencia.

Un lugar para soñar

La Noria es un pequeño pueblo con grandes casonas, la mayor parte de ellas están construidas con adobes y teja, pintadas con colores llamativos. Su gente está orgullosa de sus raíces y gusta conservar la arquitectura, y no sólo la conserva, sino que la réplica.

Hasta hace un año no tenía hoteles, quienes llegaban de visita se hospedaban con familia o amigos. El año pasado abrió El Aureliano de La Noria, que combina un restaurante con un pequeño centro de hospedaje.

El lugar es el suelo de Aureliano Reátiga Aispuro, que asegura que desde hace 20 años ya tenía maquetas de lo que pretendía hacer en la vieja casona de su padre.

“Pero si ves la maqueta es muy diferente a lo que es hoy, yo pensaba en albercas y otras formas de diversión, pero conforme pasó el tiempo comprendí que la gente busca otras cosas en los pueblos”, comenta.

Su padre, dice, soñó con hacer una posada con unos cuartos, y desde entonces le nació la idea del hotel.

Reátiga Aispuro aprovechó las gruesas paredes de adobe que ya existían y las extendió para darles mayor altura.

La decoración es totalmente rústica, pero con total comodidad. La terraza es aprovechada para mesas del restaurante que tienen la vista de la plazuela y el Templo de San Antonio. En el corredor contrario hay un pequeño lobby con jaulas de aves, sillas tejidas y un viejo televisor y un radio sirven de decoración.

Riqueza histórica

La Noria, dice Marisol Lizárraga Lizárraga, tiene historias para presumir.

Frente a la plazuela hay una vieja casa que funcionaba como centro de hospedaje: El Mesón La Revancha. Se dice que en ella estuvo hospedado Porfirio Díaz, quien pasó por la región usando el camino real.

El Mesón La Revancha tenía una entrada principal frente a la plazuela y una por el costado, donde se atendía a los caballos.

Sus ruinas hablan de la riqueza del lugar, algunas de las puertas de los cuartos tienen aún los números. Todavía se advierten los portales que protegían las habitaciones, todo formaba una herradura con el patio al centro.

En La Noria nació el General Guillermo Nelson, y también hombres que lucharon al lado de Juan Carrasco.

Cuando esté planeando su próximo fin de semana, recuerde que no tiene que irse lejos de casa, La Noria es una buena opción.

El lugar es el suelo de Aureliano Reátiga Aispuro, que asegura que desde hace 20 años ya tenía maquetas de lo que pretendía hacer en la vieja casona de su padre.

 

“Pero si ves la maqueta es muy diferente a lo que es hoy, yo pensaba en albercas y otras formas de diversión, pero conforme pasó el tiempo comprendí que la gente busca otras cosas en los pueblos".

Aureliano Reátiga Aispuro

Vecino de La Noria y dueño de hotel