Accidentado, pero José Eloy llegó a Sinaloa en su marcha rumbo a la CdMx

Carlos Bojórquez
24 junio 2021

En protesta por no haber resultados en la investigación de la desaparición de su hijo, ocurrida hace seis años, en mayo inició su caminata en La Paz, Baja California, y pretende encontrarse con el Presidente Andrés Manuel López Obrador

LOS MOCHIS._ De forma accidentada, pero José Eloy Espinoza González llegó a Sinaloa en su andar hacia la Ciudad de México, en un martirio de protesta al no haber resultados en la investigación de la desaparición de su hijo.

Este jueves completó los primeros 2 mil 800 kilómetros de su ‘Marcha por la Justicia de México’, que inició el 20 de mayo en el malecón de La Paz, Baja California.

Salió de madrugada de Navojoa, y cuando estaba como a un kilómetro de Estación Don pisó un clavo que le atravesó el zapato y se le encajó en el pie, fue auxiliado por unos viajeros y lo subieron a un camión para que llegara hasta Los Mochis.

Mirna Medina, lideresa de Las Rastreadoras del Fuerte, lo recogió en la entrada de la ciudad, pues ya estaban listas para ir a encontrarlo en la carretera y acompañarlo en un tramo de su caminata.

José Eloy fue atendido en la Cruz Roja y luego llevado a las oficinas del colectivo; tendrá que descansar un par de días para retomar su andar.

EL DÍA QUE CAMBIÓ SU VIDA

José Eloy es originario de La Paz, pero en 2014 vivía con su familia en Ciudad del Carmen, Campeche, y trabajaba en una plataforma petrolera.

Su hijo Jorge Luis había concluido la preparatoria y fue seleccionado para asistir a un curso de capacitación en Tijuana como aspirante a una beca del Club de Leones para estudiar en la Universidad de Harvard. Una delegación de 16 estudiantes y dos maestros salió de Villahermosa, Tabasco, a bordo de una Urvan.

El 19 de noviembre, José Eloy recibió una selfie de su hijo desde la Caseta de Esperanza, en las inmediaciones de Ciudad Obregón, y poco después Jorge Luis se comunicó para decirle que unos agentes de la Agencia Federal de Investigaciones les estaban pidiendo 25 mil pesos para dejarlos pasar; unas horas después le depositó el dinero, pero no fue cobrado.

A partir de ese día cambió su vida. Inició una desgastante búsqueda de su hijo y una frustrante lucha con autoridades ‘indolentes’ y ‘omisas’.

“Tuve miedo de quedarme callado y no hacer justicia, porque la Fiscalía, o el Gobierno en sí, no están haciendo nada. Quieren que nosotros, como colectivos, hagamos todo lo que a ellos les pagan por hacer”, reclama.

En 2015 falleció su esposa, y desde entonces dejó de tener contacto con los padres de los otros jóvenes que desaparecieron con su hijo. También perdió su trabajo, y acusa que en Pemex se negaron a darle la liquidación que le correspondía.

“He vendido todo lo que tengo, ahorita ya me quedé sin nada. Por eso también decidí hacer esto (la marcha), porque ya no tengo nada que perder”, comparte.

UN ÚLTIMO VIACRUCIS DE ESPERANZA

José Eloy salió de La Paz con una mochila en la que carga apenas lo indispensable, una casa de campaña, y una pancarta que puede montar en su mochila para que quien lo vea en la carretera sepa el motivo de su caminata.

“Decidí hacer la marcha no sólo por mi hijo, sino por todos los desaparecidos”, dice.

Narra que durante su recorrido por el Desierto del Viscaíno pasó algunas noches en el monte, con coyotes merodeando; en las inmediaciones de Ensenada le ‘echaron balazos’; en otra ocasión intentaron atropellarlo; le han arrojado piedras y le han gritado groserías. También ha sido interrogado por cada convoy de la Guardia Nacional que se ha encontrado.

“El miedo que tengo es que no aparezca mi hijo, el miedo que tengo es que no se haga justicia en este país. No tengo otro miedo”, expresa.

También señala que ha recibido llamadas desde el Gobierno Federal para intentar convencerlo de desistir de su marcha, y dice que incluso le ofrecieron una reunión privada con el Presidente Andrés Manuel López Obrador durante una gira que haría por la región, pero se negó.

“No quiero que sea privado, que no me diga nomás a mí solo, somos cientos de miles los familiares de desaparecidos. Así que yo voy a ir a México y me voy a reunir con él, pero junto con los colectivos”, sentencia.

Durante su reciente paso por Ciudad Obregón, que coincidió con las festividades del Día del Padre, le informaron que las autoridades se negaron a mostrar los videos de la caseta de peaje donde desapareció su hijo.

Pero mantiene viva una esperanza, pues hay un indicio que no ha sido explorado: la señal del teléfono de su hijo fue ubicada por última vez en Guachochi, Chihuahua.

“Ahí, en la Caseta de la Esperanza, alguien me dijo que a todos los jóvenes que agarraban se los llevaban a Guachochi. He ido varias veces a Chihuahua, y sé que tienen a muchos jóvenes retenidos allá, trabajando”, revela.

“Tengo la esperanza de que mi hijo esté con vida, y tengo la esperanza de que el Gobierno Federal me haga el acompañamiento para ir a buscar a todos los que están allá arriba”.