AMLO y Trump

07 julio 2020

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Editorial

El Presidente Andrés Manuel López Obrador llegó al poder sin mucho margen de maniobra, con una economía saqueada, la promesa de no endeudarse, la otra promesa de repartir lo que hubiera entre los pobres y negado para ver hacia adelante, pocos recursos le quedan para hacer reflotar el barco.

Políticamente destruyó a todos sus adversarios de peso, ahogados bajo aquel “tsunami” que recorrió México de costa a costa para dejarlo solo, como el único sobreviviente de la resaca.

En el escenario internacional hace tiempo que México perdió el poco peso que le quedaba y que estaba fundado en una diplomacia de dignidad y de respeto por las buenas causas, una política que por lo menos le daba cierto prestigio diplomático en la escena mundial.

Su otro valor frente al resto de los países, el único que queda, es su pertenencia al Tratado de Libre Comercio con América del Norte, el último barril vacío al que se agarró el Presidente para no naufragar, junto con sus gobernados.

El problema es que para contar con la última balsa salvavidas se vio obligado a ceder las exiguas ventajas comparativas que teníamos frente a Canadá y Estados Unidos en el T-MEC, la nueva versión del tratado que se inventó Donald Trump para arrebatarnos lo poco que nos quedaba.

Hoy, López Obrador viajará a Estados Unidos, después de pasar por la “humillación” de hacerse la prueba del Covid-19, que se había negado a hacerse, y que le exigieron los estadounidenses para aceptarlo en la Casa Blanca.

Va porque lo llaman, porque nada tiene que hacer allá, salvo servir de apoyo a Trump, que se encuentra en campaña por la reelección.

El Presidente de Canadá rechazó la invitación, pero AMLO no tiene margen de maniobra ni para decir que no, irá con la esperanza de los malos equipos de futbol: no recibir demasiados goles.