Castigado

Editorial
19 agosto 2022

El líder nacional del PRI, Alejandro Cárdenas Moreno, “Alito”, violó uno de los principios priistas más añejos y “sagrados” entre la clase política tricolor mexicana, el de la disciplina.

Durante décadas, los priistas aprendieron a esperar durante años su oportunidad para acceder al poder, sabiendo que se podían ir en cuanto se les exigiera que entregaran el liderazgo, un poder absoluto, pero transitorio.

Con el PRI hecho añicos, sin grandes líderes y acaso un pequeño grupo de seguidores, los priistas ya no pintan en las elecciones, pero su aparato partidista continúa de pie, como un paquidermo muerto, seco y sin más sustancia que el esqueleto que lo mantiene caminando.

“Alito” llegó al poder en una de las peores épocas en la historia del otrora “partido único”, llegó después de un largo recorrido por las cloacas del partido, solo para reinar sobre un imperio de cenizas.

Pero, aunque el PRI sea poco menos que nada, las ambiciones de sus escasos miembros siguen intactas y “Alito” llegó para quedarse, aunque el desastre de su administración lo invite a dejar su lugar a otros priistas.

Los priistas de peso que quedan le han pedido que se marche, que adelante su salida para intentar rearmar al tricolor con un rostro nuevo que insufle algo de vida a un partido moribundo, antes de las elecciones del 2024.

Y ante su negativa a ceder el poder, el resto de los pretensos le preparan un juicio que podría dejarlo sin su curul en el Congreso federal, un “golpe” que podría ser definitivo para su continuidad como líder del PRI.

Aunque en política no hay nada escrito, el líder nacional del PRI podría perder su fuero como legislador, para después caer en manos de la justicia de Campeche que lo acusa de enriquecimiento ilícito.

Una advertencia más para que se haga un lado y permita que la fiesta siga sin su presencia.