Divididos

Editorial
19 abril 2022

En toda democracia, los contrapesos al ejercicio del poder son necesarios para encontrar los equilibrios en la forma en cómo se gobierna. Fomentarlos permite que la negociación y los acuerdos sean el punto de partida para tomar decisiones que beneficien a todo.

Y en las democracias donde se busca reducir esos contrapesos e ignorarlos, terminan en ejercicios donde los que pierden son todos y en una democracia reducida.

México tiene ahora poderes políticos divididos, no en el sentido de la división de poderes que están garantizados en la Constitución Política, sino en cuanto a la polarización que domina los asuntos de la vida pública.

Por un lado está el Gobierno y sus aliados, que aspiran a tener un control absoluto en la toma de decisiones y que descalifica a quien piensa diferente, solo por ser diferente.

Y al otro extremo está la Oposición, la que critica todo aquello que tenga una identidad cercana al gobierno de Morena y descalifica todo aquello que tenga que ver con la 4T.

Y cada uno de ellos se autoproclaman vencedores en la toma de decisiones que interesan al País, cuando en realidad, ambos son los perdedores.

Porque la política es, por naturaleza, negociaciones y acuerdos, y hasta ahora, ninguno de ellos están dispuestos a avanzar en decisiones que permitan tener un mejor País.

Una fuerza busca anular a los otros, mientras que los otros han encontrado en el no la fuerza para debilitar a quien gobierna. Y hacerlo no está mal.

Lo que sí está mal es que esos extremos impidan llegar a los acuerdos que permitan impulsar proyectos que permitan una mejor calidad de vida para todos.

La apuesta está fija ya en el 2024 y la medición de fuerzas entre Gobierno y opositores ocasionará que los intereses en la rentabilidad electoral se antepongan a los intereses generales de la sociedad.

En un País con los representantes políticos divididos, como en México, quien pierde es el País. Si tienen la intención de que salga ganando, es momento de empezar a negociar.