El mexicano es el lobo del mexicano

28 junio 2017

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Editorial

El hombre es el lobo del hombre escribió Thomas Hobbes a finales del Siglo 17.
 
Hoy podemos decir que esa premisa sigue vigente porque el Estado no se ha consolidado por la corrupción, impunidad y frivolidad con la que el poder se ha ejercido en este país.
 
Para explicar el origen del Estado y, sobre todo, su sentido, su para qué, Hobbes partía de la teoría del Estado de Barbarie en el que priva la ley del más fuerte y a ley del Talión, es decir, ojo por ojo, diente por diente.
 
En esta situación, por supuesto, los más débiles sufrirían de los abusos de aquellos que contarán con mayor fuerza y capacidades. Habría una clara desventaja, incluso, para preservar la vida.
 
Por eso surge el Estado, para poner en equilibrio las diversas fuerzas, pasiones e intereses de los hombres y regularlas por medio de la ley.
 
Tres siglos después podemos decir que vivimos en un Estado barbarizado, porque a pesar de las leyes e instituciones sigue privando la ley del más fuerte que persigue sus intereses y pasiones en detrimento de los demás con menores capacidades.
 
El mexicano es el lobo del mexicano, no hay duda. ¿Pero qué pasará cuando la gente, los débiles, se cansen de la parálisis del Estado, de la falta de seguridad y justicia?
 
Por el momento, grupos de ciudadanos se han organizado para hacer aquellas tareas donde el Estado falla. Ahí están Voces Unidas y las Rastreadoras, madres y familiares de desaparecidos que se han entrenado para realizar búsquedas de los suyos.
 
Este es un ejemplo de “baja intensidad” de que donde el Estado falla, la gente toma las riendas.
O las autodefensas michoacanas, que tomaron las armas para erradicar a los narcotraficantes. Que luego recibieron el apoyo y traición del Gobierno federal.
 
En Sinaloa las cosas empeorarán, y no es descabellado pensar que la gente comenzará a realizar más tareas y funciones en las que el Estado fracasa.
 
Pensemos bien, sin moralinas: podríamos llegar a la ley del Talión, cuando la gente comience a hacerse justicia por su propia mano al cansarse de lo inútil del aparato mexicano.
 

 

Ojo por ojo, diente por diente... ¿Qué tan lejos estamos?