La sombra militar

09 diciembre 2018

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Editorial

Historia harto conocida es la incursión del Ejército en la zona rural y serrana de Sinaloa en la década de los 70, en una actividad denominada Operación Cóndor y más recordada por sus violaciones a los derechos humanos que los resultados a los que iba dirigida, el desmantelamiento de los sembradíos de mariguana y amapola y los grupos que auspiciaban estas labores.
Así como entró la milicia, así salió, sin resultados plausibles.
Al fin que los narcotraficantes se mimetizaron con la población y otros emigraron a regiones donde podían actuar holgadamente.
No bien terminaba esta época cuando, junto con la llegada a la gubernatura de Sinaloa de Francisco Labastida Ochoa, la primera plana de los periódicos muestra el desfile de jeeps militares en su reentrada a Sinaloa; ¿el objetivo?, el desmantelamiento de los grupos delincuenciales que se habían ya posesionado de las principales ciudades del estado; la zona rural siempre ha sido de ellos.
¿Resultado?, otra diáspora de capos a otros estados y la creación de cárteles del narcotráfico en cada lugar a donde se establecían.
Termina esa etapa y el Ejército mantiene su presencia en Sinaloa, en labores de apoyo contra el crimen organizado.
Luego llega la Operación México, iniciada en Michoacán por el Presidente Felipe Calderón y luego ampliada a otros estados, entre ellos, claro, Sinaloa.
A 12 años de esa batida, los resultados son cruentos y repudiables, una masacre en todo el país.
Ahora, con el inicio de la llamada Cuarta Transformación del Gobierno federal entrante, se vuelve a poner al Ejército en las calles y en Culiacán vuelven a desfilar las botas militares en un preludio de lo que será la Guardia Nacional anunciada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
¿Cuáles van  a ser los resultados de esta nueva incursión castrense?, cuando no se ha entrado a profesionalizar las policías locales ni se ha acabado con los agentes del narco enquistados en las administraciones los tres niveles de Gobierno.