Rendición de cuentas

Editorial
23 noviembre 2023

Uno de los principales problemas que se viven en una democracia que no termina de aterrizar en México es la renuencia de quienes ostentan cargos públicos y manejan recursos públicos a rendir cuentas.

Asumen que la representación que tienen, sea por elección popular o por designación de alguno de los poderes formales, les da la facultad de la discrecionalidad en las funciones de su cargo.

Se habla de que una gran mayoría de quienes integran la Cámara de Diputados en estos momentos está con las aspiraciones de buscar la reelección para el proceso electoral del próximo año.

Pero durante mucho tiempo, los cargos legislativos han tenido poca conexión con los representados, asumiendo que la única responsabilidad que tienen es la de emitir un voto a nombre del distrito que representan, pero que nunca consultan.

Se sabe de ellos cuando rinden un informe legislativo que en realidad, la mayoría de las veces tiene que ver con las actividades que hace su grupo parlamentario.

Y ni qué decir de los recursos que reciben en el ejercicio legislativo, que poco se sabe hacia qué se destinan.

Y lo mismo ocurre con algunas instituciones, donde sus mandos construyen un feudo en el que creen que los criterios para la rendición de cuentas son los que les conviene. Y de esos casos se ha hablado mucho.

Los cargos y los recursos de carácter público deben estar ligados con la responsabilidad de rendir cuentas de las decisiones y recursos que se tienen a su cargo, aunque a veces se asume lo contrario.

La democracia en el País aún tiene muchas cosas por construir y una de ellas es la de rendición de cuentas efectiva, porque eso tendrá una mejor relación entre los representantes y las instituciones con la ciudadanía. Mientras esto no ocurra, se seguirán cimentando espacios para la opacidad, y eso seguirá minando la democracia.