Un país de fosas

08 enero 2020

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Editorial

Un delito que ocurre con una alta frecuencia no se explica sin la complacencia de las autoridades, aquellas que al menos han renunciado a su responsabilidad de garantizar la seguridad y proteger a la población. Complacientes sí, porque han dejado en la delincuencia la potestad del orden y de la justicia.

Por eso, sin la complacencia, no se entiende que los homicidios que se registran en el País sigan en aumento y que los crímenes solo aumenten las estadísticas, pero no los castigos hacia quienes cometen ese delito.

Por eso, sin la complacencia, no es posible asimilar que diferentes regiones del País sean disputadas por grupos criminales y no haya ninguna fuerza del Estado que los contenga. ¿Cuál es la denominación del último grupo del crimen organizado?

Por eso, sin la complacencia del Estado, resulta imposible entender cómo es que ante tan alta criminalidad, la justicia se vea tan reducida, con una eficacia mínima para castigar a quienes delinquen.

Y también por eso, sin la complacencia del Estado, no es posible imaginar que a lo largo y ancho del País los delincuentes desaparezcan y asesinen a personas y además, siembren fosas clandestinas que vuelven casi imposible que sus deudos encuentren los restos.

Y sí, Sinaloa no está exento de esta situación. No hay argumento de las autoridades que sustente por qué el País y el Estado se han convertido en lugares fáciles para que los delincuentes asesinen y entierren de manera clandestina a las víctimas.

El problema de la inseguridad y sus derivaciones en los múltiples delitos que se cometen no podrá encontrar un punto de solución si las autoridades no reconocen que enfrentan un problema, pues admitiendo que hay una crisis es posible elaborar un diagnóstico y sus posibles salidas.

Pero mientras haya negación y con ella cierta complacencia, en Sinaloa y México seguirá expandiéndose el delito, el del homicidio, el de las desapariciones, el de la impunidad, el de las fosas clandestinas y el de cuerpos sin identificar. Hasta que terminen por aceptar el problema.