Victoria

Editorial
30 marzo 2021

La muerte de Victoria, la mujer salvadoreña que perdió la vida a manos de un grupo de policías de Tulum, Quintana Roo, ha sacudido las conciencias de los mexicanos y mucho más allá.

Incluso el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, declaró su indignación por la muerte de la mujer que residía en México de manera legal y gracias a una visa humanitaria.

Las imágenes de los videos que circulan en el ciberespacio, donde se observa a la mujer esposada y en el suelo, boca abajo, y con un policía arriba de ella, inmovilizándola con su rodilla, recordaron inmediatamente la muerte del estadounidense George Floyd a manos de policías de Minnesota.

La historia es breve, pero contundente: los policías llegaron al lugar donde supuestamente Victoria escandalizaba y decidieron someterla, el resto se observa en los videos que grabaron varios testigos.

Victoria permanece en el suelo, sometida por los policías y con las manos atadas en la espalda con esposas, pero a pesar que evidentemente se encuentra sometida, los policías aplican sobre ella una fuerza excesiva.

Lo peor del caso es que se sigue grabando y muestra a los policías platicando tranquilamente cuando la mujer ya no se mueve.

Ninguno de los cuatro agentes se ve preocupado, ni siquiera llaman a una ambulancia, y finalmente deciden trasladarla, en la caja de una patrulla, al lugar donde fue declarada muerta.

La Fiscalía cuenta el triste final de Victoria, muerta después de que los policías le fracturaron la columna al aplicarle una fuerza brutal.

Ayer, los policías fueron trasladados a un centro de detención, esposados, como Victoria, pero con la diligencia profesional que ellos no utilizaron con la mujer salvadoreña.

La brutalidad policiaca que solía asombrarnos de otros países comienza a ser una presencia permanente en nuestro País, un camino que solo lleva a la violencia contra los civiles.