A pesar de todo su dolor y su tristeza, usted no está solo doctor, lo acompañamos millones de mexicanos y mexicanas dispuestos a no callarnos
03 agosto 2004
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Una carta de pésame Doctor Manuel Ruiz de Chávez Presidente de la Fundación Mexicana para la Salud, A. C P r e s e n t e. Muy estimado Dr. Ruiz de Chávez: El domingo mi marido y yo estuvimos hablando de usted. Eran cerca de las 12 del medio día; él estaba hojeando el Reforma y yo le estaba escribiendo un correo electrónico a Federico mi hijo que se encuentra en San Francisco. De pronto escuché decir a Enrique: ¡Qué barbaridad!, pero si yo conozco a su marido, es un hombre muy decente, y muy educado... ¿De quién hablas? le pregunté sin dejar de escribir. Del esposo de la doctora Carmen Gutiérrez de Velazco, leyendo esta esquela hasta ahorita caí en la cuenta de que era la mujer del presidente de la Fundación Mexicana para la Salud, A. C. ¡Qué barbaridad!, volvió a exclamar. En esos momentos nos vimos los dos. Nos vimos con mucha tristeza, como si nos estuviéramos dando el pésame a través de esa mirada entre tierna y apesadumbrada. Me incorporé de la silla y le fui a dar un abrazo. Era un abrazo acongojado. También era un abrazo temeroso y un abrazo de mucha consternación. ¿Qué te parece si hoy mejor no salimos?, le propuse con una voz muy bajita. Está bien, me contestó. Cerró el diario y se quedó muy pensativo. Enseguida regresé a mi lugar y también me quedé muy pensativa. En ese instante tuve ganas de escribirle una carta de pésame. Una carta en donde deseaba comunicarle mis enormes ganas de acompañarlo en su pena. ¡Qué solo se ha de encontrar en medio de este domingo tan asoleado!, pensé. Por otro lado, sé que tiene el consuelo de sus dos hijos, Manuel y Araceli y de todos sus amigos, colegas y familiares que tanto lo quieren y respetan. Qué tristes han de estar. También ellos necesitan que los consuelen. Todos necesitamos que nos consuelen, porque un asesinato ejecutado de esa forma y por esos móviles, lastiman a toda una sociedad de por sí ya lastimada. Todos nos sentimos desamparados sin Carmelita como la llamaba todo el mundo. De alguna manera, todos somos huérfanos y todos somos sus viudos. ¡Cómo nos hubiera gustado haber conocido a la doctora Gutiérrez de Velazco que sabía tantas cosas sobre los daños que causa el tabaquismo! ¡Cuántos proyectos y programas de salud ha de haber dejado pendientes! ¿Cuántas citas tenía programadas para esta semana o bien las tenía previstas para cuando regresaran de vacaciones? La imaginamos como una mujer muy ordenada, muy seria y responsable. Igualmente la imaginamos sumamente digna. Algo nos dice que era una mujer con una autoestima muy elevada. Permítame decirle, doctor, que su fotografía publicada en todos los diarios nos impactó enormemente. Nos gustó su dignidad y su gran personalidad. Sin embargo, nos llamó la atención su mirada melancólica. ¿Qué le preocupaba a la doctora? ¿Cuáles eran las cosas que la afligían? Qué bonitos ojos tenía su esposa, doctor. Unos ojos muy claros y expresivos. Ahora me explico por qué lo conquistó, por qué a pesar de que estaban casados desde hace muchos años, lo traía usted de cabeza. ¡Qué señora tan bonita y de tanta clase! Como diría mi tía Guillermina, qué bonito tipo tiene, luego, luego se ve que es gente decente... Pero sabemos que su mujer no nada más era una excelente esposa y una muy buena madre, también era una profesionista sumamente exitosa y una gran mexicana. No en balde, en 1997, fue nombrada La Mujer del Año. Imagino, doctor, que el día en que María de los Ángeles Moreno, como vicepresidenta de la Gran Comisión del Senado de la República, le dio a su esposa esta distinción, usted se ha de haber sentido muy orgulloso. Tal vez en esos momentos se acordó de la época en que eran novios, o del día en que le pidió la mano a sus suegros. (Discúlpeme por referirme a cosas tan personales, lo que sucede es que soy demasiado romántica, sensiblera, diría Archibaldo Burns). Ya me imagino la satisfacción de toda la familia cuando la escucharon hablar con absoluto conocimiento de causa: En México fallecen cada año alrededor de 42 mil adictos al cigarro, lo que significa que 114 personas mueren diariamente debido a enfermedades asociadas al consumo del tabaco, como enfisema pulmonar, cáncer en los pulmones e insuficiencia cardiaca. En 1996, en todo el mundo murieron 3 millones de personas por esta causa, es decir, más de 8 mil al día. El tabaquismo es definido por la Organización Mundial de la Salud como un problema de salud pública a nivel mundial y la primera causa prevenible de enfermedad, invalidez y muerte prematura. Los costos médicos promedio, durante la vida de un fumador, a nivel mundial son de 200 mil millones de dólares por año". No hay duda doctor Ruiz de Chávez que este asesinato ha indignado a muchísimos sectores, especialmente su gremio, el médico. Allí están las palabras de absoluta solidaridad por parte del doctor Sepúlveda Amor: No podemos dejar a un lado una doble tragedia ya que, Manuel padre, Manuel hijo y Araceli, también son víctimas ya que han sido agraviados, en lo más íntimo de su fuero interno, por este acto absurdo e injustificable. Ellos llevarán durante todas sus vidas esta marca indeleble que sería todavía más profunda si nuestra opción colectiva hubiera sido no hacer nada. Compañeros, colegas y amigos: No nos es dable perder nuestra capacidad de sorpresa e indignación ante este agravio colectivo. Estamos llamados a cerrar filas, a exigir, a demandar justicia y castigo a los transgresores de la ley. Estamos llamados a solidarizarnos colectivamente. Estamos llamados a no callar, a manifestarnos y a trabajar por tener un mejor país para nosotros y nuestras familias. Este es el momento para demostrar lo mejor de nosotros y no desperdiciar, o menospreciar, los valores de la vida que Carmelita llevó con tanta fortaleza, calidez y dignidad. Están asimismo las que fueron publicadas en un desplegado en nuestro periódico y que a mi manera de ver expresan toda la rabia y el enojo de muchos de sus colegas representados por 16 instituciones: La muerte de la doctora deja devastada a la familia Ruiz de Chávez-Gutiérrez de Velasco; a las nuestras, invadidas de congoja e indignación, y a sus pacientes desconsolados ya que fungía como Jefe de División de Rehabilitación Geriátrica y Cardiorrespiratoria del Centro Nacional de Rehabilitación. CONDENAMOS de manera contundente este brutal acto y DEMANDAMOS a las autoridades de procuración e impartición de justicia el esclarecimiento inmediato de los hechos y el castigo más enérgico a quienes cobardemente perpetraron el SECUESTRO y ASESINATO de la doctora Carmen Gutiérrez de Velasco. A pesar de todo su dolor y su tristeza, usted no está solo doctor, lo acompañamos millones de mexicanos y mexicanas dispuestos a no callarnos, a denunciar los delitos de secuestros, la corrupción y la impunidad. No se olvide que al otro día de su entierro, la quincuagésima novena Legislatura al Congreso de la Unión celebraba un periodo extraordinario de sesiones para legislar sobre los temas relativos a la inseguridad. Esto nos debe de dar esperanzas, como no las dio la eficacia policiaca que supo encontrar y encarcelar a los responsables unos horas después de que encontrar una de las pistas en las huellas digitales de uno de los malhechores. Por último, permítame decirle que lo acompaña mi marido, quien me pide que le mande un fuerte abrazo y lo acompaño yo. El domingo voy a pensar otra vez en usted. Le enviaré, a usted y a sus hijos, desde donde me encuentre, un pensamiento solidario, eso sí muy triste pero muy afectuoso. Guadalupe