¡Aguas con el cutting!

26 febrero 2015

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Luis Maldonado Venegas

 Entre nuestr@s jóvenes está creciendo, de ma­nera alarmante, el fe­nómeno del "cutting". Una práctica de autolesión que consiste en cortarse, o hacerse heridas en distintas zonas del cuerpo, utilizando objetos filo­sos o puntiagudos.
Según estimaciones sobre la incidencia del fenómeno, alre­dedor del 10 por ciento de ado­lescentes (entre los 10 y los 16 años) en el mundo están adop­tando esta práctica. Una cifra que alcanza hasta el 28 por cien­to en algunas zonas urbanas de países como Estados Unidos, Japón, la India o Inglaterra.
De acuerdo con los estudios que ha realizado la doctora Ja­nis Whitlock de la Universi­dad de Cornell, el fenómeno es relativamente nuevo (no más de dos décadas) y se asocia a otras prácticas de autolesión como quemarse o mutilarse. Los datos que se tienen sobre estas prácticas son imprecisos porque los sistemas de salud aún no lo registran de mane­ra independiente y quienes lo cometen tienden a mantenerlo en secreto.
Siquiatras y sicólogos clíni­cos coinciden en que estas ac­ciones son propias de las perso­nas que tienen dificultades para canalizar sus emociones y no cuentan con redes de soporte social que les ayude a procesar sus problemas. Su manifesta­ción es mayoritariamente en los adolescentes, pero se tienen registrados casos en adultos.
De acuerdo con la doctora Whitlock, este comportamien­to es más un problema social que un problema individual. La persona que lo comete vive una profunda soledad y no ve en sus cercanos a personas que pueden ayudarle.
Un hecho interesante es que, aunque el "cutting" supone la intención de la persona por causarse un daño físico, no ne­cesariamente quien lo comete está en la línea del suicidio. De acuerdo con la doctora Whit­lock, el "cutting" representa la urgencia de la persona por ex­presar que quiere seguir viva, pero no encuentra otra forma para descifrar lo que está vi­viendo emocionalmente.
La doctora Emilia Lucio, in­vestigadora de la UNAM, afir­ma que autolesionarse representa un medio a través del cual las personas quieren confirmar independencia física y social de sus seres queridos. Aunque en los hechos, la mayoría tiene razonamientos sobre la expe­riencia, que confirman la de­pendencia emocional con ellos.
La coincidencia en que una persona que se autolesiona no tiene la intención de quitarse la vida, no quiere decir que lo tenga del todo descartado. Se­gún sondeos en nuestro País, una persona que se autole­siona mediante el "cutting" o quemaduras, tiene siete veces más probabilidad de optar por el suicidio como solución a sus problemas.
El perfil sociofamiliar y si­cológico de las personas que se autolesionan es ilustrativo. Según las estadísticas nacio­nales, de estas personas el 82 por ciento reprueba la relación afectiva que tiene con sus pa­dres; el 78 por ciento reporta violencia familiar; el 64 por ciento considera que la fami­lia es muy importante, pero no ayuda; el 55 por ciento reporta haber sufrido abuso sexual o físico de alguien cercano en su familia y el 52 por ciento declara ser víctima de acoso escolar.
Quienes practican el "cut­ting" son mayoritariamente del género femenino. Aproximadamente 1.7 hombres por cada 5 mujeres lo practican. En menor proporción, pero existe alrededor del 15 por ciento de los que lo practican, que decla­ran rechazo por las caracterís­ticas de su físico.
La mejor forma para descu­brir cuando una persona está practicando el "cutting" es poner atención a los siguien­tes comportamientos: 1) Uso repentino de ropa cubridora. Es común que se empiece a usar mangas largas y evitar los pantalones cortos, porque las zonas más comunes son los brazos y las piernas en zonas menos visibles. 2) Presencia repentina de heridas o cicatri­ces en esas zonas. 3) Consumo de curitas o vendas. 4) Uso de mascadas o peinados que cu­bren la parte del cuello cerca de las orejas.
Cuando se sospecha de este problema, lo que los especia­listas recomiendan es actuar con cautela. 1) Confirmar que la práctica existe. 2) Reaccio­nar con calma y abordar el pro­blema. 3) Acordar y conseguir apoyo profesional. 4) Dar se­guimiento puntual a su evolu­ción. 5) Intensificar la relación, buscando formas cada vez más eficientes de comunicación con l@s jóvenes que lo practican.
Profesores y padres de fami­lia tenemos en el conocimiento de este problema una alarma que no hay que descuidar. L@s adolescentes, especialmente entre los 11 y 17 años enfrentan muchas contradicciones coti­dianas que no entienden del todo y contra las que necesitan guía responsable.
La ausencia de comunica­ción con los adultos más que­ridos y la falta de convivencia estrecha, que les permita ex­presar sus inquietudes e insa­tisfacciones, puede llevarles a comportamientos muy nega­tivos como el que aquí se des­cribe. No hay que esperar a que suceda; podemos evitarlo. Sólo necesita que mantengamos en activo nuestra responsabilidad con estas generaciones en cre­cimiento. ¿O usted qué opina?
ambrocio@uas.edu.mxamojardin@gmail.com