¡Aguas con el cutting!
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Luis Maldonado Venegas
Entre nuestr@s jóvenes está creciendo, de manera alarmante, el fenómeno del "cutting". Una práctica de autolesión que consiste en cortarse, o hacerse heridas en distintas zonas del cuerpo, utilizando objetos filosos o puntiagudos.
Según estimaciones sobre la incidencia del fenómeno, alrededor del 10 por ciento de adolescentes (entre los 10 y los 16 años) en el mundo están adoptando esta práctica. Una cifra que alcanza hasta el 28 por ciento en algunas zonas urbanas de países como Estados Unidos, Japón, la India o Inglaterra.
De acuerdo con los estudios que ha realizado la doctora Janis Whitlock de la Universidad de Cornell, el fenómeno es relativamente nuevo (no más de dos décadas) y se asocia a otras prácticas de autolesión como quemarse o mutilarse. Los datos que se tienen sobre estas prácticas son imprecisos porque los sistemas de salud aún no lo registran de manera independiente y quienes lo cometen tienden a mantenerlo en secreto.
Siquiatras y sicólogos clínicos coinciden en que estas acciones son propias de las personas que tienen dificultades para canalizar sus emociones y no cuentan con redes de soporte social que les ayude a procesar sus problemas. Su manifestación es mayoritariamente en los adolescentes, pero se tienen registrados casos en adultos.
De acuerdo con la doctora Whitlock, este comportamiento es más un problema social que un problema individual. La persona que lo comete vive una profunda soledad y no ve en sus cercanos a personas que pueden ayudarle.
Un hecho interesante es que, aunque el "cutting" supone la intención de la persona por causarse un daño físico, no necesariamente quien lo comete está en la línea del suicidio. De acuerdo con la doctora Whitlock, el "cutting" representa la urgencia de la persona por expresar que quiere seguir viva, pero no encuentra otra forma para descifrar lo que está viviendo emocionalmente.
La doctora Emilia Lucio, investigadora de la UNAM, afirma que autolesionarse representa un medio a través del cual las personas quieren confirmar independencia física y social de sus seres queridos. Aunque en los hechos, la mayoría tiene razonamientos sobre la experiencia, que confirman la dependencia emocional con ellos.
La coincidencia en que una persona que se autolesiona no tiene la intención de quitarse la vida, no quiere decir que lo tenga del todo descartado. Según sondeos en nuestro País, una persona que se autolesiona mediante el "cutting" o quemaduras, tiene siete veces más probabilidad de optar por el suicidio como solución a sus problemas.
El perfil sociofamiliar y sicológico de las personas que se autolesionan es ilustrativo. Según las estadísticas nacionales, de estas personas el 82 por ciento reprueba la relación afectiva que tiene con sus padres; el 78 por ciento reporta violencia familiar; el 64 por ciento considera que la familia es muy importante, pero no ayuda; el 55 por ciento reporta haber sufrido abuso sexual o físico de alguien cercano en su familia y el 52 por ciento declara ser víctima de acoso escolar.
Quienes practican el "cutting" son mayoritariamente del género femenino. Aproximadamente 1.7 hombres por cada 5 mujeres lo practican. En menor proporción, pero existe alrededor del 15 por ciento de los que lo practican, que declaran rechazo por las características de su físico.
La mejor forma para descubrir cuando una persona está practicando el "cutting" es poner atención a los siguientes comportamientos: 1) Uso repentino de ropa cubridora. Es común que se empiece a usar mangas largas y evitar los pantalones cortos, porque las zonas más comunes son los brazos y las piernas en zonas menos visibles. 2) Presencia repentina de heridas o cicatrices en esas zonas. 3) Consumo de curitas o vendas. 4) Uso de mascadas o peinados que cubren la parte del cuello cerca de las orejas.
Cuando se sospecha de este problema, lo que los especialistas recomiendan es actuar con cautela. 1) Confirmar que la práctica existe. 2) Reaccionar con calma y abordar el problema. 3) Acordar y conseguir apoyo profesional. 4) Dar seguimiento puntual a su evolución. 5) Intensificar la relación, buscando formas cada vez más eficientes de comunicación con l@s jóvenes que lo practican.
Profesores y padres de familia tenemos en el conocimiento de este problema una alarma que no hay que descuidar. L@s adolescentes, especialmente entre los 11 y 17 años enfrentan muchas contradicciones cotidianas que no entienden del todo y contra las que necesitan guía responsable.
La ausencia de comunicación con los adultos más queridos y la falta de convivencia estrecha, que les permita expresar sus inquietudes e insatisfacciones, puede llevarles a comportamientos muy negativos como el que aquí se describe. No hay que esperar a que suceda; podemos evitarlo. Sólo necesita que mantengamos en activo nuestra responsabilidad con estas generaciones en crecimiento. ¿O usted qué opina?
ambrocio@uas.edu.mxamojardin@gmail.com