Bajo ninguna circunstancia justificar lo injustificable: las prácticas fraudulentas auspiciadas por lo peor de Nueva Izquierda para desempatar en favor de Ortega la jornada electoral, haciendo votar hasta las piedras.
24 julio 2008
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Saúl Valdez / Fernanda González
Nunca unas elecciones internas partidistas en México habían entrado a un tobogán de indefinición en sus resultados y descalificaciones entre los principales contendientes como las que hubo en el PRD el 16 de marzo de 2008 para renovar su dirigencia nacional y en los estados.Tras haberse dado un conflicto pos electoral donde los dos principales bandos confrontados se acusaron mutuamente de hacer fraude electoral, la Comisión Nacional de Garantías del PRD anuló por decisión unánime de sus tres integrantes las elecciones para presidente y secretario general por considerar que hubo irregularidades en más del 20 por ciento de las casillas instaladas.
No obstante, Ernestina Godoy, uno de los tres miembros del organismo, dio un "voto concurrente" debido a que no se consideraron "las prácticas fraudulentas llevadas a cabo durante la jornada electoral", muy especialmente en las casillas con votación "atípica", esto es, fuera de lo común, y en las casillas reportadas como no instaladas y que al final del día aparecieron embarazadas con votos.
Las casillas atípicas sumaron 430 y representaron 26.65 por ciento de los votos que obtuvo Jesús Ortega, equivalentes a 147 mi 12 sufragios, precisó Godoy, dando una idea bastante aproximada de la magnitud del fraude electoral perpetrado, despreciando "el qué dirán" por una "chucomaquinaria" electorera, apuntalada incluso eventualmente por gobernadores del PRI y el PAN.
Al proceder como lo hizo, la corriente de los chuchos se arrojó, sin embargo, a un abismo insondable donde la ética y el honor se pierden.
El Senador del PRD, Carlos Navarrete, adscrito a la corriente Nueva Izquierda, dio pistas importantes para entender lo ocurrido admitiendo que la intervención de AMLO a favor de Alejandro Encinas desequilibró la contienda que la "chuchocracia" creía iba ganando de calle, "empatándola".
Había, por lo mismo, que romper el empate en las mesas electorales, pisando a fondo el acelerador del fraude electoral hoy conocido sólo en parte. Lo suficiente, empero, para concluir que un segmento importante de la izquierda mexicana sufrió una metamorfosis que le quita toda autoridad moral para enarbolar las causas populares y ser protagonista del proceso democrático nacional.
En una entrevista a Milenio diario (22/07/008), el Senador Navarrete sostuvo que el causante de la actual crisis en el PRD es Andrés Manuel López Obrador, "pues cometió un error grave como dirigente partidario (al dar su respaldo a Encinas) y ahí están las consecuencias".
Puede criticarse como un error que López Obrador haya dado su respaldo a Encinas, aunque como militante y líder político tenga absoluto derecho a ello, pero no podemos con semejante "razonamiento" bajo ninguna circunstancia justificar lo injustificable: las prácticas fraudulentas auspiciadas por lo peor de Nueva Izquierda para desempatar en favor de Ortega la jornada electoral, haciendo votar hasta las piedras.
Aunque tardía, la decisión de anular un proceso electoral plagado de anomalías, por decirlo suave, era la única opción válida para intentar recomponer lo que acaso no pueda ni sea conveniente que se recomponga, la unidad de un partido prendida de frágiles acuerdos entre los principales dirigentes de las tribus constitutivas del PRD.
Según la alterada percepción de Carlos Navarrete, "al único que parece satisfacer, la anulación de las elecciones del 16 de marzo para presidente y secretario general, es a Andrés Manuel López Obrador, porque no he escuchado a nadie que exprese su simpatía o júbilo por esa nulidad", despreciando con ello la dura realidad.
Aunque no despierte simpatía o júbilo la anulación anunciada, no genera sorpresa alguna al ser lo mínimo esperable luego de conocerse tanta marrullería, al parecer no sólo atribuible al bando de los chuchos, Nueva Izquierda, anclada más que ninguna otra de las tribus del sol azteca en el clientelismo electoral, lo cual explica su condición de corriente "mayoritaria" en las estructuras dirigentes del PRD. Su pragmatismo para negociar con los factores de poder es proverbial.
En gira por Coahuila, donde visitó municipios de la región carbonífera hoy en crisis, donde está situada la tristemente célebre mina Pasta de Conchos, López Obrador declaró, al respecto, que "aunque se tardaron, hicieron lo correcto, en la Comisión Nacional de Garantías perredista, porque lo otro, no anular la elección, hubiera significado hacer lo mismo que hicieron los del PAN y los del PRI, que nos robaron la Presidencia".
El filo de la crítica mostrado por el así llamado presidente legítimo, rasgó el corazón de los chuchos, dejándolo mal herido. El choque de AMLO con la corriente Nueva Izquierda coloca al PRD al borde de su resquebrajamiento orgánico, sólo contenido porque nadie está dispuesto, por lo pronto, a dejar en manos del adversario la franquicia electoral, muy especialmente con relación al financiamiento público que por prerrogativas de ley tiene ese partido, el cual alcanza ciento de millones de pesos anuales. No es sólo una lucha por despojos.
Para Jesús Ortega, el chucho mayor, la decisión de la Comisión Nacional de Garantías constituye un recurso político para impedir que se reconozca la mayoría que según él legítimamente obtuvo, por lo cual afirmó que con la susodicha anulación "el partido se ha dado un balazo en el pie", dejando, en todo caso, a no pocos mal heridos.
Desde su perspectiva hoy polarizante, se enfrentan en el PRD dos visiones de partido. Una, que pretende homogenizar el pensamiento con su "verdad única". Otra, plural, democrática, como es el ADN partidario, que él, por supuesto, abandera.
Dolido por su nuevo fracaso, Ortega advirtió que acudiría al TEPJF si confirma que dicho fallo de nulidad no se basa en la legalidad. "Yo no voy a mandar al diablo a las instituciones del partido", dijo, ni tampoco al TEPJF, único capaz de revertir el fallo de nulidad adoptado por el organismo partidista.
Del mismo modo que Navarrete, Ortega cuestionó que AMLO "no asumiera la actitud de dirigente de todo el partido, y no el de una fracción, porque eso, creo, afectó política y legalmente la elección".
Se trata de una idea peregrina: López Obrador no puede ser culpable del cochinero en que se transformó la elección del 16 de marzo, aunque haya decidido pagar el costo político de mostrar sus preferencias políticas sin subterfugios. Ortega y Navarrete intentan confundir. Las prácticas de fraude electoral solapadas por ellos mismos son inadmisibles.
dmartinbara@hotmail.com