Caracas 1992-2006
18 febrero 2006
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BELIZARIO REYES /VERENICE PERAZA
Hace 14 años, el 4 de febrero de 1992, un levantamiento militar fracasaba en Venezuela. El Presidente Carlos Andrés Pérez regresaba del Foro Económico de Davos, donde había anunciado su intención de continuar con su plan de estabilización económica neoliberal.Cuando bajó del avión, al aeropuerto, a las 11 de la noche del lunes 3 de febrero, todo estaba en calma. "Nada que señalar", le reportaron al Presidente. Apenas llegaba a su residencia de la Casona y recibía una llamada del General Ochoa, Secretario de la Defensa, anunciando que un golpe de Estado militar empezaba en Maracaibo.
El Presidente tuvo apenas el tiempo de vestirse rápidamente, de subir al coche para ir al Palacio de Miraflores: 10 minutos después, los rebeldes abrían el fuego contra esa residencia presidencial. Habían ocupado ya el aeropuerto cercano de la Carlota; lo hubieran hecho 90 minutos antes y Carlos Andrés Pérez hubiera sido arrestado o muerto y el golpe hubiera triunfado.
Los blindados rebeldes disparan sobre el Departamento y las oficinas presidenciales. La guardia cumple con su deber, muchos pierden la vida. El General Ochoa le aconseja al Presidente negociar con los rebeldes pero C. A. Pérez da órdenes formales de "reprimir sin la menor flaqueza la insurrección. ¡Plomo, plomo!".
El Presidente aparece tres veces en televisión y parece que sus llamados convencieron a los militares: fuera del levantamiento de una unidad en Caracas y de parte de la guarnición de Maracaibo, el Ejército no participa a la intentona.
La población tampoco, pero no manifiesta el mínimo deseo de oponerse al putsch; ni expresa su alegría por la pronta rendición de los rebeldes. El Presidente comenta: "Es que nadie les ha pedido tal movilización. Hubiera sido insensato.
La rebelión costó varios cientos de muertos. Las circunstancias son muy diferentes de las del golpe de 1958 (que puso fin a la dictadura militar de Pérez Jiménez). Estoy seguro de que a nuestro llamado la población hubiera salido. Los rebeldes no tenían ningún apoyo civil. La universidad que está en huelga, no se ha movido para nada. Lo que se llama el malestar social existe sólo en la capital".
En esos días de febrero de 1992, la mayoría de los venezolanos recibió con alivio la noticia del pronto fracaso de un golpe cuyas declaraciones de intención eran bastante simplonas. Sin embargo el gobierno, aprovechando la momentánea suspensión de las garantías constitucionales, mandó confiscar la revista Zeta del 6 de febrero que dedicaba su portada al teniente-coronel Chávez, calificado de "jefe del movimiento militar bolivariano" durante "la noche de las boinas rojas".
La prensa internacional no le da mucha atención al personaje y habla más bien de Noé Acosta, dirigente del partido de extrema izquierda Causa Radical, arrestado el mismo jueves 6 en Maracaibo. De Hugo Chávez dicen que es un joven teniente-coronel de paracaidistas. "Con su boina roja, su físico atlético de Rambo, su rendición espectacular ha sido hasta ahora tratado en "oficial" por sus pares del Ejército, con sus aires de macho insolente, ha suscitado en la población sentimientos mezclados, de los cuales toda admiración no está ausente".
Como la pena de muerte no existe en Venezuela, Hugo Chávez es condenado a unos años de cárcel pero se beneficia pronto de una amnistía. Sale de la cárcel para tomar la vía pacífica de la política, que lo lleva democráticamente a la Presidencia en 1998.
Carlos Andrés Pérez no supo aprovechar la advertencia del 4 de febrero. Después de calificar a los rebeldes de "fascistas ambiciosos", en lugar de tomar en serio a esos jóvenes oficiales, minimiza los problemas nacionales: "La dramatización y el amarillismo sistemático por nuestra prensa de las acusaciones de todo tipo, de los casos inventados de corrupción y la calumnia de la clase política pudieron hacer creer a los rebeldes que existía un clima favorable. No hay ni un caso de corrupción en mi gobierno. Reúne a todos los directores de periódicos y medios de comunicación para pedirles más serenidad".
No cabe duda que los dioses ciegan a los que quieren perder. Hubo muchos ciegos entre los políticos venezolanos. El resultado es que hoy en día se celebra como fiesta nacional, el golpe de febrero de 1992, como inicio de la república bolivariana.
Quinto país exportador de petróleo, sede de una revolución que pretende acabar radicalmente con el neoliberalismo, Venezuela no ha logrado poner fin a la maldición del petróleo. La renta petrolera, antes acaparada por una clase política corrupta, le permite ahora a Chávez financiar sus reformas, ayudar a Cuba y a todos los que simpatizan con su proyecto.
Retoma así una vieja tradición populista y antiimperialista que no ha logrado nunca remediar los grandes males estructurales de América Latina. Si el petróleo da al Estado la mitad de sus recursos, si el gasto público subió 70 por ciento en los dos últimos años, Venezuela sigue siendo un país rico con un pueblo pobre afectado por la desigualdad. La lucha contra la pobreza desde 1998, si ha logrado avances en educación y salud, ha sido bastante decepcionante en lo demás: 70 por ciento de los 26 millones de habitantes viven en situación de pobreza, cuando en 1975 esa proporción era de 40 por ciento (cifras de la Cepal, Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Para el impaciente Presidente Chávez eso ha de ser decepcionante y puede explicar, en la perspectiva no muy lejana de elecciones presidenciales, su reciente y sistemática ofensiva contra Estados Unidos, con la expulsión de un agregado militar de ese país por espionaje.
La denuncia reiterada de George W. Bush como "loco peligroso, Mr. Danger Hitler, genocida y asesino número uno que hay en este planeta", completada por un "váyase largo al cipote, señor Blair", corresponde al viejo truco de lanzar latinos contra gringos. En México, en 1914, fue el último cohete que lanzó, vanamente por cierto, el dictador Victoriano Huerta.
Profesor investigador del CIDE
jean.meyer@cide.edu