Como el corazón de la sandía
19 mayo 2012
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Héctor Tomás Jiménez
Es lugar común escuchar que el corazón del hombre es algo así como el recipiente del carácter o la personalidad, es decir, que el corazón revela el verdadero rostro del ser humano, de ahí que a una persona bondadosa y gentil, se le reconozca como "de buen corazón", en tanto a aquel que demuestra rencor, resentimiento y malos instintos, es visto con recelo y desconfianza por "su mal corazón".Y aunque esto es parte de la sabiduría popular, tiene una fuerte connotación religiosa, pues en el nuevo testamento de libro sagrado, en Lucas 6:45, puede leerse un párrafo que a la letra dice: "La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón, en cambio, la gente mala siempre hace el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón".
Viene a cuento lo anterior, porque hace pocos días, comprando fruta por el supermercado, encontré que había muchas y muy buenas sandías, lo que me hizo recordar con nostalgia, la felicidad que sentíamos siendo niños cuando nuestra madre compraba una sandía y la llevaba a casa, era algo así como un momento de fiesta para todos, pues en época de verano, como la actual, nada había mejor para refrescar el organismo que un buen trozo de sandía. Fueron muchas las veces que nos deleitamos con sandías en casa, y siempre alcanzaba para hacer agua fresca.
Fue así como aprendimos a reconocer que la mejor parte, la de mejor consistencia y sobre todo de exquisito sabor, era el corazón de la sandía, y mi madre se las arreglaba para que todos tuviéramos acceso a aquel hermoso corazón. Así también nos enseñaba principios y valores morales que nos forjaron el alma y el corazón como seres humanos de bien.
Han pasado muchos veranos desde entonces, y cada vez que puedo comparto con mi familia y mis nietos un buen trozo de sandía, pues me recuerda que el corazón del hombre debe parecérsele, debe ser blando sin dejar de ser consistente, debe ser limpio y reflejar la bondad del carácter, debe de estar libre de semillas que son como manchas dentro del mismo, y sobre todo, debe ser afectuoso y lleno de amor por nuestros semejantes.
Como aportación cultural, podemos decir que la sandía es una de las pocas frutas que provee "reforzadores naturales al cuerpo humano", pues los ingredientes benéficos de la sandía son conocidos como fitonutrientes, una mezcla que ocurre en forma natural que es bioactiva, o capaz de reaccionar con el cuerpo humano para provocar reacciones saludables. Entre los fitonutrientes figuran el licopeno y el betacaroteno y la cada vez más apreciada citrulina, cuyas funciones benéficas están siendo apenas descubiertas. La sandía posee la capacidad "de relajar los vasos sanguíneos," de manera que cuando se consume sandía, el cuerpo humano convierte la citrulina en arginina, un aminoácido benéfico para el corazón y el sistema circulatorio, ayudando a preservar la salud del corazón y al sistema inmunológico.
Hoy en día vivimos tiempos difíciles, pues el corazón del hombre se ha envilecido y se ha tornado duro e insensible. Cada vez más somos testigos de como "gente sin corazón" atenta contra la vida de sus semejantes y cuando son capturados, parece que no hay en su corazón arrepentimiento alguno, dan la impresión de que carecen de sentimientos o que tienen un corazón endurecido porque les ha faltado el amor y la ternura que se vive dentro de la familia. Esa es una explicación simple.
Pero ante esta situación de descomposición social, las preguntas obligadas son: ¿Qué pasa con el corazón del hombre?, ¿dónde quedaron las buenas conciencias y el amor a nuestros semejantes?, ¿qué hay que hacer para recobrar el buen corazón perdido?
Podemos ver que son muchas las dudas y pocas las respuestas, sin embargo, mucho de la solución está en la casa, y no precisamente consumiendo el "corazón de la sandía," sino orientando a nuestros hijos para que no se pierdan en el camino, y si se desvían como puede suceder, estar ahí siempre para ayudarlos y apoyarlos en su regreso a casa, a las buenas costumbres y la moral familiar. Así como en los huertos de sandía, para tener buenos frutos, el buen corazón de los hijos es producto de un cultivo amoroso, esto no debemos olvidarlo nunca. JM Desde la Universidad de San Miguel.
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