Conocí la ciudad de Querétaro en 1989, cuando tuve que pasar por una capacitación para ocupar un cargo bancario
25 septiembre 2012
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PREMIO
Conocí la ciudad de Querétaro en 1989, cuando tuve que pasar por una capacitación para ocupar un cargo bancario. Era una bonita ciudad, pero nada extraordinaria. Su historia la hacía por sí sola una ciudad interesante. Plazuelas, el Cerro de las Campanas, ciertos bulevares, un estadio de futbol de nivel, sus arcos y mucha nostalgia por episodios escritos durante la Revolución. Uno de los pasos obligados para arribar a la ciudad de México. Hace cinco meses regresé y qué diferente ciudad. Moderna, con amplias vialidades, funcionales pasos a desnivel, arbolada, limpia, bien cuidados sus señoriales edificios y plazuelas coloniales, su alameda, sus arcos. Desde que se llega a su central de autobuses, se nota a qué ciudad se llegó. Una ciudad de primer mundo, en un país de tercer mundo.Por asociación de pensamientos llega a la mente nuestra ciudad. Poco que comparar y mucho por desarrollar.
He venido viendo como la ciudad nuestra se ha deteriorado. Pareciera que se le ha dejado caer. La autoridad hace su parte, nosotros, los ciudadanos, hacemos la nuestra. Como una buena costumbre, una caminata matutina es altamente recomendable. El andador Colosio como opción, cumple el cometido. Y el andador se ha ido cayendo poco a poco, día con día. Los amantes de lo ajeno robaron la placa que identificaba al busto de Colosio, y otro día regresaron por el busto. La estructura no se la llevaron porque no cupo en la camioneta, creo.
El piso del andador en algunas partes está deteriorado, los remates de los pilares de la pequeña barda, algunos ya no están y otros están dañados. Está sucio, sin botes para basura, y los pocos que hay rebosan de desperdicios y botellas de pet. La gente que visita el parque las Ribieras tira la basura a donde caiga. Causa tristeza esa conducta. Y se ve en las aguas del río Tamazula, cuando éstas bajan, como flota la basura que criminalmente se lanza a su caudal.
En otra arteria vial, el bulevar Zapata sigue siendo el bulevar olvidado. Una vía vital para el tránsito, sin mantenimiento. Cerraron algunas calles laterales de acceso al bulevar, y lo hicieron primero colocando unos horribles botes amarillos con blanco con concreto, sucios y chuecos. Después colaron unas guarniciones sin estructura, las cuales no aguantaron el primer contacto y se quebraron, alguien acomodó unos pedazos sobre otros simulando un monumento enano, a la ineptitud y al descaro del responsable.
Somos la ciudad de los topes. Y todo porque no obedecemos la cortesía vial. No sabemos ni tenemos el valor por respetar a quien camina, a quien se traslada en motocicleta o bicicleta. Queremos ganarle siempre al semáforo y los cruceros en muchas arterias están llenos de vendedores de lo que sea, quienes se atraviesan sin más. Somos violentos atrás de un volante, y cuando somos alcanzados por la autoridad de tránsito, ésta es demasiado complaciente, demasiado blandita. Una breve charla, un ponerse de acuerdo en algo y la sanción administrativa en la mayoría de las veces no se aplica. En ocasiones se carecerá de licencia y en otras de papelería en regla. Y el agente cede ante una sonrisa y excusa, si es dama, o algún convenio, si es caballero.
Las luces intermitentes de los autos anuncian y dan el aviso de que está una persona irrespetuosa e irresponsable con su auto en un lugar no apropiado, y hay que esperar o sacarle a la vuelta. La impunidad social traducida en un: me vale, se convierte en vuelta a la izquierda en calles donde está prohibido hacerlo. La estacionada en doble fila por un joven o por una mamá, afuera de un colegio, instituto o escuela. La imprudente necedad por estacionarse frente a la puerta.
CNN en español, un canal estadounidense de TV, acaba de anunciar al mundo, a Culiacán como una ciudad altamente violenta. Muestra en un documental sus calles, entrevista a quien se presta para confirmar nuestra violencia como verdad, cuando no lo es, se muestra un semanario que escribe en sus páginas lo negro de nuestro vivir como nota importante, como si eso nada más fuera Culiacán. Semanario y periodistas que desprestigian y manchan el esfuerzo de muchos por vivir y buscar hacer que se viva con mas dignidad, con más decoro.
Una ciudad, en donde pareciera no hay un límite legal para prestar un servicio nocturno en lo que la juventud llama antros, y sí en cambio, pareciera que hay uno fijado a complacencia de dueños y autoridades, que llega a horas de la madrugada, suscitándose desgraciadamente en ese lapso, hechos de sangre.
¿Cuándo la ciudad dará otra cara? ¿Será acaso al regreso triunfante de un deportista, y donde todos se aprestan a brindarle loas en prensa, en reconocimientos pero que después, olvidado el ejemplo se vuelve a las costumbres sin dejar huella para imitar, o cuando las autoridades regalan alimentos de manera populista para dejar constancia de genuina preocupación por quienes lo requieren? Pero ¿cuándo gana la cultura, el deporte, la educación y la sana y pacífica convivencia social?
La gente está fastidiada y decepcionada de quienes le gobiernan y de quienes desde el cómodo sofá se vuelven jueces y juglares de lo que les conviene. Pero no hay conciencia social por el progreso, por el desarrollo.
Se rompen calles por racimo, y luego, ante los atrasos, es la lluvia o es el sol, los culpables del atraso. ¿Para qué está entonces el Implan, Inge? No se supone que es un Instituto de Planeación? ¿Planeó romper algunas arterias del centro al mismo tiempo para provocar caos vial? Que dizque quedarán muy bonitas con adoquín y luminarias, tal vez, pero ¿y mientras? ¿Verá la actual administración el fin de dichas obras? Porque el eje federalismo lleva ya tres presidentes municipales y va por el cuarto, y todos dan explicación pero no se acierta a decir quién lo terminará. ¿Pa' cuando, Inge?
Y ahora, por si fuera poco, otro ramalazo a los más pobres. Un incremento del 28 por ciento en el servicio de agua y alcantarillado. Y lo que suena a burla es que te digan que sí ahorrarás, una llamada de celular con eso bastaría. Si Sinaloa es tarea de todos, ¿por qué la población es la que debe de hacer sola esa tarea?
Por qué no mejor ahorrar evitando el pago de dispendios con cargo a la misma partida, ejercer mejor control en egresos, disminuir en el consumo en desayunos y comidas y posiblemente cenas de funcionarios y familias, evitar los costos superfluos y sumado todo se lograr un buen ahorro y con eso se cambiarán las viejas tuberías conductoras del agua, y se mejora un servicio que se cobra. Si se supiera gobernar y administrar mejor, ¿cuánto se ahorraría y se invirtiera en obra pública?
Nunca ha sido difícil para el funcionario y el político justificar los porqués de imponer gravámenes, aumentar tarifas, ajustar precios de servicios públicos. Un buen discurso, una arenga plazuelera, una declaración de escalera o de elevador y el resto sale del Congreso.
Así está nuestra ciudad. Sin orden. Y está bien, decimos casi todos.
Inge., ¿ya sabes que quieren volver a los parquímetros? La moda retro... pues.