Cuauhtémoc Celaya Corella: Milenium, la central

28 junio 2005

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Gestionan

Cuando se determinó que la Central Internacional de Autobuses de Culiacán se ubicaría dentro de la ciudad pegada a los centros escolares y no por rumbos del trébol como se había señalado, escribí dos artículos dando mi opinión, desde luego sin que nadie me la pidiera. Como respuesta, de las oficinas que la construían recibí una llamada invitándome a que conociera el proyecto que sin duda le iba a dar a Culiacán su verdadero lugar como ciudad moderna, con futuro, y que sería un orgullo para los culichis. Por la seriedad de quien me lo dijo, lo creí. Y la verdad fue enorme la diferencia a favor entre la nueva central y aquel edificio que quedó por bulevar Leyva, y que era algo más que incomodo como edificio para la llegada y la partida de quienes viajaban. Un lugar que dibujaba lo que Culiacán no quería ser como ciudad. Pasó el tiempo y la central cumplió, dándole dignidad al viajero, aunque no se si da ganancias a quienes operan puestos comerciales en ella. Nadie que la conoce puede negar la higiene con que se mantiene, el orden que hay, el cuidado por que su imagen no se dañe y la seguridad y facilidad que hay para contratar cualquier servicio de transporte hacia el norte, el sur, y los puntos al oriente y al poniente de Culiacán. Parece que ahora un problema la aqueja y la autoridad responsable se rezaga en cuanto a buscarle solución. La central ha mejorado en mucho ese espacio que hoy ocupa, pues a su alrededor se mueven complejos económicos en vivienda, comercio, y edificios educativos que poco a poco le dan a esa zona de la ciudad, un ambiente diferente para bien de la imagen de Culiacán. No se entiende porque, algo que funciona bien, tiene ahora un problema. Si el gobierno de aquel entonces concedió que ahí se construyera, aún contra todas las voces que dijimos que no debería ser, no veo porque aparecen obstáculos para su desarrollo como centro de llegada y salida de pasajeros. He leído con atención lo que ha aparecido en prensa sobre el problema que se vive en la central, y pareciera que otro interés mueve los hilos para hacer de esa inversión un fracaso. Que insensibilidad de quienes toman las decisiones, de no escuchar, atender y solucionar de inmediato un problema que representa para una población la opción de viaje mas segura, y para los trabajadores, la posible pérdida de su sustento. Como se inventan en aras de ese interés, excusas para decir que lo viable es inviable, que lo ya hecho, está mal hecho. Como si la autoridad al llegar, trajera soluciones aplicables, o creara el problema para encajarle una solución, y demostrar que lo funcional, no sirve. Esa es la causa del atraso nuestro en materia de gobierno. Demorar, inventar, alargar, pretextar y así hacer indispensable soluciones innecesarias, en lugar de apoyar, conciliar, mejorar, impulsar, y buscar formas para consolidar lo que se tiene. En los seis años del gobierno anterior, la central no fue motivo de problema alguno, y si en cambio dio la buena impresión al viajero que llegaba y encontraba un orden, una limpieza que merecía platicarse. Culiacán es otro con la nueva central, lo dijo un habitante de Hermosillo. Ya quisiéramos que este cochinero cambiara, me dijo otro de Nogales, antes de que ellos también movieran y modernizaran su central. Y ahora resulta que todo cambió, que ya no es la central de autobuses lo que fue en esos seis años anteriores, que se convirtió en problema comercial nadie sabe a partir de cuando, y mientras, quienes de ahí viven, sin duda pasan dificultades, como taxistas, trabajadores, proveedores y otros que sin deberla ni temerla se dan cuenta de que ese centro que era digno de una ciudad moderna, pues ¿qué creen?, ya no lo es. Alguien así lo decidió. Como alguien decidió también ubicarla en ese lugar y no en el trébol, que hubiera evitado que los camiones entraran a la ciudad, como lo escribí hace años. Lo que salta a la vista es de que donde está, es por hoy la parte de la ciudad con más desarrollo. En otra cosa. Hay muertes que asombran, hay otras muertes que sorprenden, hay muertes que duelen más que otras. Y hay algunas muertes violentas que entristecen, como la de Enrique Ávila, quien fuera mi maestro en la facultad de Derecho de la UAS, compañero en el Consejo Municipal Electoral y buen amigo. Son de esas muertes inútiles que sin duda no encuentran explicación y quedan para el olvido al paso del tiempo. Hay tristeza en la UAS, la sentí en los pasillos de la torre académica la tarde el viernes.