De Gaulle en México
14 abril 2014
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BELIZARIO REYES /VERENICE PERAZA
Hace 50 años, en marzo de 1964, el General De Gaulle, entonces Presidente de la República Francesa, vino a México. Muchos presidentes franceses hicieron después el mismo viaje, pero el milagro no se repitió.Raymond Offroy, nombrado Embajador de Francia en México en 1962 para preparar el viaje con dos años de anticipación, contó esa historia en un coloquio del año 1983, De Gaulle y el Tercer Mundo. Faltaba un mes para que terminara la trágica guerra de Argelia, pero el General pensaba ya en el futuro, en los lazos afectivos existentes entre nuestros dos países, en la importancia de México, vanguardia de la América Latina frente al más poderoso de los imperialismos: Estados Unidos.
Para esa fecha, el Presidente Adolfo López Mateos, en la segunda mitad de su mandato, quería ir en viaje oficial a Francia, pero Le Quai d'Orsay, a saber la Secretaría de Relaciones francesa, no estaba entusiasta y no quería saber nada de la petición mexicana de una devolución de las banderas mexicanas tomadas en 1863 en Puebla.
El General barrió con estas reticencias. López Mateos hizo el viaje a Francia. Los vi pasar, en carro descubierto, bajando los Campos Eliseos de París, en 1963. Me llamó la atención porque el verano anterior había quedado fascinado por México, para siempre. López Mateos fue el primer Presidente mexicano en visita oficial en Francia.
De Gaulle le daba importancia a la América Latina, que no tardaría en recorrer de punta a punta, cuando ni Europa, ni Francia lo hacían. La visita a México tenía que manifestar la voluntad de afirmar el regreso de Francia al escenario mundial, después de los ocho largos años de guerra franco-argelina.
Sabía la importancia de México y conocía su historia; para él, México era ejemplar por varios motivos: por sus altas culturas milenarias, su largo enfrentamiento cara a cara con Estados Unidos, sus relaciones contradictorias con Francia. De Gaulle supo que el cura Hidalgo era amante de la cultura francesa, y no olvidaba que México, durante la Segunda Guerra Mundial, había apoyado a la Francia Libre que él dirigía desde Londres, y que el Comité de la Francia Libre de México, entre todos los de América Latina, había sido muy activo, con su editorial Quetzal, dirigida por Roger Caillois.
Cuando llegó a México, el General entregó en seguida al Presidente Adolfo López Mateos las históricas banderas mexicanas. Las autoridades responsables se negaban a devolver los trofeos que colgaban en la iglesia militar de San Luis de los Inválidos: en la noche anterior a su vuelo a México, mandó un verdadero comando a descolgar las banderas y se las llevó... ¡todo un símbolo!
Para él, México representaba la apertura de Francia al mundo: "Francia puede ir hacia otros países, en otros continentes, que nos atraen por instinto y naturaleza, que pueden desear asociarnos a su progreso y recíprocamente participar a todo lo que es Francia. De esto quiero hablar con el señor López Mateos, Presidente de México. Sí, la cooperación es ahora la gran ambición francesa". Lo hizo, lo hicieron.
Su viaje a México fue una pesadilla para los servicios de seguridad de ambos países, porque los sobrevivientes de la OAS, organización clandestina defensora de la Argelia francesa, no habían renunciado a matar al General que acusaban de traición. El asesinato de Kennedy era muy reciente. De Gaulle exigió andar en coche descubierto con su colega mexicano y encontrarse con el pueblo mexicano.
El 16 de marzo de 1964, frente a una inmensa multitud, pronunció su famoso discurso en el Zócalo: "Nuestrós dos pueblós, la manó en la manó" (en español, con acento francés). Su visita a la UNAM, el 18, y a la Guadalupe, aumentaron, si es posible, su popularidad. Nada que ver con las visitas de los presidentes siguientes, desde F. Mitterand hasta F. Hollande.
jean.meyer@cide.edu
Académico del CIDE