De ratones verdes, a la gloria olímpica
12 agosto 2012
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Vicente Oria Razo/NTX*
# Son campeones, a pesar de la depredadora industria del futbol#La medalla de oro es para los futbolistas, no para los directivos
Sin duda que algo se hace bien --o muy bien--, en el futbol profesional mexicano, al extremo que --contra todo los pronósticos--, el seleccionado nacional se convirtió en campeón de la justa olímpica.
Sin duda que el llamado "balonpié" hizo historia en los olímpicos de Londres, en donde arrebató la presea dorada al poderoso equipo de Brasil, la mayor potencia global del espectáculo del futbol.
Sin duda que en la victoria de la oncena mexicana derrumba las taras de "los ratones verdes", del "ya merito" y del ofensivo "jugaron como nunca y perdieron como siempre", para convertirse en dignos campeones.
Sin duda que luego de la final ante la oncena de Brasil, los futbolistas mexicanos enviaron al olvido "maldiciones" como la del "último minuto" y los fallidos "penales".
Sin duda que el puñado de futbolistas que vistieron "la verde", hoy jugaron como nunca pero --contra la historia de medianía y mediocridad--, hoy también ganaron como nunca; se colgaron la medalla de oro, la de campeones de la justa olímpica, ante el mejor futbol del mundo.
Sin duda que la victoria olímpica de la delegación mexicana en Londres --que es el primero y acaso el único oro que logrará la representación nacional--, es un triunfo para todos los mexicanos, una alegría general, un orgullo colectivo cuyas gotas de rica miel, alcanzan a todos, más allá de credos, preferencias políticas y condición social.
Sin dudas que la victoria en el terreno olímpico, unifica a las sociedades, a los pueblos y, en el caso mexicano, no es y no podía ser la excepción.
Y sin duda que no es la excepción porque la victoria olímpica, en futbol, es un respiro; bálsamo para una sociedad castigada por la creciente violencia criminal, por la inseguridad y la pérdida paulatina de alegrías.
Sin duda que --por lo menos durante unas horas--, la victoria del seleccionado nacional de futbol relegará al último lugar la división, la polarización y confrontación social que han generado aquellos que no saben perder en política; que reniegan de las reglas elementales de la democracia y que han estimulado la lucha entre hermanos, entre familias y vecinos... sea por pensar diferente, sea por disentir, por criticar.
Sin duda que una victoria olímpica --como la que nos regalaron los futbolistas--, calmará los ánimos, serenará las almas y llevará un poco de alegría a los corazones de millones de mexicanos, sobre todo ante la mezquindad de políticos y gobernantes incapaces de proveer los nutrientes elementales para una sociedad sana y saludable; confianza, credibilidad, seguridad y alegría.
Sin duda que los jóvenes futbolistas del seleccionado nacional nos regalaron formidables ejemplos de fortaleza, ambición, temple, tesón, pundonor, seguridad y alegría por el juego de la vida; más allá de odio, manipulación y fanatismo. Y es que, nos guste o no, cada uno es una historia de éxito.
Y sin duda que mezquindades aparte--, el histórico paso de los futbolistas mexicanos por los olímpicos de Londres, merece el aplauso y el reconocimiento general. Y es que son campeones, son los mejores y merecen la gloria, a pesar de todo; de la propia industria del futbol. ¿Por qué?
La otra cara
Porque a pesar del triunfo, de la medalla de oro, de la victoria olímpica, del buen sabor de boca, de la buena imagen que ofreció al mundo el futbol mexicano, lo cierto es que el negocio, el espectáculo y el empleo asalariado de los futbolistas, están muy lejos de ser los mejores del mundo; de merecer la medalla olímpica, el reconocimiento social y menos el aplauso del "respetable":
En el futbol mexicano siguen prevaleciendo las mafias que trafican con piernas; siguen existiendo empresas de futbol --equipos--, que tratan a la materia prima del espectáculo a los futbolistas--, no como asalariados con derechos plenos y constitucionales; sino como esclavos, cuyo contrato de exclusividad está ligado al veto del circuito de la industria, a los pagos condicionados, a la secrecía en las condiciones de contratación, al chantaje y, en el extremo, al trabajo en condiciones propias de mineros o jornaleros del siglo pasado.
Los futbolistas profesionales mexicanos no tienen seguridad laboral, no tienen protección sindical; carecen de reglas para proteger su vida útil en la profesión, para asegurar sus piernas y pies extremidades que acaban con carreras cuando se lesionan, sin costo alguno para los equipos--, y si no fuera suficientemente ofensivo ese régimen laboral cercano a la esclavitud, no se pueden defender con las leyes mexicanas. ¿Por qué?
Porque cuando un equipo de futbol entra en colisión con un futbolista, no hay ley que valga, empezando por la Constitución mexicana, ¿Por qué? Porque el futbol espectáculo, sus reglas y sanciones, las regula una empresa global, llamada FIFA, para la cual, la carta Magna mexicana importa un soberano pito.
Todo lo anterior, sin contar con los empresarios del futbol que son verdaderos depredadores, que contratan mano de obra barata a salarios de vergüenza--, a veces de desecho, sin garantías elementales; que obligan a los futbolistas a jugar en canchas de quinta categoría, que ofrecen a los espectadores un espectáculo caro y de mala calidad, en estadios y campos que son verdaderos muladares y que --como ocurrió recientemente con el Grupo Milenio, al que censuró y vetó la directiva del equipo Neza--, se dan el lujo de echar de sus instalaciones a los periodistas que critican su pingüe negocio.
Por eso, porque los trabajadores del espectáculo de las patadas tienen que lidiar con todo lo anterior --y con mucho inconvenientes más--, resulta aún más meritorio el triunfo de los futbolistas mexicanos; la medalla de oro en los olímpicos de Londres, en donde se convirtieron en campeones, a pesar de la industria del futbol, de sus directivos, mafias y de las condiciones de explotación, mercadeo y violación de sus garantías elementales. Y por todo eso, como dice "El Perro", vale la pena "ponernos de pie" para aplaudir a los campeones.
En el camino
Se armó la gorda. Un presunto narcotraficante detenido en España, y vinculado con el cártel de "El Chapo" Guzmán, se retrató en más de una ocasión con el entonces candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto. Tienen razón los malquerientes de Peña; debe aclarar todo posible vínculo con mafiosos. Lo curioso es que ninguno de esos "preocupados" por un posible gobierno vinculado al narco, abrió la boca cuando el PRD en pleno, protegió al narcotraficante Julio César Godoy, al que escondieron para convertirlo en Diputado federal. Sí, que se investigue y se castigue, pero a todos. Y el que esté libre de culpa, que denuncie al primer narco.