Dios toca nuestras vidas, nos rescata de lo más profundo de las bajas pasiones y sólo nos pide a cambio que sigamos por el camino del bien, con lo cual nos revaloramos a nosotros mismos y empezamos a ser revalorados por los demás

13 octubre 2007

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Héctor Tomás Jiménez

Cuando Dios toca nuestras vidas

Hay una pequeña historia hecha película que sirve como una excelente metáfora para entender la forma como Dios toca nuestra alma y nuestro corazón para hacernos saber que siempre esta con nosotros, muy a pesar de que en ocasiones nosotros no queramos estar con Él.
La historia inicia en el taller de un talentoso artesano quién con sus manos, le va dando forma y vida a un instrumento musical. De manera lenta, sin prisa alguna, pero con el amor y la paciencia digna de un maestro que sabe que con sus manos, le da vida a un instrumento que servirá para acercarse a las notas de la música celestial.
Así, de esa manera, va poniendo parte de su vida en la madera con la cual va moldeando cuerpo y vida de un hermoso violín, mismo que al terminarlo, lo toca magistralmente envolviendo con sus notas armoniosas, el ambiente del taller y de su propia alma de maestro artesano.
Aquel bello instrumento, llega a manos de un joven que intenta sacar de sus notas las melodías armoniosas que el maestro comprobó tenía en su alma aquel violín, sin embargo, aquel joven terminó desilusionado de no poder tocarlo, y empezó a descuidarlo, de tal manera, que aquel violín que había sido construido con amor y paciencia, se le empezó a ver maltratado, sin brillo y con muchas cuerdas rotas.
Pronto terminó en el desván donde van los trebejos de la casa, y lentamente, empezó a morir de tristeza. Un triste final para una bella pieza construida con amor.
Sin embargo, tiempo después, aquel violín apareció en un bazar, donde fue vendido a otra familia, que al final de cuentas, le dio el mismo trato, y así, como dando tumbos por la vida, aquella hermosa pieza de madera viva, se fue convirtiendo en un deteriorado y maltrecho instrumento musical, al igual que muchas personas que dejan de quererse a sí mismas y terminan su vida en el bajo mundo de las fatuidades.
Pero cierto día, el violín aquel fue visto en una subasta, donde su imagen era tan precaria, que nadie daba un peso por el, sin embargo, de la nada apareció aquel viejo maestro artesano que fácilmente reconoció el violín que había salido de sus manos, se lo solicitó al subastador, lo limpió amorosamente con su pañuelo, restableció algunas cuerdas, lo puso sobre su hombro, y del alma de aquel desvencijado violín, empezaron a salir las más hermosas notas que dejaron pasmados y sin habla a los compradores de aquella subasta.
Al terminar de tocar una hermosa pieza de paganini, el maestro aquel regresó el violín al subastador, quien después de algunas ofertas, terminó vendiéndolo en un alto precio. ¿Qué había sucedido para que la gente apreciara el violín? Simple y sencillamente que había sido tocado por las manos del maestro, quién le devolvió la virtud para la que fue construido.
Así, de la misma manera sucede con nuestra relación con El Maestro de nuestras vidas, pues como seres humanos nos auto denigramos y vamos por la vida dando tumbos sin rumbo fijo, pues perdemos de vista que fuimos creados con sus manos para fines nobles y de amor al prójimo.
Debemos preguntarnos. ¿Porque nos conformamos con migajas de alimento espiritual, cuando somos invitados permanentes a la mesa donde Él toma como alimento, su cuerpo y su sangre?
La respuesta es que caemos en el vacío existencial, cuando nos creemos rechazados y utilizados por los demás, sin ver que somos nosotros quienes nos rechazamos a nosotros mismos cuando nos ocultamos en las fatuidades de la vida creyendo encontrar todo lo que puede llenar nuestro vacío, cuando lo único que hacemos es ahondar aún más ese hueco en nuestra vida.
A pesar de todo lo malo que hagamos en la vida, debemos estar seguros que Él no nos abandona, y se presenta a nosotros en el momento preciso de nuestras vidas, cuando hemos tocado fondo y no sabemos que hacer ni a donde recurrir. Él se presenta de la manera más inverosímil, y nos deja un mensaje de amor en nuestros corazones con el cual fortalece nuestro espíritu y empezamos a caminar por el sendero del bien, empezamos a reencontrarnos y a ver con los ojos del alma todo lo que nos rodea, abandonamos reproches, tristezas y fatuidades, e iniciamos una nueva vida perdonándonos a nosotros mismos y agradeciéndole a Dios su presencia a través de las personas que nunca dejaron de amarnos y mantuvieron siempre la esperanza de la rehabilitación física, emocional y espiritual.
Así es como Dios toca nuestras vidas, nos rescata de lo más profundo de las bajas pasiones y sólo nos pide a cambio que sigamos por el camino del bien, con lo cual nos revaloramos a nosotros mismos y empezamos a ser revalorados por los demás. Él nos toca el alma, al igual que el maestro artesano toco el violín de nuestra historia, rescatando lo mejor que tenía dentro de sí. Hermosa y aleccionadora historia, ¿verdad?

JM. Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com