Don Porfirio Díaz Mori

19 septiembre 2015

""

PREMIO

Inge, entre las muchas noticias recientes, el papel endeble del Gobierno, justificado por un ineficiente trabajo con respecto a lo sucedido con los estudiantes normalistas, que alcanza ya casi un año de su desaparición, con las investigaciones de la comisión de Derechos Humanos, está como empezó y la llamada verdad histórica que la PGR había dado a conocer, ni es histórica, ni es verdad. Un año y nada, puras hipótesis, especulaciones, declaraciones y lo mismo. Los padres viajan por países y ciudades buscando solidaridad para saber, ¿qué pasó?, ¿por qué sus hijos siguen sin aparecer? Preguntas sin respuestas, respuestas carentes de verdad, verdades falsas.
Un tema que llevará mucho tiempo, y como muchos temas, es posible que no se llegue a la verdad. Como los crímenes de políticos, como la guardería ABC de Sonora, los desaparecidos y otros muchos casos en los que la sociedad no recibe una verdad. Y mientras tanto, se avanza con la vergüenza de no poder confiar en las instituciones que, pareciera se atan ante la exigencia de buscar las razones de muchas conductas que tienen desgastándose el tejido social.
Entre todo ello Inge, una nota sobre la figura de Porfirio Díaz Mori, se vino dando con motivo del centenario de su fallecimiento en un país extranjero. Lo considero de importancia porque este héroe nacional y Presidente mexicano, nos lo presentaron como un dictador en los libros de historia de nuestra primaria y secundaria. Tú y yo y millones, fuimos educados en la historia escrita con sesgos y mentiras, porque así convenía al gobierno emanado de un movimiento armado que, desde las oficinas burocráticas escribió una verdad a conveniencia, y no creó un sistema por consenso de las partes, para alcanzar un País con orden, con filosofía social, gobernado por mexicanos con moral política y formado por generaciones de mexicanos preocupados por el saber, el actuar y el progreso total.
Una estatua a don Porfirio en Veracruz, en Orizaba para ser preciso, le resta peso al título que en los libros de historia nos lo presentaron como un dictador, un enemigo de México y un causante de los males sociales. Así nos enseñaron los maestros preparados en las normales estatales. Así se los enseñaron a ellos. El dictador, que en el Ipyranga salió para siempre desterrado del País, dejando una renuncia a su cargo presidencial y un trabajo hecho para modernizar en aquellos tiempos a un País atrasado, sin cultura ni educación, mutilado en su territorio por un traidor que vendió el País en lugar de defenderlo, y logró ubicar, a una parte de la sociedad, en un umbral de importancia, mientras otra parte, la mayoritaria, se debatía entre la miseria y la pobreza. Espejo de la sociedad mexicana que en nuestros tiempos se refleja en muchas comunidades que conforman los estados federados.
Cuánta mentira a la luz de esa historia, que al decir de los clásicos, la escriben los triunfadores, o los que los sirven, porque los triunfadores, muchos de ellos, no sabían escribir ni leer, pues su origen venía de la ignorancia, y su entrada a la historia la hicieron por circunstancias, a veces sin explicación. Hoy, el régimen de la revolución voltea para otro lado y deja que don Porfirio tome cuerpo en las pantallas televisivas de los canales alineados, permite que analistas e historiadores, dulcifiquen el rostro del héroe de la batalla del 2 de abril y planteen, ya no una dictadura política y de poder, sino que generen criterios que permitan que las nuevas generaciones le den un tamaño normal a quien, en nuestro caso, siempre tuvo un rol de dictador, traidor y que fue bueno su exilio. Hoy sabemos que no hubo quien le ordenara que se fuera del País, que renunció para evitar un derramamiento de sangre de mexicanos, inútilmente, y que la lucha armada no destruyera lo construido. Dentro de todo eso, dice el historiador Enrique Krause, tuvo un gesto que le presenta ante la historia como un hombre congruente, amante de su origen y defensor del orden y el poder gubernamental.
Qué diferente cuando se mide a lo largo y a lo ancho la dimensión de un ser, y se pesa en la báscula histórica para conocer su peso real en la turbulencia de su tiempo. Tal vez por eso, la verdadera historia, y no la escrita por los escritores post revolucionarios, le deba una mención. De hecho, ocupa, aunque opaca, una de sus páginas de gloria, la referente a la batalla del 2 de abril contra el ejército imperialista que quiso tomar la ciudad de Puebla, defendida por el Ejército de Oriente al mando del General Porfirio Díaz Mori.
He leído biografías de este personaje que ahora se intenta mejorar en imagen, y en ninguna he leído frases que denigren su trabajo al frente de la Presidencia, ni tampoco que los presenten como un corrupto. No fue la perfección, ni un equilibrio entre virtudes y defectos, pero sí creo que estuvo a la altura de su tiempo, todo el tiempo. El mal que cometió fue no haber entendido el paso de los años y la presencia de nuevas generaciones que se multiplicaron en las olvidadas y lejanas comunidades del centro del País. Eso justificaba para él, la continua presencia en el cargo, pero siempre proveniente de una elección, de sentido unilateral.
Hoy Inge, los nuevos libros de historia buscarán borrar las palabras dictadura y dictador, para que las nuevas generaciones, que desconocen la historia mexicana, no continúen con la farsa que las autoridades son tan proclives a cometer. Tal vez separen la vida pública de Porfirio Díaz Mori en su etapa de General héroe, y la de Presidente permanente. Leyendo la historia, no es el General oaxaqueño, el hombre de carne y hueso que define el post revolucionario.
Entre burla y cinismo, el gobierno nombra a Roque Villanueva, de triste y gris recuerdo, subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos en Gobernación. Qué poca congruencia y qué mucho cinismo. Desde ahí que siga dañando, que nadie protesta al cabo.