El agua y el espejo
24 febrero 2014
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Sugey Estrada/Hugo Gómez
Los padres, educadores y pedagogos han implementado fórmulas que buscan enseñar, enmendar y corregir.Algunos métodos son duros, implacables e impacientes, otros resultan más maduros, prorrogables y conscientes.
Esta dualidad la ejemplificó admirablemente Juan Eugenio Hartzenbusch en su fábula El espejo y el agua:
"Disputaron el agua y el espejo, y fue la riña del tenor siguiente:
"Él: Yo, de genio duro, lo reflejo/ todo sin aprensión exactamente.
"Ella: Pues yo, con mi carácter blando,/ todo lo pinto a medias y jugando.
"El defecto menor, el más pequeño/ tizne que manche un rostro, yo lo enseño.
"La mancha enseñarás, pero amiguito,/ hago yo más que tú, pues yo la quito.
"Enoja la dura reprimenda,/ dulce amonestación produce enmienda".
El espejo, nos dice Hartzenbusch, es de genio duro y refleja lo que tiene enfrente de manera fiel, sin mostrar ningún sentimiento. Lo que le importa es acentuar lo reflejado, sin importar si cohíbe, avergüenza e inhibe con su acción. No obstante, no se percata de que su reflejo tampoco es tan fiel, porque la imagen de la realidad que presenta está invertida.
El agua, en cambio, con carácter blando, es más atractiva y divertida. Sabe que se consigue más derramando miel, que restregando con hiel. Permite que el educando se desarrolle y crezca, que se exprese con originalidad y el cambio permanezca.
El espejo vuelve a la carga y señala que se especializa en marcar defectos, sin darse cuenta de que al no expresar afectos todo lo envilece y amarga.
El agua, por el contrario, no se detiene en puntualizar el error, sino que se ocupa de eliminar la mancha con cuidado y amor.
La moraleja es clara, si se busca sólo la reprimenda no se producirá nunca la enmienda.
¿Soy agua o espejo?
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@rodolfodiazf