El bien y el mal siempre andan juntos. (Una lección no conocida de Jesús).

07 enero 2006

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Héctor Tomás Jiménez

En nuestra civilización occidental, los conceptos del bien y el mal están profundamente arraigados, aún cuando muchas veces no muy definidos, en razón de la variedad cultural, o por la diversidades filosóficas y religiosas.
Ser bueno o ser malo, no es necesariamente una disyuntiva para el hombre, pues entre el bien y el mal como conceptos filosófico-existenciales, existe un hilo conductor que le permite al ser humano moverse de manera convencional, es decir, que actuará bien o mal según le convenga o según sean las circunstancias que le rodean.
Esto último significa, desde mi punto de vista, que el hombre es un ser que se mueve más por conveniencias que por convicciones, aunque éstas últimas sean la mejor pantalla o máscara que reflejemos al mundo exterior. Ésta es la razón por la cual, metafóricamente se puede decir que el bien y el mal siempre andan juntos, sólo basta recordar la simbología bíblica de la rebelión de los ángeles que dieron lugar a los demonios.
Los filósofos han intentado determinar la bondad en la conducta humana, de acuerdo con determinados principios fundamentales, y han considerado que existen tipos de conductas buenas en sí mismas o buenas porque se adaptan a un modelo moral concreto. La ética, como parte de la filosofía que aborda las conductas humanas, traduce sus principios a exigencias prácticas en la moralidad de los actos humanos. La moral, como sabemos, es consecuencia de las costumbres de los grupos humanos, y refleja la conciencia moral nacida de esas costumbres. La conciencia moral obliga a actuar con el conocimiento ético de ser parte de una cultura determinada y de un tiempo histórico determinado.
Simbólicamente, el relato bíblico del antiguo testamento ha pesado de una manera significativa en el subconsciente colectivo de la humanidad, pues, allí se origina el concepto de la caída, del pecado, del mal. Adán y Eva, creados a imagen y semejanza de Dios, estaban en el paraíso, desnudos, sin avergonzarse de ello, en la inocencia absoluta; sin embargo, por sugestión del espíritu maligno, simbolizado en la serpiente, probaron el fruto del árbol misterioso lo que les valió que fuesen arrojados a sufrir las vicisitudes de la vida, es decir, el enfrentamiento tanto al bien como al mal.
Existe un hermoso relato anecdótico que me envió mi buen amigo el Dr. Francisco Villalobos y que narra la historia de la pintura "La última Cena" del gran pintor, escultor e inventor Leonardo Da Vinci. El relato dice así: "Se dice que tardó veinte años en hacerla debido a que era muy exigente al buscar a las personas que servirían de modelos. Tuvo problemas Jesús, quien tenía que reflejar en su rostro pureza, nobleza y los más bellos sentimientos. Así mismo debía poseer una extraordinaria belleza varonil. Por fin, encontró a un joven con esas características, fue el primero que pintó. Después fue localizando a cada uno de los apóstoles, a quienes pintó juntos, dejando pendiente a Judas Iscariote, pues no encontraba el modelo adecuado".
"Este debía ser una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia. Por lo que el cuadro quedó inconcluso por largo tiempo, hasta que le hablaron de un terrible criminal que habían apresado. Fue a verlo y era exactamente el Judas que él quería para terminar su obra, por lo que solicitó al alcalde le permitiera al reo que posara para él. El alcalde conociendo la fama del maestro Da Vinci, aceptó gustoso y llevaron al reo custodiado por dos guardias y encadenado al estudio del pintor".
"Durante todo el tiempo el reo no dio muestra de emoción alguna de que había sido elegido para modelo, mostrándose demasiado callado y distante. Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, llamó al reo y le mostró la obra, cuando el reo la vio, sumamente impresionado, cayó de rodillas llorando".
"Da Vinci, extrañado, le preguntó el por qué de su actitud, a lo que el preso respondió: --¿Maestro Da Vinci, es que acaso no me recuerda?"
"Da Vinci observándolo le contesta: --¡No, nunca antes te había visto´. Llorando y pidiendo perdón a Dios el reo le dijo: --¡Maestro, yo soy aquel joven que hace diecinueve años usted escogió para representar a Jesús en este mismo cuadro...!" (Fin de la historia.)
Como podemos ver, la causalidad divina eligió al mismo hombre para que lo representara tanto a Jesús como a Judas, lo que a mi entender significa la dualidad del hombre frente al bien y el mal. ¿No lo cree usted así?

JM, Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com