El caso de Nueva Jerusalén nos muestra claramente el límite de la libertad religiosa
27 julio 2012
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¿Dónde termina la libertad religiosa y comienza el fundamentalismo? El caso de Nueva Jerusalén nos muestra claramente el límite de la libertad religiosa, las múltiples maneras de entenderla y la importancia de un Estado laico que permita la gestión y convivencia de las distintas formas de entender el mundo. Esta comunidad religiosa, asentada en Turicato, cerca de Puruarán, tiene una larga historia de conflictos internos y confrontaciones, tanto con autoridades religiosas como civiles. El último de ellos se desencadenó cuando el grupo religioso destruyó la escuela, ante la mirada de aquellos padres que querían que sus hijos tuvieran una educación pública, laica y gratuita. Los atacantes, que destruyeron la escuela con picos y palas son los fieles de una secta religiosa (utilizo el término con la mayor objetividad posible), que se niega a la existencia de una educación secular e intenta mantener el control absoluto en la comunidad, pasando por encima de las leyes estatales y federales.El origen de esta comunidad se encuentra en unas supuestas apariciones cerca del poblado de Puruarán, a principios de los años setenta. Allí comenzó a desarrollarse un culto con la participación decidida de una religiosa llamada María Concepción Zúñiga o "Mary Conzuló". Proveniente de Zamora, donde había tenido una casa de religiosas, en 1964 llegó a Chilapa y pidió formar una pía unión en compañía de otras mujeres. Allí, con el apoyo del obispo local de reconocida filiación conservadora, comenzó a editar una revista titulada Estrella. Posteriormente, en 1968, abandonaría la diócesis para establecerse con sus "Mínimas Franciscanas del Perpetuo Socorro" en la Villa de Guadalupe. Ya desde 1971 la mencionada revista había llamado la atención del Arzobispado, pues María Concepción Zúñiga difundía unos "Mensajes de Jesucristo" que según ella recibía del mismo redentor. El entonces arzobispo primado de México, Miguel Darío Miranda, le prohibió publicar la revista y se negó a aceptar a ella y a su obra en la arquidiócesis. Entonces fue cuando la religiosa decidió trasladarse a Puruarán. En ese lugar y alrededor de unas supuestas apariciones de la Virgen, María Concepción Zúñiga se alió al párroco integrista del lugar, Nabor Cárdenas (luego llamado por sus seguidores, Papá Nabor).
Las apariciones fueron tempranamente declaradas falsas por el obispo de Tacámbaro, José Abraham Martínez, quien las describió como "fruto de mentes que padecen alucinaciones y anhelos de cosas sobrenaturales". El obispo declaró también que el principal propagador de ese engaño era el párroco del lugar, a quien se le había amonestado varias veces y a quien se le había prohibido también seguir hablando "de esas cosas que tuvieron visos de falsedad". Por ese motivo, desde mayo de 1974 dejó de ser oficialmente párroco de Puruarán, se le privó de sus facultades ministeriales y se le invitó a que tomara unas vacaciones fuera de la diócesis, pues decía el obispo "pensábamos que un descanso podría aliviarlo de la paranoia que padece". Pero como el cura Nabor Cárdenas insistió en su actitud, el obispo de Tacámbaro terminó por suspenderlo A Divinis, negándole licencia para permanecer en la diócesis. Pese a lo anterior, el párroco decidió permanecer en el lugar, apoyado por la vidente "Mary Conzuló" y un creciente aparato destinado a controlar el culto alrededor de las apariciones de Puruarán. Así nació en Turicato a finales de la década de los años 70 la "Nueva Jerusalén".
Desde sus inicios entonces la secta fundada por Mary Conzuló y papá Nabor se constituyó como una secta (en el sentido sociológico del término) mesiánica, con un control absoluto de sus feligreses. Sin embargo, a medida que los fundadores envejecían y morían, el liderazgo religioso se fue dividiendo, generando conflictos internos y espacios de disidencia tanto religiosa como civil.
El conflicto que terminó recientemente con la escuela pública en el lugar refleja todas las contradicciones generadas desde el inicio de esta secta religiosa. En primer lugar, las autoridades católicas no pudieron controlar una expresión integrista y mesiánica de religiosidad que, como muchas otras formas de religiosidad popular, escapó al control eclesiástico. Pero también muchos gobiernos municipales, estatales y federales hicieron caso omiso de lo que allí estaba sucediendo y no intervinieron a pesar de las acusaciones, demandas y solicitudes de intervención de muchos que habían sido expulsados de su comunidad o vejados de alguna manera por un poder fáctico con inspiración religiosa. Basados en el apoyo casi incuestionado de la comunidad, en la impotencia del poder eclesiástico y en la indiferencia del poder civil, los líderes de la Nueva Jerusalén han reinado allí durante más de tres décadas.
Lo trágico de esta historia es que el imperio del Estado y de la ley desapareció por completo y todo es negociable. En lugar de castigar a los culpables que destruyeron la escuela, las autoridades acordaron con los grupos laicos y tradicionalistas "un pacto de civilidad, respeto mutuo y no agresión". Luego nos preguntamos por qué nadie se toma en serio al Estado mexicano y a su Constitución.
roberto.blancarte@milenio.com