El dolor del alma

25 julio 2015

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Héctor Tomás Jiménez

Del alma se dice desde el punto de vista teológico, que es la esencia de la vida, el soplo divino, el motor de la existencia. Otros más dirán que el alma es el ser mismo, el "yo" viviente que habita en el cuerpo y actúa a través de él, y todo es verdad, pues el alma humana es como el impulso de energía que le permite a una lámpara que genere luminosidad. Así, al ser humano la presencia del alma en el cuerpo le significa vida, energía, chispa de vida, emociones, voluntad y deseo, personalidad e identidad, en una palabra, el alma es existencia.
Los principios filosóficos de los Rosacruces hablan de que el hecho de ser humano significa un espíritu que habita en un cuerpo y que tiene un alma. En otras palabras, "espíritu se es, en tanto que alma se tiene". Es como decir que el espíritu es esencia y que el alma es contenido. El hombre se identifica en su existencia a través de una trilogía, es decir, de un cuerpo, un espíritu y un alma, aunque algunos prefieren decir cuerpo, mente y espíritu, porque identifican a la mente con el alma.
En los avatares de la vida que el hombre va enfrentando a lo largo de su existencia, siempre se identifican situaciones de índole diversa, algunas placenteras y otras dolorosas, y ambas emociones son percibidas desde la esencia misma del ser humano, generando conductas y actitudes frente a las circunstancias, es decir, reacciones mediante las cuales confrontamos y solucionamos los conflictos dolorosos, o bien, manifestamos regocijo y deleite frente a las cosas que nos agradan y hacen sentir bien. Cuando nos duele el alma, el cuerpo se enferma, en cambio, cuando sentimos satisfacciones y complacencias el alma brilla.
Este es el testimonio de una persona que sentía un profundo pesar, un dolor del alma inexplicable. Esta es su narración: "De pronto, sin darnos cuenta, uno se despierta un día y se da cuenta que no tiene deseos de levantarse, que le pesan los ojos, que no quiere mirar, que las sábanas son el perfecto lugar para un refugio silencioso, pero, hay que salir, levantarse, pero hacerlo resulta pesado y no hay ganas de nada, no queremos ir a trabajar, no queremos ver a nadie, nos falta voluntad. Nos damos cuenta que nos invade una angustia inexplicable y sentimos unas tremendas ganas de llorar pero ¿por qué?, no importa, cualquier cosa es el motivo perfecto para llorar, una palabra, un gesto, algo que nos sucedió, una persona que por accidente nos empujó en la calle, una amiga que estaba apurada y no pudo atendernos al teléfono como hubiéramos deseado, una cuenta por pagar, cualquier cosa nos da el motivo justo para llorar. Y ese sentimiento, esa sensación va creciendo y se hace más fuerte; sentimos que cada vez es más frecuente y por ello nos sentimos mal, con una opresión en el pecho, tan fuerte que se siente como una prensa que no nos deja respirar, nos duele y solo queremos estar solos y a oscuras, que nadie se acerque, que nadie nos vea. Se van las ganas de arreglarnos, total para qué hacerlo, no nos lo explicamos ni queremos hacerlo, no sabemos de qué, acaso ¿falta de amor, de mimos de caricias, de palabras, de que nos presten atención? Sentimos náuseas, mareos, dolor de cabeza, ese dolor profundo, que nos deja descansar y las noches se hacen eternas, no podemos dormir, y todos los pensamiento son malos, terribles, de menosprecio, de crueldad, pensamos en las cosas despreciables que nos dijeron o que creímos escuchar, nos duele el alma, magnificamos todo, y todo es poco, todo está mal nosotros estamos mal. Y cada vez es peor. De pronto también nos damos cuenta que hace ya un tiempo, y no sabemos precisar cuándo, nos fuimos alejando de los amigos, de la familia, de los afectos, hay días en que se siente que no se tienen ganas de ver a nadie, de escuchar a nadie, es mejor estar solo, y nos va ganado la soledad, pero no sabemos ni podemos estar con nosotros mismos. Con respecto a los sentimientos, sentimos que nadie nos quiere, que nadie nos entiende, que nadie se acerca; aunque tampoco nos acercamos a alguien, y cuando lo hacemos es para quejarnos de lo mal que estamos. La soledad está ahí, pero queremos que nos escuchen y gritamos con lágrimas, con acciones, actitudes y nuestro cuerpo grita, un grito desgarrador, tan fuerte y agudo que nos duele el alma, nos lacera la existencia. Ya no tenemos ganas de vivir, ganas de nada, no hay motivaciones, no hay sentido de vivir y tampoco la vida parece tener sentido alguno. Así se manifiesta la depresión, una de las enfermedades mentales más dolorosas." (Fin de la narración)