El Estado de México será decisivo para la contienda presidencial de julio sólo si alguno de los candidatos logra incentivar la participación ciudadana de la misma forma que Fox en 2000.

14 marzo 2006

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Melissa Sánchez

Hace ocho meses, el 3 de julio del año pasado, la Alianza por México, integrada por el Partido Revolucionario Institucional y el Verde Ecologista de México alcanzó la mayor votación en su historia en las elecciones de Gobernador del Estado de México.
El domingo perdió, de acuerdo a los resultados preliminares, poco más de medio millón de votos y 13 puntos porcentuales de participación electoral.
En contrapartida la Coalición por el Bien de Todos, conformada por el Partido de la Revolución Democrática y el del Trabajo, ganó poco más de 200 mil votos y casi 8 puntos porcentuales de participación electoral.
A su vez, el Partido Acción Nacional prácticamente mantuvo su votación y su participación electoral, que es apenas el 40 por ciento de la votación que obtuvo su candidato presidencial Vicente Fox Quezada, hace casi seis años, y casi exactamente la mitad de los votos que obtuvo en las elecciones para elegir al Congreso Estatal en el mismo año 2000.
Mientras tanto, el abstencionismo nuevamente volvió a triunfar pues de una lista nominal de 9 millones 14 mil 691 ciudadanos, sólo acudieron a votar poco más de 3 millones 600 mil, es decir, aproximadamente el 40 por ciento de los posibles votantes y únicamente unos 150 mil votantes menos que en la pasada elección de gobernador; pero casi millón y medio menos que los 5 millones 124 mil que participaron en la elección presidencial del 2006.
De acuerdo a la jornada electoral del domingo difícilmente se podrá repetir la elevada participación electoral del año 2000, cuando acudieron a sufragar casi el 68 por ciento de los ciudadanos enlistados para hacerlo, pues después de esa elección la intermedia federal convocó a menos de tres millones de votantes y el resto de las elecciones estatales rondan los tres millones y medio de votantes.
En el terreno de las preferencias electorales, es evidente que el PRI y el PAN vivieron situaciones extraordinarias e irrepetibles en las elecciones de Enrique Peña Nieto, como Gobernador, y Vicente Fox, como Presidente, respectivamente. Particularmente la votación de Fox, que representa la máxima votación obtenida por cualquier candidato en el Estado de México, fue muy alta por la elevada participación electoral y el porcentaje de preferencia electoral que logró concitar.
En el caso de Peña Nieto, en realidad el principal elemento fue el alto porcentaje de preferencia electoral, pues logró el 47.6 por ciento de los votos, que representa cuatro puntos porcentuales más de los que obtuvo Fox, cinco años antes.
Por otra parte, es importante señalar que si bien la votación del Rubén Mendoza Ayala, como candidato blanquiazul a la Gubernatura, ciertamente fue baja, pero dentro del promedio panista, es decir, las pugnas internas y la mala campaña lo colocaron simplemente en el promedio, pero en realidad las votaciones superiores al millón de votos no son la regla.
El PRD también está casi 200 mil votos debajo de su máximo histórico, que obtuvo en la intermedia federal de 1997, cuando alcanzó igualmente su mayor preferencia electoral, aunque aun así se quedó a ocho mil votos de distancia del PRI; mucho menos que los 150 mil de esta elección.
Por otra parte, es conveniente señalar que la votación obtenida en julio pasado por Yeidckol Polevnsky, candidata a gobernadora por el partido del sol azteca, si fue superior al promedio perredista, pero no fue excepcional.
Aunque las campañas presidenciales incidieron en el resultado electoral del domingo, lo cierto es que el mayor efecto fue el crecimiento de la Coalición por el Bien de Todos, pues las otras dos fuerzas políticas básicamente se ubicaron en los que pueden ser sus niveles promedio.
La votación priista se ubica alrededor del millón y cuarto y lo excepcional fue el millón 800 mil de Peña Nieto; la panista se ubica alrededor de los 950 mil votos y lo verdaderamente excepcional fueron los dos millones 240 mil votos de Fox.
En cambio la votación perredista es mucho más variable, pues pasa de alrededor de los 700 mil votos en la elección de gobernador de 1999 y la intermedia federal del 2003 al millón 300 mil de la intermedia federal de 1997, que podría parecer algo excepcional, como la votación blanquiazul del 2000, de no ser por el resultado del pasado domingo.
En estas circunstancias es evidente que la volatilidad de la votación perredista depende fundamentalmente de sus candidatos y el compromiso de los grupos estatales.
En 1997 el efecto Cuauhtémoc Cárdenas, como candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal y la unidad partidista alrededor de dicha candidatura y la dirigencia nacional de Andrés Manuel López Obrador, fueron factor determinante en la votación alcanzada.
En 1999 el PRD vivía momentos críticos a nivel nacional ante las dificultades para renovar la dirigencia nacional y el inicio del declive del liderazgo de Cárdenas, eso aunado a las diferencias de los grupos estatales, los llevó a reducir su votación prácticamente a la mitad en poco más de dos años.
Para la elección del 2000 recuperaron más de 300 mil votos, mismos que volvieron a perder tres años después en las intermedias federales.
Pero después de ese mínimo de menos de 700 mil votos el PRD recuperó la tendencia alcista hasta rebasar el millón cien mil votos el domingo, es decir, en menos de tres años aumentó su votación en más de 400 mil votos y su participación electoral en más de 8 puntos porcentuales.
El Estado de México demuestra claramente la volatilidad del voto, pues el PRI obtuvo el año pasado el 47.6 por ciento de las preferencias electorales, pero cinco años antes, en la elección presidencial, apenas había alcanzado el 32 por ciento, es decir, casi 16 puntos porcentuales menos. El PAN pasó de apenas el 19.4 en la elección federal de 1997 al 43.7 que obtuvo Fox, es decir, un incremento de más de 24 puntos porcentuales. Por su parte, el PRD pasó del 33.5 por ciento en 1997 a sólo 18.8 en la presidencial del 2000, es decir, una caída de casi 15 puntos porcentuales.
Si eliminamos la elección presidencial del 2000, por la elevada participación electoral, el promedio de mexiquenses que acuden a las urnas es de alrededor de 3 millones y medio y de éstos, aproximadamente tres millones tienen claramente definida su preferencia de la siguiente manera: un millón 250 mil para el PRI; 950 mil para el PAN y 800 mil para el PRD; mientras casi medio millón decide su voto en función de los candidatos y la coyuntura, es decir, los fluctuantes son aproximadamente el 15 por ciento de los electores, que dada la división a tercios de las preferencias electorales, pueden hacer cambiar al triunfador en cada contienda electoral, aunque hasta estos momentos los únicos que se han repartido los triunfos son el PRI y el PAN.
El Estado de México será decisivo para la contienda presidencial de julio próximo sólo si alguno de los candidatos logra incentivar la participación ciudadana de la misma forma que Fox, pues en el año 2000 la cuarta parte de los 2 millones 400 mil votos de la diferencia electoral entre Fox y Francisco Labastida tuvieron su origen en esta entidad.