El fracaso de un Alcalde ausente, corajudo y sin nombre

27 junio 2014

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Sr. Director Editorial:

Escuinapa es un mu­nicipio pequeño en la frontera sur de nuestro estado. Tie­ne 54 mil habitantes más los que se acumulan en la tempo­rada agrícola, la mayoría jor­naleros que atiende labores en los campos fértiles del valle.
Aproximadamente mil 300 nacimientos y 300 defun­ciones al año. Un pueblo apa­cible, pintoresco, caluroso, terregoso, endeudado en sus finanzas públicas y poseedor de una de las nóminas guber­namentales más grandes de Sinaloa, en proporción con el número de su Población Eco­nómicamente Activa (casi 30 burócratas municipales por cada 100 trabajadores en dis­tintos sectores).
Las necesidades de su po­blación lo ubican como uno de los municipios con mayores índices de marginalidad en nuestro estado, con alto défi­cit de vivienda y trabajo, con desastrosos números en ma­teria de desarrollo humano. Se podría decir que Escuina­pa es el pueblo perseveran­te que nunca cambia, que se mantiene en la esperanza de la transformación que no lle­ga, ni llegará en este trienio.
En próximas fechas se cumplirá un año de la elec­ción del Alcalde, los con­tundentes resultados dieron muestra de que la ciudadanía estaba desencantada del go­bierno en turno y la opción política del entonces partido gobernante no convenció a los intereses de un electorado que tenía ganas de creer en que se podía "escuchar para gobernar" eje articulador de la propuesta vencedora.
A pocos meses de iniciado el periodo de gobierno del Al­calde, diversas voces se hacen eco para denunciar sus cons­tantes ausencias y la falta de atención a la ciudadanía. El Presidente poco despacha en su oficina, cuando lo hace es con la puerta cerrada y es más fácil encontrarlo en su empre­sa que en el Ayuntamiento, afirman.
Algunos periodistas loca­les han optado por llamarlo el Alcalde "sin nombre", en referencia a una entrevista llena de alusiones personales dirigidas a compañeros de es­ta casa editorial con quienes me solidarizo extensamente. El Alcalde ha emprendido una cruzada de injurias y denosta­ciones contra quienes no han aceptado las obsequias y pre­bendas que pactan el silencio contra su administración fa­llida. Ha tomado el comporta­miento típico del gobernante sordo y falto de criterio que tanto criticó en campaña.
El Presidente Municipal sin nombre, también ha falta­do a su palabra. Intenta ami­norar la crítica asegurando que sus reiteradas ausencias son para buscar recursos, piensa que la ciudadanía tiene ganas de ser engaña­da, que sus inasistencias son perdonables en el "correteo" de presupuestos federales, como si la ciudadanía no su­piera que todo recurso pre­supuestal se ejerce por pre­supuesto no por ocurrencia petitoria.
El mencionado no ha sido capaz de articular una plata­forma de gobierno eficiente, no ha podido con la respon­sabilidad que le enviste, no ha dado resultados al electorado que lo eligió en contundencia, no ha podido salvar ni la mí­nima parte de sus múltiples compromisos de campaña. El temprano reacomodo de sus colaboradores en puestos cla­ve, marca que no le salen bien las cuentas y que está preocu­pado por un arranque fallido, que no termina de convencer socialmente.

Pero lo más peligroso: se muestra cada vez más insen­sible a la crítica, intolerante al escarnio público, al reclamo social. Los visos de autori­tarismo que se dibujan en la municipalidad son de aten­ción urgente. Los alcaldes no deben gobernar por capricho, no deben guardar rencores y no deben olvidar nunca que el cargo dura tres años.
No culpe, señor Alcalde, a los trabajadores de los me­dios que cumplen la respon­sabilidad de informar sobre sus aciertos y sus errores. No culpe, señor Alcalde, a quie­nes se ganan honestamente la vida en un oficio difícil co­mo el periodismo. No culpe, señor Alcalde, a quienes no corresponde a sus rudimen­tarias formas de gobierno ni a sus cavernícolas desplan­tes contra la opinión pública que se resiste a entregar la dignidad porque no se han puesto precio, ni se pondrán, porque debe usted saber se­ñor Alcalde, que no todo lo puede comprar la nómina o el dinero. Pero sobre todo, señor Presidente, tenga en cuenta que si en algo le podemos ser­vir para la mejora sustancial de las instituciones públicas municipales en franca crisis, estamos a sus órdenes. La historia nos ha demostrado que en política se gana más en el acuerdo oportuno que en disenso constante. Luego le seguimos.
jesusrojasriver@gmail.com