El ¿liderazgo? de Peña Nieto

Humberto Trujillo
10 septiembre 2014

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1. No sólo simpatizantes del Partido Revolucio­nario Institucional, sino diferentes analis­tas políticos y sociales, han ma­nifestado su positivo asombro ante el desempeño de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República. Ha sacado buenas calificaciones en los primeros dos años de su gestión. Aunque sus índices de aceptación no son excelentes, sí demuestran un alto grado de aprobación en líderes sociales y población en general.
2. Las diferentes reformas es­tructurales que ha promovido, en especial la energética, le han hecho encontrar el respaldo de muchas personalidades no sólo al interior de nuestro País, sino en el concierto internacional. Con­trasta esta aprobación con las descalificaciones que tuvo durante su campaña. Ya casi se olvidó su incapacidad para hablar un in­glés medianamente aceptable, y el desliz que protagonizó durante la Feria del Libro en Guadalajara.
3. Pero: ¿es Peña Nieto un ver­dadero líder, o simplemente ha sabido conducir sus proyectos con eficacia? ¿Estamos ante un es­tadista, capaz de convencer a sus enemigos del rumbo que quiere dar a nuestro País, o es sólo un hábil funcionario que ha capita­lizado errores ajenos? Hace dos años ni nos hubiéramos plantea­do estas preguntas, al aparecer sólo como una cara bonita ante las pantallas, pero con grandes deficiencias académicas.
4. Por principio de cuentas, su astucia está fuera de discusión. La habilidad con la que condujo el proceso de aceptación para sus reformas es también admirable, y nos preguntamos cómo le hizo para que PAN y PRD aparezcan hoy sumisos, preocupados sólo por sus problemas internos. Peña Nieto y su PRI supieron esperar 12 años para regresar con reno­vados bríos, y parece que llega­ron para quedarse por mucho tiempo más.
5. Sin embargo, persiste la pregunta sobre la naturaleza de su liderazgo. Recordemos que un líder se distingue de los jefes por estas características: inspira confianza y no miedo; busca ser­vir y no mandar; es el primero en llegar y el último en irse; conven­ce, motiva, da ejemplo. Quienes le siguen lo admiran, quieren imitarlo, se sienten orgullos@s de él. Se convierte en una refe­rencia obligada. Traza rumbos. Despeja horizontes.
6. ¿Tiene Peña Nieto esas cua­lidades? Ha demostrado astucia, manejo político, capacidad de negociación, colmillo retorcido gracias a la escuela priista que trae desde su juventud, habilidad para asimilar las derrotas que su partido sufrió recientemente, excelente acceso a los medios de comunicación. No es, enton­ces, el improvisado funcionario que llega al poder gracias sólo al apoyo de sus padrinos políticos, o por su galanura.
7. Pero falta por ver si las refe­ridas reformas, argumento fun­damental para tener un juicio positivo sobre el Presidente, se pueden instrumentar de ma­nera correcta, evitando sobre todo el riesgo de la corrupción administrativa. Si la ataca de manera frontal, quizá sólo en­tonces hablaremos de un líder. De lo contrario, estaremos ante un nuevo Salinas de Gortari, de gran habilidad y astucia, pero sin liderazgo en todas las capas de la población.
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