El narco, capítulo N.
07 septiembre 2007
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CÉSAR LÓPEZ
Es terrible estar viviendo aquí, muriendo aquí.No es sólo un asunto de discusión pública, de grupo pequeño o privada. Es realmente terrible, y hay cosas que simplemente no están a discusión.
El problema con lo terrible es que si aterroriza por un tiempo suficiente deja de ser tan terrible como era; produce acostumbramiento; se hace normal.
Uno puede vivir y morir frente al terrible embate de la naturaleza, como todos alrededor del Golfo de California; pero ese terror es simple ecología.
Con lo que no logra uno hacer las paces emocionales, por más que se vuelva cotidiano, es con el terror que meten los humanos a los humanos.
No se puede vivir con el terror de un ejército fanático que mata civiles a la menor provocación como en Iraq, Irán o algún paupérrimo país africano.
Así como no se puede convivir con el terror del narco metido en una policía y en la otra y en la otra. Metido a veces hasta en el Ejército. Metido otras veces con los parientes que hace mucho no vemos, con los curas divididos entre su deber cristiano y su deber civil en el mejor de los casos, con los políticos que ya sabemos y con los que menos imaginamos, con los empresarios que tan respetuosamente saludamos...
Al menos no se puede convivir sin angustia, sin ansiedad, sin algún esfuerzo psíquico de negación de la realidad para que no se desmorone el alma.
Y eso se pasa de generación en generación. Se pasa a los hijos en silencio, con el lenguaje no verbal, con el movimiento imperceptible de los ojos en el desayuno, con la manera de manejar cuando los llevamos a la escuela, con la intensidad (o frialdad) del saludo, con el lenguaje del cuerpo
Y se vuelve "cultura", se vuelve pintura, se vuelve novela, se vuelve corrido.
No se puede evitar. Es como querer evitar el tomate o el camarón; el maíz o la caguama. ¿Cómo podríamos? ¿Nomás poniendo muchas maquiladoras y centros comerciales con nombres en inglés?
Y la inversión que desarrolla, la que deja capital sobrante para el despegue real de todas las clases sociales y no sólo las privilegiadas desde hace varias generaciones posrevolucionarias, no aparece más que simbólicamente, no se habla de ella más que como promesa del futuro.
El mundo camina hacia fuentes alternativas de energía y nosotros en Sinaloa estamos en medio de una guerrita narca entre los agricultores narcos de la goma y la mariguana contra los industriales narcos de la metanfetamina; entre lana o plomo y copela o cuello.
Y pintamos, escribimos y componemos sobre ello como si la cosa fuera lo que parece que es y no le atinamos. Igualito que los políticos no le atinan para acabarlos o que los empresarios no le atinan para hacer dinero sin ellos.
Mientras tanto los menores caen asesinados por sobredosis y los mayores por malos negocios, por servirle a la ley o por contrabando y traición.
Y los comunicadores somos matados sistemáticamente, impotentemente, impunemente, importamadristamente.
Pensándolo bien... Es terrible vivir aquí así. Pero seguiremos viviendo aquí así molestándolos hasta que nos maten a todos.
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