El olvido de la memoria
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Sugey Estrada/Hugo Gómez
En la educación tradicional se recurría constantemente al ejercicio de la memorización. Repetir textos de memoria era signo de inteligencia, de comprensión y de dominio del tema.
Hoy no se acostumbra ejercitar tanto la memoria, existen aparatos que se encargan de esa función. Anteriormente, era común que las personas memorizaran los números de teléfono, o la serie de las placas de los carros. Actualmente, ya no es tan necesario. Proliferan las memorias que se pueden adquirir a precios módicos en el mercado. Hay circuitos electrónicos que reemplazan la fatiga neuronal.
Los ejercicios mnemotécnicos ya no se practican. El juego del memorama, y otros afines, cada vez tienen menos demanda. Se está produciendo una generación no de olvidadizos, sino de olvidadores, dijo Mario Benedetti.
La memoria es base importante de nuestra personalidad; es el cordón umbilical que nos une a nuestra historia. De acuerdo a la RAE, es la "potencia del alma por la cual se retiene y recuerda el pasado". Somos lo que hacemos, lo que decimos, lo que nos pasa. Somos en cada momento la memoria de nosotros mismos, apuntó José María Segovia.
Añadió que el olvido tiene un sentido sano y terapéutico. "El olvido es necesario, porque no podríamos recordar todo lo que hemos vivido. Olvidamos selectivamente y unas cosas antes que otras, de acuerdo a intereses y aspectos emocionales".
Entre memoria y olvido existe una simbiosis y fraternidad secreta. "El olvido es una de las formas de la memoria, su vago sótano, la otra cara secreta de la moneda", expresó Borges.
El mundo actual no puede prospectar su futuro sin atender a su memoria. "Todo se hunde en la niebla del olvido/ pero cuando la niebla se despeja/ el olvido está lleno de memoria", reiteró Benedetti.
¿Soy olvidador u olvidadizo?
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