El perdón es un acto de conciencia que de alguna manera refleja madurez de nuestras emociones.
26 noviembre 2005
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Héctor Tomás Jiménez
Aprender a perdonarA los seres humanos nos resulta muy difícil aceptar nuestros errores, pues por regla general, asumimos de manera egoísta que nuestros puntos de vista son mejores que los del resto de las personas y por lo mismo, actuamos como si fuéramos infalibles frente a quienes nos rodean.
Esta actitud de suprema arrogancia, nos lleva a la práctica de otro ego no menos importante que viene a ser el sentirnos ofendidos por situaciones nimias y que no valen la pena, pues anteponemos "nuestra dignidad" frente a la dignidad de los demás.
De esta manera, y casi como consecuencia, nos volvemos intolerantes y asumimos el resentimiento o el rencor como nuestra mejor arma de defensa y nos olvidamos de la importancia del perdón, como elemento sustantivo de la convivencia humana.
Debemos recordar que el perdón tiene esencia de amor y matiz de caridad y en ese sentido, resulta ser un puente importante para la convivencia humana.
El perdón es un acto de conciencia que de alguna manera refleja madurez de nuestras emociones; un sustantivo trascendente que proviene de un verbo igualmente trascendente; perdonar, y por lo mismo, un acto de reconocimiento y de contrición en doble vía, pues en su conjugación, debemos de aprender a dar y a solicitar la indulgencia, y para hacerlo, se requiere de una efectiva madurez en la persona, pues así como no es fácil pedirlo, tampoco es fácil otorgarlo, se requiere vencer dos egos, la soberbia y el orgullo. ¡Ésta es la esencia del perdón!
Aquí es donde radica lo trascendente de nuestra reflexión de hoy, pues todos los seres humanos estamos obligados a vivir en paz y armonía, a vivir en un permanente rescate de nuestro orden interior, ese orden que nos ayuda a engrandecer nuestro espíritu de lucha permanente ante las adversidades de la vida, orden interior que nos impulsa a ser auténticos, a saber perdonarnos a nosotros mismos de nuestros errores y en consecuencia, a ser humildes con los demás cuando aprendamos a vencer la soberbia y el orgullo, que son como grilletes que nos impiden el acto de "solicitar" ser perdonados y sobre todo, a saber perdonar como un acto de conciencia emocional acompañado de un acto reflexivo de hacerlo de forma real y verdadera.
Dice una leyenda árabe que: "dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. El ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: ´Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro´.
"Se calmaron los ánimos y aún sin hablarse siguieron caminando. Horas después, llegaron a un oasis donde después de calmar su sed, decidieron bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y en un acto heroico le salvó su amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: ´Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida´.
"Intrigado, el amigo preguntó: ´¿Por qué después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una piedra?´. Sonriendo, el otro amigo respondió: ´Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; pero cuando recibimos ayuda de manera generosa, debemos grabarlo en piedra, que es como la memoria del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo´.
En nuestras relaciones afectuosas y afectivas, estamos obligados de por vida a edificar y a engrandecer, lejos de herir y lastimar, incluso a reprender si es necesario, pero con amor, con mucho amor con la confianza de que aún reprimiendo estamos edificando y construyendo una conciencia y trasmitiendo al mismo tiempo nuestra sabiduría de vida.
(JM) ...Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com