El Presidente Felipe Calderón sería incapaz de reconocer que ha urdido y contribuido a tramar cuentos increíbles en varios aspectos de su gobierno.
29 julio 2007
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Cuentos calderonistasEl aldeanismo torpe, a menudo peligroso, descalifica a los diferentes y les atribuye defectos genéricos: para los aldeanos franceses, los belgas son tontos, como lo son los gallegos para el resto de España.
En los años 40 y 50, en México "jugar cubano" significaba hacer trampas. La cerrazón aldeana hace también burla de los modos de hablar: "el arbano Jalil" fue una película donde se ridiculiza a los libaneses por su dificultad de usar el español "como nosotros".
Los chinos han sido, en particular, víctimas de esta deformación pueblerina. En varios puntos de la república, en las primeras décadas del Siglo 20, se combatió al "peligro amarillo" con sañudas persecuciones.
Y cuando la ferocidad se atenuó se mantuvo el desprecio, por la peculiaridad de los migrantes chinos y sus descendientes de pronunciar la erre, convirtiéndola en ele ("di tú plimelo", "como el chinito: nomás milando").
Todavía se les propone, lo hizo Vicente Fox, como ejemplo de tontería (dejarse engañar como chino). Y se atribuye a esa oriundez el descrédito a un relato: "esos son cuentos chinos", es decir son narraciones inverosímiles.
La expresión ha sido utilizada en estos días ad nauseam, y la empleó también el Presidente Felipe Calderón, que sería incapaz de reconocer que ha urdido y contribuido a tramar cuentos increíbles en varios aspectos de su gobierno, como el de la señora Ernestina Ascensio Rosario, o el de Zhenli Ye Gon, a quien se manifiesta desdén no tanto por su actividad delictuosa sino por su origen.
En torno a este caso se ha intentado hacer creer a la sociedad mexicana patrañas que no resisten el análisis, para ocultar la complicidad evidente de funcionarios de diversos sectores con el importador de precursores químicos.
Son relatos enrevesados, inverosímiles, a los que malamente podríamos atribuir nuestra propia nacionalidad, menos aun si los comparamos con los 10 que componen la Canasta de cuentos mexicanos publicada por el enigmático B.
Traven en 1946. Si hubiera que identificarlos con un adjetivo, el que más apropiadamente les corresponde es el de calderonistas. Podría utilizarse, también con propiedad, el de cuentos panistas, pero sería injusto porque implicaría a quienes lo son con probidad y por convicción.
En simetría a la voz presidencial que denostó los cuentos chinos hablemos pues de cuentos adjetivados con el apellido del Ejecutivo, aunque no necesariamente broten de su boca, pero sin duda inspirados por él mismo.
El martes 24 de julio Calderón se ufanó: "a petición de mi gobierno , ha sido detenido uno de los principales responsables de introducción y distribución de metanfetaminas en el país".
Nada de eso es cierto, es puro cuento calderonista. Ni el detenido la víspera lo fue por la solicitud mexicana, sino como resultado de procedimientos propios de la justicia norteamericana, ni se trata de un importador y distribuidor de metanfetaminas.
Zhenli Ye Gon, con probable apoyo de autoridades sanitarias, aduanales y ministeriales, importaba seudoefedrina, que después vendía a los productores de la droga ilícita citada por el Presidente.
En la planta que construía en las inmediaciones de Toluca, ese ciudadano ejemplar que en febrero de 2003 fue distinguido por quien lo escogió para recibir su certificado de naturalización de manos del Presidente Fox, se preparaba para entrar él mismo en el ciclo de conversión de los precursores en estupefacientes.
El lunes 23 ese ciudadano mexicano fue detenido en los suburbios de Washington no por efecto del tardío pedido de extradición formulado por el Gobierno de México sino como resultado de una indagación hecha en México (algo indebido legalmente) directamente por la agencia antinarcóticos norteamericana, la DEA.
Se le procesará por narcotráfico y lavado de dinero. Sorprendido por la decisión norteamericana, el Procurador Eduardo Medina-Mora pretendió restar importancia a la frustración del pedido mexicano diciendo, por una parte que lo relevante no es quién juzgue al presunto delincuente sino que sea juzgado, y que cuando concluya el proceso local norteamericano, y sólo entonces, podría ser extraditado a México.
Y citó el caso de los delincuentes mexicanos llevados ante la justicia del otro lado de la frontera, tras haber concluido sus procesos en México. Puso un ejemplo malo, que refuerza la inverosimilitud de este cuento calderonista, porque la extradición a Estados Unidos de varios jefes de la delincuencia organizada se realizó no obstante que sus juicios están en curso y sin embargo no es de esperarse un gesto simétrico norteamericano en este caso.
La extradición del chino-mexicano es otro cuento calderonista. Zhenli Ye Gon se fue de México en octubre del año pasado, después de ser varias veces extorsionado por agentes federales de investigación, lo que implica que en la PGR había en curso indagaciones en su contra, reforzadas a partir de diciembre cuando le fue detenido un contenedor procedente de China.
El hallazgo del dinero en las Lomas data de marzo, la instancia judicial por edictos (debido a su ausencia) para que reconociera su propiedad se inició en abril, un juez federal dictó en junio una orden de aprehensión en su contra y sólo el 7 de julio se formalizó el pedido de extradición.
El que haya transcurrido tanto tiempo para dar ese paso quizá se explica porque el funcionario encargado de tramitar el asunto en la PGR es el Subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales José Luis Santiago Vasconcelos, que conoció al presunto extraditado por lo menos desde 2004.
En ese entonces Santiago Vasconcelos era también subprocurador, pero responsable del combate a la delincuencia organizada. La SIEDO aseguró el 23 de junio de ese año 11 toneladas de sulfato de seudoefedrina importadas por la empresa Unimed Pharm Chem.
El 16 de julio siguiente el dueño de esa compañía, Zhenli Ye Gon acudió a la SIEDO para solicitar la devolución del cargamento, que le fue negada, por lo que demandó amparo.
El 16 de agosto, antes de que en revisión fuera también rechazada su demanda de protección de la justicia federal, la SIEDO devolvió el cargamento, que hubiera podido retener de esperar la resolución judicial.
Y tenemos también el cuento calderonista del dinero. No olvidemos, acerca de esta trama, que la PGR "contó mal" los billetes mexicanos hallados junto con euros y dólares en el domicilio del ahora preso en Washington.
Cuando se hizo bien la cuenta, el efectivo mexicano se multiplicó 100 veces. Luego empezó el periplo de los billetes verdes, que el 26 de julio fue presuntamente repartido, de modo virtual solamente, al Consejo de la Judicatura, a la Secretaría de Salud y a la PGR, autora y beneficiaria del procedimiento que disuelve la condición de pieza procesal de los 205 millones de dólares.
Un primer destino conocido de esa colosal suma fue el Banco Nacional del Ejército y la Armada. Mucho después se sabría, aunque no las causas del trasiego, que el dinero había sido enviado al Bank of America, en Estados Unidos, con la intermediación del banco Santander.
Luego, el 13 de julio, se informó que esos millones "se encuentran depositados en el país, en el Banco de México, a favor de la Tesorería de la Federación". Pero los billetes no habían vuelto físicamente.
El procurador fiscal de la Federación Luis Felipe Mancera Arrigunaga aclaró ese mismo día que el banco central tiene sólo "una ficha de depósito" y que la suma real "está desperdigada en la geografía mundial", con lo cual se ha eliminado la posibilidad de que los billetes como tales sirvieran de evidencia procesal, pues a través de su seriación podría inferirse su origen, para saber si los pagaron los compradores de la seudoefedrina o le fueron entregados a Zhenli Ye Gon por activistas de la campaña de Calderón, como sostuvo el implicado.
Para contribuir también a que ese indicio se diluyera, el gobierno se apoderó de la suma por medio de un procedimiento extrajudicial. El 8 de julio decretó que no habiendo sido reclamada la propiedad de ese bien, resultó abandonado en beneficio del erario mexicano, que el 26 de julio lo distribuyó en tres partes iguales, de más de 700 millones de pesos cada una, para que desde distintas perspectivas sirva al combate contra las drogas. Esperemos que no se hayan repartido sólo fichas de depósito.
El pasado presente. El 24 de julio de 1912, como parte de la actitud y los aprestos del porfirismo conservador en pro de su restauración (que se intentaría por la vía armada hasta culminar con el cuartelazo de Huerta en 1913) fue fundada la Escuela libre de derecho.
Casi un siglo después, 95 años exactamente, encabezó los festejos de ese aniversario un egresado de esa institución, el Presidente Felipe Calderón, a quien entre otras personas acompañaron en el presidium otros dos graduados en ese establecimiento, el Rector Ignacio Morales Lechuga y el Secretario del Trabajo Javier Lozano Alarcón, mencionados en torno de los cuentos dizque chinos narrados por Zhenli Ye Gon.
La rebelión estudiantil, sólo en apariencia meramente estudiantil, que condujo en 1912 a la clausura temporal de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y el nacimiento de la Libre de Derecho, fue expresión del repudio de la vieja clase contra un representante neto del combate a la dictadura porfiriana.
Se trataba en realidad echar de la dirección de ese establecimiento universitario a Luis Cabrera, uno de los más puros y por lo tanto más odiados revolucionarios. Como periodista, Cabrera había contribuido irrefutablemente a desmontar los mecanismos de corrupción del porfiriato.
Publicó sus famosos Cargos concretos con información que ya se quisiera obtener hoy, cuando se cuenta con leyes de transparencia. Se refirió puntualmente a las entregas de dinero del Secretario de Hacienda José Yves Limantour a Rafael Reyes Spíndola, propietario del diario El Imparcial, el más importante de los que circulaban entonces y que, conforme lo demostró Cabrera, constituía el caso típico de la "prensa vendida", destinada no a informar sino a hacer propaganda gubernamental.
Como antirreelecionista ardiente, Cabrera fue apoyador de Madero pero se opuso a la firma de los tratados de Ciudad Juárez, de mayo de 1911, que si bien supusieron la renuncia y el exilio del viejo dictador dejaron intacto el viejo régimen, con el poder militar en las mismas manos que durante el porfiriato y hasta un Presidente interino de la misma filiación, no un revolucionario.
En su famoso ensayo, de título sólo en apariencia redundante, La revolución es la revolución, Cabrera criticó la forma en que Madero desperdició el triunfo de su movimiento: "Revolución que transige es revolución que pierde", sentenció.
Para colmo, en 1912 sin abandonar la dirección de la escuela formadora de abogados, Cabrera fue elegido diputado. Era demasiado para los conservadores nostálgicos, que lo identificaban como uno de los autores de su desgracia, de la pérdida de sus privilegios, y aprovecharon un pretexto falsamente escolar (la celebración de exámenes, llamados entonces reconocimientos, a pesar de que el año académico había sido perturbado por los acontecimientos revolucionarios) para derribar a Cabrera.
No lo consiguieron, porque contó con el apoyo del Presidente Madero (la universidad nacional dependía entonces directamente el Ministerio de Educación, pues ganó su autonomía sólo en 1929) y entonces dieron el paso hacia su verdadera meta: arrebatar al nuevo régimen la educación superior.
No fue casual que entre los miembros de la junta directiva inicial de la Libre de Derecho figurara el ex Presidente interino Francisco León de la Barra, ni que contaran entre sus profesores Pedro Lascuráin, que serviría de peldaño a la bota de Victoriano Huerta para usurpar la Presidencia de la República, tras el asesinato de Madero, que en su candor había tenido palabras de aliento a los muchachos que quisieron poner su casa aparte, considerándolo "signo revelador de la firmeza del carácter estudiantil".
Presidió el comité de huelga que condujo a la escisión y luego a fundar la Libre de Derecho el joven guerrerense (natural de Coyuca de Catalán) Ezequiel Padilla, que habría de figurar en la vida pública durante largos años.
Después de escapar en el extranjero a las vicisitudes de la lucha revolucionaria, se afilió al callismo, que lo hizo diputado. Cuando asumió la Presidencia interina en 1928 su compañero, también egresado de la Libre, Emilio Portes Gil, Padilla fue designado Procurador General de la República y tomó directamente a su cargo la acusación contra José León Toral, el asesino de Obregón.
Luego, con Portes Gil también, fue Secretario de Educación y elegido Senador en 1934, época en que revalidó su condición de callista, en el enfrentamiento que resultó en la expulsión del General Calles dispuesta por el Presidente Cárdenas.
Como demostración de que el Presidente Ávila Camacho gobernaría en sentido contrario al impreso a su gestión por Cárdenas, Padilla fue nombrado Canciller. Desde la Secretaría de Relaciones Exteriores buscó el apoyo norteamericano para ser Presidente de la República, lo que buscó en la contienda de 1946 al margen del partido oficial, siendo derrotado por Miguel Alemán. Todavía sería senador priista en 1964.